Solo para la versión digital: Jóvenes adultos
¿Marca realmente una diferencia el permanecer en lugares santos?
Permanecer en un lugar impuro no sería un problema si no hiciera nada impuro… ¿verdad?
Cuando era adolescente, mis vecinos nos dieron a conocer a mi familia y a mí La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Terminé siendo bautizada, luego algunos de mis hermanos hicieron lo mismo y con el tiempo mis padres también. No hay muchos miembros de la Iglesia en mi región de la India, así que fue bueno tener un cimiento tan sólido de apoyo de mis seres queridos en casa. Hicieron que fuera fácil mantener fuerte mi fe.
Sin embargo, cuando regresé a casa después de la misión, conseguí un trabajo y me mudé lejos de mi familia. Encontré un apartamento en un estado diferente, con compañeras de cuarto que tenían normas muy diferentes a las mías.
Mis compañeros de trabajo también tenían vidas muy diferentes a la mía. Se reunían todos los fines de semana para beber y tener fiestas, y me invitaban a participar. Como no quería estar en un ambiente como ese, siempre rechacé sus invitaciones.
Pero, un fin de semana tras otro, mientras me quedaba sola en mi apartamento y me despertaba cada domingo para ir a la iglesia por mi cuenta, empecé a sentirme desanimada.
Sentirse solo
Aunque dije que no a las primeras invitaciones para salir con mis compañeros de trabajo, sentía celos, ya que parecía que se estaban divirtiendo. Me di cuenta de que las amistades que desarrollaban cuando salían parecían estar ayudándolos a avanzar en sus carreras.
Me sentía como la compañera de trabajo tranquila y aburrida que nadie conocía.
Un fin de semana estaba cansada de sentirme sola, así que decidí ir con ellos cuando me lo pidieron. Justifiqué la decisión determinando de antemano que no probaría nada con alcohol.
Me dije a mí misma: “Aunque esté en un lugar impuro, el estar allí no me hará daño si no estoy haciendo nada impuro, ¿verdad?”.
Alejarse cada vez más de Dios
Al empezar a salir con esos compañeros de trabajo, empecé a cambiar gradualmente. Estaba afuera hasta tarde los sábados por la noche, lo cual hacía que me quedara dormida para ir a la iglesia los domingos.
Aunque no estaba bebiendo alcohol, no permanecía en lugares santos. Físicamente, no iba a la iglesia. Espiritualmente, no pensaba en el Evangelio ni hacía tiempo para el Padre Celestial. Estaba cambiando mi centro de reuniones por fiestas. No daba lugar al Espíritu en mi vida.
Un día, me desperté y me di cuenta de cuánto me había alejado del Padre Celestial. Sentí que finalmente entendía el término “tristeza que es según Dios” (2 Corintios 7:10). Mi mente y mi corazón estaban llenos de angustia.
“¿Qué estoy haciendo?”, pensé. “¡Yo no soy así!”.
A pesar de que salía los fines de semana, no me sentía feliz.
Sabía que debía volver a enfocarme en mi fe. Necesitaba arrepentirme.
Escoger permanecer en lugares santos
Solía pensar que el arrepentimiento era un proceso doloroso y difícil, lleno de culpa y vergüenza. Pero mediante esta experiencia, he aprendido que el arrepentimiento es el proceso de permitir que Jesucristo cambie nuestra naturaleza y nos ayude a llegar a ser “nuevas criaturas” (Mosíah 27:26).
En definitiva, fue el pensar en Jesucristo y Su Expiación lo que me ayudó a recordar quién soy realmente, las decisiones que quiero tomar y los ambientes en los que quiero estar.
Comencé a orar por primera vez en meses. Dejé de salir con mis compañeros de trabajo. Volví a la iglesia. Abrí mi Libro de Mormón con más frecuencia.
Al regresar a mis hábitos espirituales constantes, sentí paz y un consuelo renovado. Obtuve un testimonio de que cuando Dios pide un lugar en mi vida y yo se lo doy, Él me bendice. Puedo escoger permanecer en lugares santos y si a veces me encuentro en un ambiente que hace difícil sentir el Espíritu, puedo aferrarme a mis normas y fe, y confiar en que el Padre Celestial y Jesucristo me protegen (véase 2 Reyes 6:15–16).
Jesucristo es la respuesta
Esa experiencia me mostró que el mundo tiene una influencia muy fuerte y tentadora, y que fácilmente podemos ser arrastrados por ella si no damos lugar al Espíritu en nuestra vida.
El presidente Russell M. Nelson enseñó: “Nuestro máximo afán en la vida es prepararnos para comparecer ante nuestro Hacedor. Lo hacemos al esforzarnos diariamente por llegar a ser más semejantes a nuestro Salvador Jesucristo [véase 3 Nefi 27:27]; y logramos eso conforme nos arrepentimos todos los días y recibimos Su poder purificador, sanador y fortalecedor. Entonces podemos sentir una paz y un gozo duraderos, incluso en épocas turbulentas. Esa es precisamente la razón por la que el Señor nos ha suplicado que permanezcamos en lugares santos y ‘no se[amos] movidos’ [Doctrina y Convenios 87:8]”.
Antes, me preocupaba mucho mi carrera y la soledad, pero después de alejarme del Evangelio me di cuenta de que, si sigo a Jesucristo, Él continuará preparando una vía para mí física, social, espiritual y económicamente. A medida que mi relación con el Padre Celestial y Jesucristo ha mejorado, he encontrado nuevas maneras de socializar sin estar en entornos espiritualmente peligrosos.
Sé que el Padre Celestial me ha proporcionado una solución en Jesucristo y que mi vida estará llena de bendiciones a medida que continúe siguiéndolo. Me siento muy agradecida por un Salvador que estuvo dispuesto a sufrir por mí para que yo pudiera elegir seguirlo de nuevo.
El presidente M. Russell Ballard compartió que “la relación con nuestro Padre Celestial y Su Hijo, el Señor Jesucristo, es lo más importante. Esta relación es importante ahora y en la eternidad”. Sé que si fortaleces tu relación con Ellos y haces más lugar para Ellos en tu vida, podrás sentir más paz y cosechar las bendiciones del Evangelio del Salvador.