Liahona
¿Cómo podía confiar en el Padre Celestial cuando sentía que estaba sola?
Julio de 2024


“¿Cómo podía confiar en el Padre Celestial cuando sentía que estaba sola?”, Liahona, julio de 2024.

Jóvenes adultos

¿Cómo podía confiar en el Padre Celestial cuando sentía que estaba sola?

Intentaba tener fe, pero no dejaba de enfrentar muchas dificultades. ¿Cómo podía seguir confiando en el Señor?

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mujer joven adulta sentada y pensativa

Ilustraciones por Kathleen Peterson

Mis primos me presentaron a los misioneros cuando tenía nueve años. Me uní a La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, pero fui una de los únicos miembros de mi familia inmediata que lo hizo. Desde entonces, he aprendido a amar el Evangelio de Jesucristo cada vez más. Sin embargo, durante un tiempo, confiar en el Padre Celestial y en Sus verdades fue extremadamente difícil para mí y realmente tuve dificultades para seguir adelante con fe.

Vivir de forma diferente al mundo como discípula de Jesucristo puede ser difícil en cualquier lugar, pero crecer en Hong Kong como miembro de la Iglesia fue más desafiante de lo que algunos podrían esperar.

Para empezar, a mucha gente de esta zona no le gusta la Iglesia y piensa que está afiliada a cosas malas. Una palabra china utilizada anteriormente para “mormón”, en referencia a la Iglesia, incluía un sonido que la asociaba con la palabra china para “diablo”. Para algunos, esto creó una lamentable percepción errónea de los valores de la Iglesia.

Además, como hay tantas otras religiones tradicionales ya establecidas y pocos miembros de la Iglesia en Hong Kong, es fácil sentirse sola o aislada. Muchas personas cuestionan la Iglesia sin comprender plenamente sus enseñanzas y sin estar dispuestas a escuchar lo que los miembros quieren compartir.

Sentí más los efectos de estas barreras cuando era adolescente, pero a través de aquellas experiencias aprendí mucho sobre lo que significa confiar en el Padre Celestial y en Jesucristo.

¿Valió la pena vivir el Evangelio?

En la escuela secundaria, mis padres eran amigos de una de mis profesoras. Ella era cristiana practicante de otra religión. Por aquel entonces yo era la única miembro de la Iglesia en mi clase y muchos compañeros y profesores ya especulaban sobre la Iglesia de Jesucristo y sus miembros.

Aquella profesora en particular tenía opiniones muy negativas sobre mi fe, lo que complicaba las cosas porque era amiga de la familia.

Por un lado, a menudo estaba somnolienta en su clase porque me levantaba temprano para ir a Seminario y a ella le preocupaba que me retrasara en los estudios. También me colocaba en aprietos y me desafiaba con muchas preguntas doctrinales complicadas que yo no sabía responder. Incluso me asignaba tareas escolares para que leyera literatura contraria a la Iglesia. Intentó por todos los medios de persuadirme para que me alejara de mi religión.

Fue una época difícil para mi fe. ¿Por qué, cuando estaba tratando de permanecer cerca del Padre Celestial y de Jesucristo, permanecer fiel era una fuente de desafíos y dificultades en mi vida? ¿No se suponía que debía ser bendecida por guardar los mandamientos y sacrificar horas de sueño para ir a Seminario?

En lugar de eso, mis calificaciones bajaron, mi fe menguó y mis relaciones con mis profesores, mi familia y mi Padre Celestial se resintieron.

Durante un tiempo empecé a preguntarme si valía la pena vivir el Evangelio. Empecé a faltar a Seminario y pronto sentí que mi fe se desvanecía. Parecía más fácil ceder ante lo que el mundo que me rodeaba me presionaba a hacer.

Escoger confiar

Seguí orando al Padre Celestial para recibir guía y comprensión. A pesar de la profunda confusión y frustración que sentía por mi situación, algo en mi corazón seguía aferrándose a la fe. Hablé con amigos fieles y confié en compañeros de la Iglesia sobre lo que estaba experimentando, y me animaron a hablar con mi maestra de Seminario sobre mis dificultades.

Ella respondió con compasión y me animó a seguir asistiendo a Seminario con un corazón esperanzado. Me prometió que vería bendiciones manifestarse si seguía aferrándome a la fe y confiando en que el Señor tenía muchas cosas reservadas para mí y consagraría mis desafíos (véase 2 Nefi 2:1–2).

Así que, a pesar de los desafíos que enfrentaba, decidí confiar.

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joven adulta sonriente

Al cabo de un tiempo sentí que mi actitud cambiaba. En lugar de centrarme en las dificultades a las que me enfrentaba, me centré en la gratitud que sentía por el Evangelio. Empecé a centrarme en la bendición de mi familia, mi identidad divina y las verdades eternas del Evangelio. Con el tiempo llegué a saber que el Padre Celestial y Jesucristo son conscientes de mis circunstancias y que siempre estuvieron a mi lado en los momentos en los que me sentía muy sola.

Eso lo cambió todo.

Mientras continuaba poniendo mi confianza en Ellos, guardando los mandamientos, arrepintiéndome diariamente y haciendo las pequeñas cosas cada día para conectarme con Ellos, sentía mis cimientos de fe más profundos y fuertes.

El presidente Russell M. Nelson dijo recientemente: “Se lo ruego a ustedes ahora […]: h[áganse] cargo de su propio testimonio de Jesucristo y Su Evangelio. Trabajen para conseguirlo; nútranlo de manera que crezca, aliméntenlo con la verdad. No lo mezclen con las filosofías falsas de hombres y mujeres incrédulos. Al hacer del fortalecimiento continuo de su testimonio de Jesucristo su prioridad mayor, observen cómo se producen milagros en sus vidas”.

Y al hacerlo, sucedió un milagro.

Lo que significa confiar en el Señor

Después de evitar durante un tiempo cualquier conversación sobre mi fe con mi profesora, un día, cuando se me acercó con preguntas, me sentí preparada para responderlas con mi fe renovada. Le pregunté amablemente si alguna vez había asistido a una de las reuniones de nuestra Iglesia o si había leído algo del Libro de Mormón. Cuando ella dijo que no, me sentí inspirada a compartir mi testimonio de verdades sencillas.

Le dije que nunca se puede saber si algo es cierto sin experimentarlo o sin buscar uno mismo las respuestas. Le expliqué que sabía que el Evangelio era verdadero porque había trabajado para obtener esas respuestas y sentía en mi corazón que eran verdad. La invité a hacer lo mismo y, a partir de entonces, nuestra relación fue mucho más pacífica.

Ese desafío de fe que tuve cuando era adolescente realmente me preparó para mi futuro como discípula de Cristo. He visto muchas bendiciones y promesas que se han hecho realidad al continuar confiando en el Señor por encima de las opiniones de los demás. Como dijo Nefi: “¡Oh Señor, en ti he puesto mi confianza, y en ti confiaré para siempre! No pondré mi confianza en el brazo de la carne” (2 Nefi 4:34).

Cuando las cosas no van como habíamos planeado o nos enfrentamos a dificultades que nunca habíamos previsto, puede ser fácil sentir que el Padre Celestial nos ha guiado mal, nos ha abandonado o simplemente no le importamos.

Sin embargo, no es así.

De hecho, es siempre en esos momentos de desafíos confusos y desgarradores cuando me acuerdo de lo que significa poner plenamente mi confianza en el Señor. Tengo que dejar que mi discipulado y mi fe sean significativos y cambien mi vida en lugar de ser algo robótico y rutinario. El presidente Nelson también enseñó: “Su fe floreciente les ayudará a convertir los desafíos en crecimiento y oportunidades incomparables”.

Puedo ver cómo el escoger la fe en Jesucristo me ha bendecido de más maneras de las que jamás pensé posible. Esto no significa que siempre escape del dolor, las dificultades o la confusión, pero sí significa que sé a dónde acudir en busca de paz y estabilidad.

El presidente Nelson nos recuerda con cariño: “Sepan esto: si todas las cosas y todas las personas en el mundo, en quienes ustedes confían, les fallan, Jesucristo y Su Iglesia nunca les fallarán”.

Sea lo que sea que estés afrontando en tu vida, ya sean expectativas insatisfechas, presiones de las voces del mundo, problemas familiares, luchas de salud mental, inestabilidad financiera, desamor, injusticia o cualquier otro desafío, te invito a que sigas poniendo tu confianza en el Señor. Él es plenamente consciente de tus circunstancias. Él te conoce y tiene grandes bendiciones reservadas para ti. Incluso en esos momentos en los que no quieres confiar en Él, elige hacerlo de todos modos. Sus promesas se cumplirán. Él te conducirá al gozo, la esperanza y los milagros a su debido tiempo.

Él hace todo eso por mí al seguir confiando en Él.

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