Liahona
Valentía para compartir lo que más valoro
Julio de 2024


“Valentía para compartir lo que más valoro”, Liahona, julio de 2024.

Valentía para compartir lo que más valoro

Siguiendo el ejemplo de mi obispo y su esposa, me puse la meta de compartir un Libro de Mormón en cada viaje que hiciera como animadora.

Imagen
una joven señala una página de un libro que sostiene un joven

De pequeña me encantaba ver cómo las gallinas de mi abuela reunían a sus polluelos bajo sus alas durante las tormentas para mantenerlos a salvo y protegidos. Esa imagen se hizo más importante para mí después de leer sobre ella en el Libro de Mormón (véase 3 Nefi 10:4–6). Cuando era joven, mi obispo y su esposa, que viajaban mucho por negocios, me dijeron que compartían un Libro de Mormón con alguien en cada viaje que hacían.

Eso me inspiró. Los admiraba y sus ejemplos me conmovieron. Decidí que, si alguna vez tenía la oportunidad de viajar fuera de Utah, EE. UU., seguiría su ejemplo y compartiría un Libro de Mormón en cada ocasión.

Como animadora deportiva de la Universidad Brigham Young, viajaba con frecuencia con el equipo de animadoras. Antes de mi primer viaje, compré un Libro de Mormón y escribí mi testimonio en él. Quería armarme de valor para compartir con los demás lo que más valoraba: mi testimonio y el Libro de Mormón. Quería ser como mi obispo y su esposa. Quería ser como Jesucristo. Quería ayudar con el recogimiento de otras personas para ayudarlas a venir a Él.

Rápidamente aprendí que si oraba antes de cada viaje para que se me guiara a quien lo necesitara, aparecería una persona en el momento y lugar adecuados para que yo pudiera compartir el Libro de Mormón de forma natural y sencilla. Cuanto más practicaba, más fácil me resultaba compartir. Mis viajes se volvieron más significativos para mí. Siempre me emocionaba buscar al destinatario bendecido del Padre Celestial que recibiría este sagrado testamento de Cristo.

Cuando viajaba, reflexionaba: “¿Adónde debo ir para encontrar a quien el Padre Celestial me envía esta vez? ¿Qué puedo decirle a fin de transmitirle lo preciado que es para mí el Libro de Mormón?”. Mis pensamientos y acciones se centraban fuera de mis propias necesidades y mi entretenimiento, y sentía un mayor amor por todas las personas que conocía. Intentaba mirarlas a través de los ojos del Salvador y oraba para que aceptaran el don divino que el Padre Celestial me había enviado a ofrecerles.

Me sentí triste cuando mi último año llegó a su fin. Ser animadora de BYU era el sueño de mi vida. Había disfrutado de la increíble experiencia de animar, pero la oportunidad de compartir un ejemplar del Libro de Mormón en cada viaje como animadora enriqueció mi vida de maneras hermosas e inesperadas.

Compartir el Libro de Mormón fue una forma valiosa y fácil de añadir una capa adicional de significado a mi experiencia universitaria. Sé que las personas con las que compartí el Libro de Mormón fueron guiadas específicamente para recibirlo. También sé que, en el increíble tapiz de mi vida, el Padre Celestial tejió una amorosa y dulce misericordia: me permitió sentir Su amor por Sus hijos de una manera especial en cada viaje que hice.

Después de graduarme decidí seguir buscando siempre a alguien con quien compartir mi testimonio. Con el tiempo desarrollé una mayor habilidad y comodidad para hacerlo y aprendí a no tener miedo de compartirlo. Creo que todos pueden sentirse más cómodos al compartir su testimonio con práctica y pidiendo ayuda divina.

Elegir seguir los ejemplos de mi buen obispo y su esposa hizo que mi vida fuera más significativa en muchos sentidos y me enseñó a ver que el Señor está al tanto de cada uno de Sus hijos. Él nos ama y desea con ansias recogernos a todos bajo Su ala. Qué bendición es el comprender las bellas imágenes que Él utiliza cuando describe Su recogimiento. Nos recoge como una gallina reúne y protege con ternura a sus polluelos.

La autora vive en Utah, EE. UU.

Imprimir