Liahona
Conversemos en familia sobre el suicidio
Julio de 2024


“Conversemos en familia sobre el suicidio”, Liahona, julio de 2024.

Conversemos en familia sobre el suicidio

Como padres, queremos preparar a nuestros hijos para cualquiera de los posibles peligros a los que puedan enfrentarse. Aunque resulte incómodo hablar de ello, el suicidio es uno de esos peligros.

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gente descendiendo en balsa por unos rápidos

La vida familiar es como navegar en balsa por aguas bravas. Mientras las familias llevan puestos los chalecos salvavidas y los cascos, los padres y las madres son como los guías del río que ya han pasado antes por ese camino. Los niños necesitan que les advirtamos de las corrientes fuertes o de las rocas que se encuentran más adelante. Si río abajo pudiera haber una catarata devastadora, ¿advertiríamos de ello a nuestros hijos? ¿Les daríamos instrucciones sobre cómo remar y hacia dónde virar para desviar la ruta, o esperaríamos a que estuvieran colgando del acantilado para avisarles?

Como padres, puede que nos sintamos incómodos hablando de un tema tan desagradable como el suicidio, pero podemos ayudar a proteger y preparar a nuestros hijos antes de que tengan pensamientos peligrosos.

Los padres pueden ayudar a los hijos a aprender a ser emocionalmente resilientes y a saber dónde pueden acudir cuando necesiten ayuda emocional. Reyna I. Aburto, quien prestó servicio como Segunda Consejera de la Presidencia General de la Sociedad de Socorro, enseñó que “esto podría incluir informarnos sobre las enfermedades emocionales, encontrar recursos que nos ayuden a afrontarlas y, principalmente, acudir nosotros y llevar a los demás a Cristo, quien es el Maestro Sanador”.

Un tema importante sobre el cual hablar

Algunos suicidios ocurren sin ninguna advertencia obvia. En algunos casos solo hay señales sutiles, o a veces las señales son inconfundibles. No podemos saber con certeza lo que piensan nuestros hijos, por lo que debemos prepararlos desde pequeños en caso de que los pensamientos suicidas se adueñen de sus mentes.

La hermana Aburto afirmó: “Es importante hablar de este tema con nuestros hijos, familiares y amigos en nuestro hogar, barrio y comunidad”.

El élder Dale G. Renlund, del Cuórum de los Doce Apóstoles, enseñó: “Todos tenemos familiares, amigos queridos o conocidos que han tenido pensamientos suicidas, han intentado suicidarse o se han quitado la vida […]. Muchos barrios y estacas [y familias] consideran tener un análisis sobre la prevención del suicidio después de que alguien se haya quitado la vida. Mi pregunta es: ¿por qué esperar? ¿Por qué no hacerlo ahora? Porque alguien en el barrio o la estaca está teniendo pensamientos suicidas”.

Hace varios años me senté con mis hijos después de que ocurriera una tragedia local. Me sentí obligada a compartir con ellos que, a través de Jesucristo, siempre hay un camino a seguir. No hay nada que puedan hacer, o dejar de hacer, que haga del suicidio la respuesta. A su tierna edad no tenía motivos para pensar que estuvieran en peligro, pero sabía que podía hacer más a fin de prepararlos para manejar pensamientos peligrosos y potencialmente suicidas.

Hablar sobre el suicidio evita el suicidio

En la guía de recursos de la Iglesia para la prevención del suicidio se afirma: “Hablar sobre el suicidio no aumentará la probabilidad de que alguien intente suicidarse. De hecho, el […] hacerlo abiertamente es una manera eficaz de contribuir a prevenirlo”.

Según el doctor John Ackerman, director clínico de prevención del suicidio en el Nationwide Children’s Hospital, “crear un espacio seguro para hablar del suicidio puede salvar la vida de un niño”. De hecho, añade, “si un niño ha estado luchando con pensamientos suicidas, saber que un adulto preocupado está dispuesto a mantener una conversación abierta suele ser un alivio”.

“Hablar del suicidio de maneras apropiadas en realidad ayuda a evitarlo en lugar de propiciarlo”, enseñó la hermana Aburto. Su padre se suicidó y durante muchos años ella evitó hablar de su muerte con su familia. Sin embargo, desde entonces ha aprendido el valor de hablar de ello con franqueza y claridad. “Finalmente he hablado abiertamente de la muerte de mi padre con mis hijos y he visto la sanación que el Salvador puede brindar en ambos lados del velo”.

Las conversaciones francas sobre el suicidio pueden animar a los niños a acudir a sus padres y a otros adultos de confianza en lugar de intentar afrontar los pensamientos suicidas por su cuenta, si alguna vez surgen.

Niños de incluso seis o siete años han informado haber tenido pensamientos suicidas. “Antes […], los terapeutas, los investigadores y los padres no creían que los niños menores de diez u once años tuvieran pensamientos suicidas”, afirma el Dr. Ackerman. “Ahora sabemos que no es así”. Afirma que incluso los niños pequeños pueden relacionar la ideación suicida con sentirse como una carga, sufrir dolor emocional o experimentar desesperanza.

La hermana Aburto aseguró: “Puede ser de gran ayuda saber identificar los signos y síntomas en nosotros y en los demás. También podemos aprender a detectar formas de pensar equivocadas y nocivas, y la manera de reemplazarlas por conceptos más acertados y sanos”.

El suicidio es más habitual de lo que podríamos pensar

En todo el mundo se produce casi una muerte por suicidio cada cuarenta segundos y es la segunda causa de muerte en el mundo entre las personas de quince a veinticuatro años. En un estudio reciente realizado entre miles de adolescentes de Utah, EE. UU., investigadores de la Universidad Brigham Young descubrieron que aproximadamente el 12 % de los jóvenes Santos de los Últimos Días había pensado seriamente en el suicidio y el 4 % lo había intentado.

Para contextualizarlo, en un grupo de veinticinco adolescentes, tres de ellos, estadísticamente hablando, han considerado el suicidio y uno ha intentado suicidarse.

Si podemos ayudar a nuestros hijos a encontrar el apoyo que necesitan antes de que se produzca una crisis, cuando la idea se convierte en un plan, quizá podamos ayudarlos a cambiar el rumbo antes de que sea demasiado tarde.

Dónde empezar

Los niños pueden empezar a una edad muy temprana a comprender los sentimientos y podemos darles un lenguaje que les permita describirlos correctamente. El primer paso puede ser ayudar a un niño pequeño a construir su vocabulario emocional. Podemos enseñarles a entender las diferencias entre enfadado, triste, frustrado, etc. Si el niño puede explicar lo que siente, podemos trabajar juntos a partir de ahí. De una forma adecuada a su edad, podemos hablar de sus sentimientos intensos con niños de tan solo seis años y ayudarlos a identificarlos y tratarlos.

Estas primeras conversaciones también ayudarán a los padres a familiarizarse con la gama típica de emociones de sus hijos. La mayoría de los niños sufren altibajos en su bienestar emocional, lo cual es normal. Mantener conversaciones tempranas y frecuentes con los niños pequeños puede proporcionar a los padres un termómetro emocional para discernir las diferencias entre los altibajos típicos de la infancia y las ideas peligrosas.

Las conversaciones preventivas sobre el suicidio son como otras formaciones preventivas que imparten los padres. Podemos preparar a los niños y jóvenes para la posibilidad de experimentar la ideación suicida del mismo modo que podríamos prepararlos para saber cómo conducir un automóvil y qué hacer en caso de accidente. “Queremos preparar a nuestros hijos para que comprendan lo que puede ocurrir emocionalmente y lo que podrían ver en sus amigos”, dice el Dr. Ackerman.

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una joven ayuda a transportar una balsa

Continuar la conversación

A medida que los niños crecen, las conversaciones que mantenemos con ellos también maduran. Podemos formular preguntas abiertas y dejar que ellos respondan con franqueza. Anímelos a ser sinceros con los sentimientos difíciles. La investigación demuestra que tratar las emociones difíciles puede reducir su intensidad y duración.

A través de una comunicación abierta sobre la depresión, el suicidio o los sentimientos de desánimo, los niños aprenden que pueden compartir sus pensamientos sinceros y que están emocionalmente seguros con nosotros. “También reciben el mensaje inequívoco de que usted se preocupa mucho por ellos y de que su felicidad y bienestar le importan”, afirma una asesora de salud mental.

Nuestro amor y apoyo a nuestros hijos puede ser un modelo del amor que el Padre Celestial tiene por cada uno de nosotros. “Su Padre Celestial [los] ama, a cada un[o] de ustedes”, enseñó el presidente Thomas S. Monson (1927–2018). “Ese amor nunca cambia […]. Está allí para cuando se sientan tristes o felices, desanimad[os] o esperanzad[os]. El amor de Dios está allí ya sea que sientan que merezcan amor o no; simplemente siempre está allí”.

Inmediatamente después de hablar del suicidio con mis hijos, mi hijo de nueve años me preguntó si podía hablar conmigo en privado. Me habló de ocasiones en las que había imaginado quitarse la vida y cómo lo haría. Jamás se me habría ocurrido que tenía esos pensamientos. Lo abracé, le agradecí su valentía al contármelo y le dije que, hiciera lo que hiciera o pensara lo que pensara, nuestra familia lo valoraba y lo necesitaba; y me comprometí a observarlo para detectar cualquier otro signo de ideación suicida o enfermedad mental.

El suicidio no es la respuesta

Algunos jóvenes podrían temer que el suicidio sea su única salida a la desesperanza. El presidente Jeffrey R. Holland, Presidente en Funciones del Cuórum de los Doce Apóstoles, asegura: “Por más errores que piensen que hayan cometido […] o por más distancia que piensen que hayan recorrido lejos del hogar, de la familia y de Dios, testifico que no han viajado más allá del alcance del amor divino. No es posible que se hundan tan profundamente que no los alcance el brillo de la infinita luz de la Expiación de Cristo”.

Además de hablar con nuestros hijos pequeños, podemos hablar con los jóvenes siguiendo el modelo dado por el presidente Holland: “A cualquiera de nuestros jóvenes que tenga dificultades, le digo: sean cuales sean tus preocupaciones o dificultades, claramente la muerte por suicidio no es la respuesta. No aliviará el dolor que estás sintiendo o que piensas que estás causando. En un mundo que necesita tan desesperadamente toda la luz que pueda conseguir, por favor, no minimices la luz eterna que Dios puso en tu alma antes de que este mundo fuese […]. No destruyas la vida por la que Cristo dio la Suya para preservarla. Puedes soportar las dificultades de esta vida terrenal porque te ayudaremos a soportarlas. Eres más fuerte de lo que piensas. Hay ayuda disponible, de otras personas y, sobre todo, de Dios. Eres un ser amado, valorado y necesario. ¡Nosotros te necesitamos!”.

Usted y su cónyuge pueden decidir cuándo es un buen momento para empezar a hablar de ello, mucho antes de que llegue la crisis, si es que llega. Con espíritu de oración, pueden procurar el Espíritu para que los ayude a guiar tanto el momento como las palabras de las conversaciones que tengan con sus hijos.

Nunca somos responsables de la decisión de otra persona de poner fin a su vida, pero hay cosas que podemos hacer para evitarlo. Tal como enseñó el presidente Holland:

“El Hijo Unigénito de Dios vino a darnos la vida al conquistar la muerte.

“Debemos comprometernos plenamente con ese don de la vida y apresurarnos a ayudar a quienes corren peligro de renunciar a este don sagrado”.

Notas

  1. Reyna I. Aburto, “En sol y sombra, Señor, acompáñame”, Liahona, noviembre de 2019, pág. 58.

  2. Véase “Señales de advertencia de suicidio”, en Cómo ayudar, Suicidio, Ayuda para la vida, Biblioteca del Evangelio.

  3. Reyna I. Aburto, “En sol y sombra”, pág. 59, nota 10.

  4. Dale G. Renlund, “What We Know about Suicide”, video, 2018, ChurchofJesusChrist.org.

  5. ¿Hablar sobre el suicidio aumentará la probabilidad de que alguien intente suicidarse?”, en Preguntas frecuentes, Suicidio, Ayuda para la vida, Biblioteca del Evangelio.

  6. John Ackerman, “How to Talk to Kids about Suicide”, On Our Sleeves: The Movement for Children’s Mental Health, agosto de 2022, onoursleeves.org.

  7. Reyna I. Aburto, “En sol y sombra”, pág. 58.

  8. Véase Kristin Francis, en “How to Talk to Your Child about Suicide: An Age-by-Age Guide”, University of Utah Health, 6 de septiembre de 2022, healthcare.utah.edu.

  9. Véase John Ackerman, en “Talking to Children under 12 about Suicide”, video, incluido en el artículo “How to Talk to Kids about Suicide”, onoursleeves.org.

  10. Reyna I. Aburto, “En sol y sombra”, pág. 59, nota 13.

  11. Véase “Suicide Statistics”, SAVE: Suicide Awareness Voices of Education, save.org.

  12. Véase W. Justin Dyer, Michael A. Goodman y David S. Wood, “Religion and Sexual Orientation as Predictors of Utah Youth Suicidality”, BYU Studies Quarterly, tomo 61, núm. 2, 2022, pág. 88.

  13. Véase Ackerman, “How to Talk to Kids about Suicide” y “Talking to Children under 12 about Suicide”, video, onoursleeves.org.

  14. Ackerman, en “Talking to Children under 12 about Suicide” (video), onoursleeves.org.

  15. Véase Ackerman, “How to Talk to Kids about Suicide”, onoursleeves.org.

  16. Naomi Angoff Chedd, en Sherri Gordon, “How to Talk to Your Kids about Suicide at Every Age”, Very Well Family, 16 de noviembre de 2022, verywellfamily.com.

  17. Thomas S. Monson, “Nunca caminamos solos”, Liahona, noviembre de 2013, págs. 123–124.

  18. Véase Jeffrey R. Holland, “Los obreros de la viña”, Liahona, mayo de 2012, pág. 33.

  19. Jeffrey R. Holland, “No temas; cree solamente”, Liahona, mayo de 2022, pág. 36.

  20. Jeffrey R. Holland, “No temas; cree solamente”, pág. 36.

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