Liahona
Las personas necesitan saber
Agosto de 2024


“Las personas necesitan saber”, Liahona, agosto de 2024.

Retratos de fe

Las personas necesitan saber

El conocimiento de que las familias pueden ser eternas cambió mi vida para siempre.

Joven adulta leyendo un libro

Fotografías por Hunter Winterton

Mi mamá murió cuando yo tenía doce años. Fue entonces cuando empecé a tener preguntas sobre lo que les sucede a las familias después de esta vida. El sacerdote de la iglesia a la que asistía me dijo que cuando muramos, no tendremos familias. Dijo que volvería a ver a mi mamá, pero no la reconocería como mi madre y ella no me reconocería como su hija.

Esa no era la respuesta que yo esperaba. Seguí asistiendo a la iglesia con mi familia, pero mis preguntas persistían. También me preguntaba: “¿Dónde están los profetas? ¿Dónde están los apóstoles?”.

Cuando cumplí catorce años, busqué “Jesucristo” en internet. Me llevó a un sitio web de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Poco después, dos misioneros llamaron a mi puerta; querían compartir un mensaje sobre Jesucristo. Los invité a entrar y le pedí a mi padre que nos acompañara.

La primera pregunta que me hicieron los misioneros fue: “¿Saben que las familias pueden ser eternas?”.

Respondí: “No, no pueden”. Entonces les dije lo que había aprendido de mi sacerdote. Después de nuestra lección, encontré a los élderes en Facebook. Vi videos de ellos despidiéndose de sus familias. Quería saber por qué habían dejado a sus familias para venir a mi país y por qué creían en todo eso. Llamé al número de teléfono que me habían dejado y dije: “Élderes, tengo que ir a su iglesia el domingo”.

Durante dos años, asistí a la iglesia y me reuní con los misioneros. Sin embargo, mi familia no se mostraba receptiva a la Iglesia. Cuando cumplí dieciocho años, le dije a mi familia que quería ser bautizada. Traté de compartir el Evangelio con ellos, pero no estaban preparados.

Prepararse para prestar servicio en una misión

En 2015, estaba efectuando bautismos por representante en el Templo de São Paulo, Brasil. Mientras estaba allí, un hombre me preguntó si me estaba preparando para prestar servicio en una misión. Le dije que esperaba hacerlo algún día. Entonces me dijo: “Creo que necesitas prepararte para servir en una misión y hablar francés”.

Pensé: “¿Por qué francés? Soy de Brasil. ¿Cómo podría servir en una misión de habla francesa?”. No obstante, debido a esa experiencia en el templo, comencé a estudiar francés.

Unos meses después, estaba en una terminal de autobuses en São Paulo leyendo el Libro de Mormón en francés. Cuando la mujer que estaba a mi lado vio la cubierta del libro, comenzó a hablarme en francés. Yo llevaba pocos meses estudiando el idioma, ¡pero la entendí perfectamente!

Para mi sorpresa, ella sabía acerca del Libro de Mormón porque había conocido a los misioneros en París, donde vivía. Me hizo muchas preguntas acerca de los nefitas y la visita del Salvador a las Américas. Inexplicablemente, pude hablarle como si hablara en mi idioma natal. Con gusto le di mi Libro de Mormón.

A principios de 2020, fui a Inglaterra a estudiar inglés por medio de un programa de intercambio. Allí conocí a una joven de Marruecos. Sus preguntas sobre por qué no bebía alcohol condujeron a una conversación sobre la Palabra de Sabiduría, la Iglesia y el Libro de Mormón. Le mostré mi Libro de Mormón en francés y nuevamente pude responder preguntas sobre el Evangelio en francés.

Me di cuenta de que las personas necesitan saber acerca del Evangelio y de ese libro especial en su propio idioma, y que yo podía utilizar el Libro de Mormón para ser un instrumento en las manos de Dios para ayudar a los demás.

Dos misioneras

Inaê Leandro (derecha) con una de sus compañeras, la hermana Wongsin Elisaia, mientras prestan servicio en la Manzana del Templo en Salt Lake City, Utah.

El don de lenguas

Más tarde, cuando abrí mi llamamiento misional, me enteré que iba a ir a la Manzana del Templo en Salt Lake City y que debía hablar portugués.

“¿De veras?”, pensé yo. “Todos allí ya saben acerca de la Iglesia y ni siquiera hablan francés en Utah”.

Cuando le conté a mi familia, mi padre me preguntó: “¿Dejarás tu trabajo de profesora de escuela secundaria, tu hogar, tu carrera, todo, para ir a una misión? ¿Cuánto te pagarán?”. Se sorprendió cuando le dije que yo misma pagaría mi misión.

Al principio, no sabía por qué había sido llamada a Utah, pero el Padre Celestial sabía dónde debía estar. En la Manzana del Templo no tardé en descubrir que si sabes diez idiomas —o solo dos o tres—, puedes enseñar en esos diez idiomas allí. Mis compañeras y yo dimos recorridos en español, portugués e inglés en la Manzana del Templo y en el Centro Humanitario de la Manzana de Bienestar. También enseñamos en línea en diferentes idiomas a través del sitio web VeniraCristo.org.

He experimentado el don de lenguas por mí misma. Cuando tenemos el deseo y el entusiasmo de aprender un idioma, y si nos esforzamos, Dios nos bendice de maneras milagrosas que nos ayudan a hablar y a entender.

Misioneras con libros abiertos

“Cuando tenemos el deseo y el entusiasmo de aprender un idioma, y si nos esforzamos”, dice Inaê, “Dios nos bendice de maneras que nos ayudan a hablar y a entender”.

Me encanta leer el Libro de Mormón en otros idiomas. El hacerlo mejora mis habilidades del idioma y aumenta mi testimonio y comprensión de los principios del Evangelio.

Familias eternas

Cada vez que llamaba a casa el día de preparación, les contaba detalles sobre los éxitos y las experiencias de la misión. Me centraba en lo que tenía en común con los miembros de mi familia y ellos me contaban sobre sus viajes y las cosas que sucedían en casa. Incluso me contaron que les dieron pizza a los misioneros de tiempo completo porque habían escuchado historias de personas amables en Salt Lake City que cuidaban de mi compañera y de mí.

Han pasado dieciséis años desde que falleció mi madre. Ese fue un día difícil, pero sé que las familias pueden ser eternas. Sé que volveré a ver a mi madre. Sé que me reconocerá como su hija. Muchas personas no tienen este conocimiento.

Por esa razón presté servicio en una misión. Por eso aprendí nuevos idiomas y es por eso que todavía trato de ayudar a los demás a encontrar las respuestas del Evangelio por sí mismos.