Liahona
La gran obra del Señor y nuestra gran oportunidad
Julio de 2024


“La gran obra del Señor y nuestra gran oportunidad”, Liahona, julio de 2024.

La gran obra del Señor y nuestra gran oportunidad

Cuando amamos, compartimos e invitamos, estamos trabajando con el Señor para ayudar a cada preciada alma a venir a Él.

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dos mujeres conversan mientras caminan por una calle

Cada profeta de esta última y gran dispensación ha enseñado a los miembros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días a compartir el Evangelio restaurado de Jesucristo. Me vienen a la mente varios ejemplos a lo largo de mi vida:

El presidente David O. McKay (1873–1970), el profeta de mi juventud, declaró: “Todo miembro un misionero”.

El presidente Spencer W. Kimball (1895–1985) enseñó: “Ha llegado el día de llevar el Evangelio a más personas, en más lugares” y “tenemos que alargar el paso” al compartir el Evangelio con los demás.

El presidente Gordon B. Hinckley (1910–2008) dijo : “Grande es nuestra labor y enorme nuestra responsabilidad de ayudar a encontrar a quienes enseñar. El Señor nos ha dado el mandato de enseñar el Evangelio a toda criatura. Esto requiere [nuestro] mejor esfuerzo”.

Y el presidente Russell M. Nelson ha enseñado: “La obra misional es una parte esencial del gran recogimiento de Israel. Ese recogimiento es la obra más importante que se está llevando a cabo hoy en la tierra. Nada se le compara en magnitud; nada se le compara en importancia. Los misioneros del Señor —Sus discípulos— están embarcados en el desafío más grande, en la causa más grandiosa, en la mayor obra sobre la tierra hoy en día”.

Llegué a saber esto por mí mismo cuando era un joven misionero en la Misión Británica. Hoy estoy incluso más seguro de ello. Como apóstol del Señor Jesucristo, testifico que hay oportunidades en todas partes de ayudar a otras personas a venir a Cristo al mostrar nuestro amor, compartir nuestras creencias e invitarlos a unirse a nosotros para experimentar el gozo del Evangelio de Jesucristo.

La obra sigue adelante

Tuve el privilegio de estar en una asignación en el Departamento Misional de la Iglesia cuando se presentó la primera edición de Predicad Mi Evangelio en 2004 y nuevamente cuando se publicó la segunda edición en 2023. Considero que Predicad Mi Evangelio ha bendecido la obra misional de una manera profunda.

El nuevo Predicad Mi Evangelio incluye todo lo que hemos aprendido desde 2004, la guía inspirada de cada miembro de la Primera Presidencia y del Cuórum de los Doce Apóstoles, y los cambios hechos para compartir el Evangelio en una era digital. Algunos de esos cambios han tenido un éxito significativo.

Hemos descubierto que compartir el Evangelio de maneras sencillas, normales y naturales mediante los principios de “amar, compartir e invitar” bendice grandemente el reino. Jesucristo compartió el Evangelio de esa manera cuando vivió en la tierra. Él compartió Su vida y Su amor e invitó a todos a venir a Él (véase Mateo 11:28). Amar, compartir e invitar como Él lo hizo es una bendición especial y una responsabilidad para cada miembro de la Iglesia.

Comenzar con amor

En el Jardín de Getsemaní y en la cruz, Jesucristo tomó sobre Sí los pecados del mundo y sufrió todos los pesares, “dolores, aflicciones y tentaciones de todas clases” (Alma 7:11). Dicho sufrimiento “hizo que [Él] […], el mayor de todos, temblara a causa del dolor y sangrara por cada poro” (Doctrina y Convenios 19:18). Mediante Su Expiación y Resurrección, Jesucristo ha hecho posible la salvación y la exaltación para todos.

Volvernos al Salvador y meditar en todo lo que Él ha hecho por nosotros llena nuestro corazón de amor por Él. Entonces Él vuelve nuestro corazón hacia los demás y nos manda amarlos (véase Juan 13:34–35) y compartir Su Evangelio con ellos (véase Mateo 28:19; Marcos 16:15). Si las personas que nos rodean pueden sentir que los amamos y cuidamos sinceramente, es probable que abran su corazón a nuestros mensajes, tal como el rey Lamoni abrió el suyo para recibir el Evangelio gracias al amor y al servicio de Ammón (véase Alma 17–19).

Cuando compartamos el Evangelio, comencemos amando a las personas. Al tender una mano a los demás con amor —recordando que son nuestros hermanos y hermanas y amados hijos de nuestro Padre Celestial—, se abrirán oportunidades para que compartamos lo que sabemos que es verdad.

Estar anhelosamente consagrados y compartir

Nadie estaba más dedicado a compartir el Evangelio que el presidente M. Russell Ballard (1928–2023). En su último discurso de conferencia general, él testificó: “Una de las cosas más gloriosas y maravillosas que alguien puede saber en este mundo [es] que nuestro Padre Celestial y el Señor Jesucristo se han revelado en estos postreros días y que José [Smith] fue levantado para restaurar la plenitud del Evangelio sempiterno de Jesucristo”.

A lo largo de su vida, y en casi todo el mundo, el presidente Ballard estaba anhelosamente consagrado a compartir este preciado mensaje con todos. Él nos alentó a hacer lo mismo. Enseñó que podemos compartir el Evangelio “al ser buenos vecinos y preocupándonos y demostrando amor”. Al hacerlo, podemos “irradiar el Evangelio que poseemos y las bendiciones que este ofrece a las demás personas”. También podemos “testifi[car] de lo que sabe[mos], cree[mos] y s[entimos]”. El presidente Ballard enseñó: “El testimonio puro […] puede ser llevado por el poder del Espíritu Santo al corazón de otras personas que estén abiertas a recibirlo”.

Compartir el Evangelio restaurado de Jesucristo fue el mayor deseo del presidente Ballard. Nosotros podemos estar anhelosamente consagrados, como él lo estaba, a compartir el Evangelio tanto en palabra como en obra. Nunca sabemos quién entre nosotros podría estar buscando la luz del Evangelio, pero no sabe dónde hallarla (véase Doctrina y Convenios 123:12).

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dos hombres subiendo unas escaleras

Extender invitaciones sinceras

Al ayudar a los demás a venir a Cristo, los invitamos a experimentar el gozo que brindan el Salvador y Su Evangelio. Podemos hacerlo invitándolos a ir a una actividad, a leer el Libro de Mormón o a reunirse con los misioneros. También podemos extender una invitación sincera para que asistan a la reunión sacramental con nosotros.

Asistimos a la reunión sacramental cada semana con el fin de “adora[r] a Dios y participa[r] de la Santa Cena para recordar a Jesucristo y Su Expiación”. Ese es un momento oportuno para que las personas sientan el Espíritu, se acerquen más al Salvador y fortalezcan su fe en Él.

Al buscar maneras de amar, compartir e invitar, nuestra planificación y nuestros esfuerzos deben incluir ayudar a las personas a asistir a la reunión sacramental. Si aceptan nuestra invitación y asisten a la reunión sacramental, es mucho más probable que continúen en el camino hacia el bautismo y la conversión. Creo con todo mi corazón que tendremos gran éxito al invitar a los demás a asistir a la reunión sacramental y ayudarles a reconocer las bendiciones que pueden recibir al hacerlo.

El Señor nos guiará

Nunca sabemos qué éxitos y desafíos tendremos al amar, compartir e invitar. Los hijos de Mosíah “fueron de ciudad en ciudad, y de una casa de adoración a otra […] entre los lamanitas […], para que predicaran y enseñaran la palabra de Dios entre ellos; y así fue como empezaron ellos a lograr mucho éxito”. Mediante sus esfuerzos, “miles llegaron al conocimiento del Señor” y muchos “fueron convertidos […] [y] nunca más se desviaron” (Alma 23:4–6).

Aunque esta no siempre será nuestra experiencia, el Señor ha prometido que Él nos ayudará porque cada alma es valiosa para Él. A medida que pongamos nuestra confianza en el Señor y participemos en Su servicio, Él nos guiará en la manera de compartir Su Evangelio con los demás a medida que los amemos, compartamos nuestra vida y nuestro testimonio con ellos, y los invitemos a unirse a nosotros para seguirlo a Él.

“Grande será [nuestro] gozo” (Doctrina y Convenios 18:15) cuando aprovechemos las oportunidades que nos rodean de colaborar con el Señor Jesucristo en Su gran obra de traer almas a Él.

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