“Su cuerpo: Cuidar de ese don divino”, Liahona, julio de 2024.
Su cuerpo: Cuidar de ese don divino
Nuestro cuerpo es un don de Dios y el templo de nuestro espíritu, pero se necesita autodominio y disciplina para nutrirlo y cuidarlo adecuadamente.
Es fácil dar por sentado nuestra buena salud, hasta que los diez refrescos diarios, el sedentarismo y la falta de sueño nos alcanzan. O tal vez, a pesar de las decisiones saludables que tomamos, la genética nos asesta un golpe inesperado y la salud se resiente.
A todos nos han tocado diferentes grados de salud física que no siempre podemos controlar, pero una cosa es cierta: el plan de Dios demanda que mejoremos lo que se nos ha dado. Hacerlo requiere de la misma disciplina personal y dedicación que necesitamos para nutrir nuestra salud espiritual. Esto significa dominar nuestra tendencia natural a sentarnos en lugar de correr, a comer dulces en lugar de verduras y a trasnochar en lugar de dormir.
A medida que busquemos inspiración para mejorar nuestra salud física y desarrollemos la disciplina personal para mantenerla, descubriremos una mayor capacidad para servir a Dios y hallar gozo.
Su cuerpo es un templo
El alma se desarrolla cuando el espíritu y el cuerpo están bien cuidados. “El espíritu y el cuerpo son el alma del hombre” (Doctrina y Convenios 88:15). Al comentar este versículo, el presidente Russell M. Nelson enseñó que tanto el cuerpo como el espíritu “tienen gran importancia. El cuerpo físico es una magnífica creación de Dios. Es Su templo, así como el de ustedes, y deben tratarlo con reverencia”.
A los noventa y nueve años, el presidente Nelson sigue desempeñando sus funciones como Presidente de la Iglesia, aunque reconoce que a veces utiliza un andador para mantener el equilibrio y que ahora prefiere pronunciar sus discursos de la conferencia general sentado. “De vez en cuando tengo un pequeño problema con mi equilibrio”, escribió en su página de las redes sociales en mayo de 2023. “Supongo que no debería sorprenderme cuando surgen pequeños problemas al acercarme a mi centenario. Afortunadamente, mi corazón está bien, mi espíritu es fuerte al igual que mis piernas y mi cerebro todavía funciona”.
El presidente Nelson es conocido por sus prácticas de salud cuidadosas y su estilo de vida activo. Siempre delgado, trabajó mucho para mantenerse así. Hacía ejercicio con regularidad y prefería estar al aire libre. A sus noventa años, quitaba la nieve de su acera y la de los vecinos, llevaba los tachos de basura a los garajes y trabajaba en su jardín. Hasta que se convirtió en Presidente de la Iglesia, esquiaba siempre que su agenda se lo permitía.
Desarrollar disciplina personal
Conocemos los fundamentos de una buena salud física:
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Hacer ejercicio con frecuencia.
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Dormir lo suficiente.
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Tener una dieta equilibrada.
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Mantener un peso saludable.
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Controlar el estrés.
El truco está en conseguir que nuestro cuerpo haga lo que nuestro espíritu sabe que debe hacer. Según el presidente Nelson, una de las pruebas de la vida terrenal es dominar los apetitos del cuerpo por medio del espíritu que mora en él:
“Satanás conoce el poder de nuestros apetitos, por lo que nos tienta a que comamos lo que no debemos comer, a que bebamos lo que no debemos beber […].
“Cuando verdaderamente conocemos nuestra naturaleza divina, queremos controlar esos apetitos […]. En nuestras oraciones diarias reconocemos a Dios […] como nuestro Creador y le damos gracias por la magnificencia de nuestro templo físico. Cuidamos del cuerpo y lo apreciamos como un don personal de Dios”.
Cultivar la gratitud y hallar gozo en el cuerpo que Dios nos dio
A los veintisiete años, y siendo madre de tres hijos, se me diagnosticó artritis reumatoidea, una enfermedad autoinmune que destruye las articulaciones con el paso del tiempo. Mi vida se descontroló física y mentalmente. Recurrí a Dios en busca de ayuda para recuperar la estabilidad mental y la excelente salud que antes daba por sentado.
Busqué la ayuda de un psicólogo para mi ansiedad y trabajé con un reumatólogo sobre qué medicamentos tomar y también utilicé productos naturales. Nunca me rendí. Después de muchos años y mucha angustia, mi salud mejoró física y mentalmente.
Recuerdo una tarde de excursión por un mar de flores silvestres hasta un lago de montaña. Con lágrimas bañando mi rostro, di gracias a Dios por la bendición de mi cuerpo físico y mi capacidad de participar en una actividad que creía imposible para mí. No hay cura para mi dolencia y esta se ha cobrado un precio visible en mi cuerpo, pero el senderismo y el ejercicio se han convertido en mis pasiones, y nunca doy por sentada mi salud.
A pesar de mis limitaciones físicas, hace poco presté servicio en una misión para personas mayores con mi esposo en Washington, EE. UU. (¡que es el paraíso del senderismo!). Estoy agradecida por haber servido a lo largo de mi vida en casi todos los llamamientos disponibles de la Iglesia.
Como dijo el presidente Nelson: “Ruego que siempre sintamos gratitud por la increíble bendición de un magnífico cuerpo físico: la creación suprema de nuestro amoroso Padre Celestial. A pesar de lo magnífico que sea el cuerpo, no es un fin en sí mismo; es una parte esencial del gran plan de felicidad de Dios para nuestro progreso eterno”.