Adicción
Paso 1: Admitir nuestra incapacidad para superar nuestras adicciones por nosotros mismos y que hemos perdido el control de nuestra vida


“Paso 1: Admitir nuestra incapacidad para superar nuestras adicciones por nosotros mismos y que hemos perdido el control de nuestra vida”, Sanación mediante el Salvador — Programa para recuperarse de las adicciones: Guía para recuperarse en 12 pasos, 2023

“Paso 1”, Programa para recuperarse de las adicciones: Guía para recuperarse en 12 pasos

Imagen
personas reunidas

Paso 1: Admitir nuestra incapacidad para superar nuestras adicciones por nosotros mismos y que hemos perdido el control de nuestra vida.

Principio clave: La sinceridad

Muchos de nosotros caímos en la adicción movidos por la curiosidad. Algunos quedamos atrapados en ella por una necesidad justificable (por ejemplo, un medicamento con prescripción médica), o bien, como un acto consciente de rebeldía. Algunos de nosotros lo hicimos para escapar del dolor. Muchos de nosotros iniciamos ese camino cuando apenas entramos en la adolescencia. Cualesquiera que fueran nuestros motivos o circunstancias, no tardamos en descubrir que la adicción aliviaba más que el mero dolor físico. Disminuía el estrés o adormecía nuestros sentimientos. Nos ayudaba a evitar los problemas, o eso creímos. Durante un tiempo nos sentimos libres del miedo, de las preocupaciones, de la soledad, del desánimo, del pesar o del aburrimiento. Pero como la vida está repleta de situaciones que provocan ese tipo de sentimientos, recurríamos a nuestras adicciones cada vez más seguido. La adicción se convirtió en uno de los métodos principales para lidiar con nuestras necesidades y emociones. El Salvador Jesucristo comprende esta lucha. El presidente Spencer W. Kimball dijo: “Jesús jamás aprobó el pecado, pero veía en él algo que emergía del interior por necesidades insatisfechas de parte del pecador” (“Jesús: El líder perfecto”, Liahona, agosto de 1983, pág. 8).

Aun así, la mayoría de nosotros no reconocía ni admitía que habíamos perdido la capacidad de resistirnos y abstenernos. En nuestro peor momento, muchos de nosotros sentimos que teníamos pocas opciones. Como señaló el presidente Russell M. Nelson: “Más adelante, la adicción nos coartará nuestra libertad de elección. A través de medios químicos, uno puede literalmente privarse a sí mismo de su capacidad de escoger” (“Vicio o libertad”, Liahona, enero de 1989, pág. 8).

Queríamos parar, pero habíamos perdido toda esperanza. Algunos de nosotros, colmados de miedo y desesperación, incluso consideramos que terminar con nuestra vida era la única alternativa. Sin embargo, nos dimos cuenta de que ese no era el camino que el Padre Celestial quería que eligiéramos.

Fue difícil admitir nuestros comportamientos adictivos. Negamos la gravedad de nuestra situación e intentamos no ser descubiertos ni sufrir las consecuencias de nuestras decisiones al restarle importancia a nuestro comportamiento o al ocultarlo. No nos dábamos cuenta de que, al engañar a los demás y a nosotros mismos, caíamos aún más en nuestras adicciones. A medida que crecía nuestra impotencia ante la adicción, muchos tratamos de culpar a nuestros familiares y amigos, a los líderes de la Iglesia e incluso a Dios. Nos sumergimos en un mayor aislamiento y nos alejamos de los demás, especialmente de Dios.

Cuando recurrimos a las mentiras y los secretos con la esperanza de justificarnos o de culpar a otros, nos debilitamos espiritualmente. Cada vez que mentíamos u ocultábamos nuestras adicciones, nos atábamos a nosotros mismos con “cordel[es] de lino” que pronto se volvieron tan fuertes como cadenas (2 Nefi 26:22). Entonces llegó el momento en que tuvimos que enfrentar la realidad cara a cara. Ya no podíamos ocultar por más tiempo nuestras adicciones con mentiras o diciendo: “¡No es tan grave!”.

Un ser querido, un médico, un juez o un líder eclesiástico nos dijo la verdad que ya no podíamos seguir negando: la adicción estaba destruyendo nuestra vida. Al contemplar el pasado con sinceridad, admitimos que nada de lo que habíamos intentado por nosotros mismos había tenido éxito. Reconocimos que la adicción había empeorado. Nos dimos cuenta de lo mucho que nuestras adicciones habían dañado nuestras relaciones y nos habían despojado del sentimiento de valor propio. En ese momento, dimos el primer paso hacia la libertad y la recuperación al encontrar el valor para admitir que era más que un mero problema o un mal hábito.

Finalmente, admitimos la verdad de que habíamos perdido el control de nuestra vida y que necesitábamos ayuda para superar nuestras adicciones. Reconocimos que no podíamos sanarnos y admitimos que no podíamos permanecer sobrios mientras siguiéramos con nuestra adicción de alguna manera. Nos dimos cuenta de que necesitábamos la ayuda de Dios y de otras personas para ser sinceros con nosotros mismos. Lo sorprendente de esa sincera aceptación de la derrota y posterior rendición es que por fin se inició la recuperación.

La sinceridad es el fundamento de todos los otros pasos y nos permite comprender que necesitamos al Salvador. El presidente Dieter F. Uchtdorf, en ese entonces miembro de la Primera Presidencia, enseñó: “El vernos claramente es esencial para nuestro crecimiento y bienestar espiritual. Si nuestras debilidades y flaquezas permanecen a oscuras entre las sombras, el poder redentor del Salvador no puede sanarlas ni convertirlas en fortalezas [véase Éter 12:27]” (“¿Soy yo, Señor?”, Liahona, noviembre de 2014, pág. 58).

Cuando nos entregábamos a nuestras adicciones, nos mentíamos a nosotros mismos y a los demás, pero no podíamos engañarnos de verdad. Fingíamos estar bien, llenos de arrogancia y excusas. No obstante, muy en lo profundo, sabíamos que ceder ante nuestras adicciones nos llevaría a sentir mayor dolor. La Luz de Cristo continuaba recordándonos eso. Negar esta verdad era agotador; fue un alivio admitir finalmente que teníamos un problema. Por fin dejamos que entrara un pequeño rayo de esperanza. Cuando decidimos admitir que teníamos un problema y estuvimos dispuestos a buscar ayuda, le dimos a esa esperanza un espacio donde crecer.

Pasos a seguir

Este es un programa de acción. Nuestro progreso depende de poner en práctica los pasos de forma constante en nuestra vida diaria. Esto se conoce como “trabajar en los pasos”. Las siguientes acciones nos ayudan a venir a Cristo y a recibir la orientación y el poder necesarios para dar el siguiente paso para recuperarnos.

Despojarse del orgullo y ser humildes

El orgullo y la sinceridad no pueden coexistir. El orgullo es un espejismo, constituye un elemento esencial de toda adicción y distorsiona la verdad de las cosas como son, como han sido y como serán. Es uno de los principales obstáculos para recuperarnos. El presidente Ezra Taft Benson declaró:

“El orgullo tiene una naturaleza esencialmente competitiva. Ubicamos nuestra voluntad en contra de la de Dios. Cuando lo hacemos blanco a Él de nuestro orgullo, es con la actitud de decir: ‘Que se haga mi voluntad y no la Tuya’ […].

“Al competir nuestra voluntad con la de Dios, permitimos que nuestros deseos, apetitos y pasiones se manifiesten desenfrenadamente […].

“Los orgullosos no pueden aceptar que la autoridad de Dios dé dirección a sus vidas […]. Ellos oponen sus percepciones de la verdad contra el gran conocimiento de Dios, sus aptitudes contra el poder del sacerdocio de Dios, sus propios logros contra las prodigiosas obras de Él” (Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia: Ezra Taft Benson, 2014, págs. 253, 254).

En algún momento, tuvimos que decidir despojarnos de nuestro orgullo y ser sinceros sobre nuestra adicción. No es fácil ser humildes, superar años de autoengaño y, por último, elegir ser sinceros; sin embargo, con el tiempo, llega a ser una gran bendición.

Fue un punto de inflexión importante para nosotros cuando por fin dejamos el orgullo de lado y nos volvimos humildes. La mayoría de nosotros no nos humillamos, sino que fuimos “obligados a ser humildes” (Alma 32:13). De cualquier forma, las consecuencias de nuestras adicciones nos alcanzaron y perdimos cosas que eran preciadas para nosotros: nuestro hogar, nuestro trabajo, nuestra familia e incluso nuestra libertad. Perdimos la confianza de familiares y amigos. Perdimos el respeto por nosotros mismos y la confianza para afrontar los desafíos de la vida. Tocamos fondo y, si bien la humildad que eso dio como resultado fue dolorosa, ese fue el comienzo para recuperarnos.

Recuperarse de la adicción no es fácil; requiere trabajo arduo. No obstante, al final nos dimos cuenta de que el precio que pagamos por seguir con nuestras adicciones era mucho mayor que el precio de recuperarnos. Cuando nos despojamos del orgullo, estuvimos listos para comenzar el camino hacia liberarnos de la adicción.

Ser sinceros y hablar con alguien

Una acción importante que nos ayuda a ser sinceros sobre nuestras adicciones es hablar con alguien al respecto. Debido a que las adicciones nos llevaron a justificar, racionalizar y a mentir a los demás, incluso a nosotros mismos, muchos de nosotros somos expertos en el engaño. Esto nos permite seguir con nuestra adicción, y es difícil para nosotros ver las cosas con franqueza. Cuando minimizamos y justificamos nuestro comportamiento, pensamos erróneamente que aún tenemos el control. Sin embargo, cuando somos transparentes y francos con otra persona, esta puede ayudarnos a ver la verdad y a superar el engaño.

La persona con quien deberíamos hablar primero es nuestro Padre Celestial. Podemos orar y pedirle que nos ayude a ser honestos, a ver todo con más claridad y a tener el valor de aceptar la verdad. Luego podemos pensar con espíritu de oración en alguien más con quien hablar, alguien que entienda el Evangelio de Jesucristo y el camino hacia recuperarse. Elija a alguien en quien confíe. Podría ser su cónyuge, su padre o madre, un familiar, un líder de la Iglesia, un amigo, un compañero de trabajo, un terapeuta, un padrino, los misioneros o un facilitador en una reunión para recuperarse. Después de elegir a alguien, el siguiente paso es compartir nuestras dificultades con él o ella. Debemos orar para tener el valor de ser tan sinceros como podamos respecto a nuestras adicciones. (Consulte el documento “Apoyo para recuperarse”).

Asistir a las reuniones

Las reuniones para recuperarse son fuentes poderosas de esperanza y apoyo. Podemos reunirnos en persona o en línea, independientemente de dónde estemos. Estas reuniones constituyen un punto de encuentro con otras personas que desean recuperarse y con aquellas que ya han recorrido este camino y son una prueba de su eficacia. En las reuniones para recuperarse, encontramos a otras personas que tienen experiencia en cómo poner en práctica los pasos y recuperarse, y que están dispuestas a ayudarnos en nuestro propio proceso. Estas reuniones para recuperarse son un momento de comprensión, esperanza y apoyo.

En ellas, estudiamos principios específicos del Evangelio que pueden cambiar el comportamiento. El presidente Boyd K. Packer enseñó: “El estudio de la doctrina del evangelio mejorará el comportamiento de las personas más fácilmente que el estudio sobre el comportamiento humano. La obsesión por una conducta indigna puede conducir a una conducta indigna, y por eso hacemos tanto hincapié en el estudio de la doctrina del evangelio” (“Los niños pequeños”, Liahona, enero de 1987, pág. 17). Las reuniones son gratuitas y confidenciales. Visite AddictionRecovery.ChurchofJesusChrist.org para encontrar una reunión cerca de usted.

Estudio y comprensión

Estudiar las Escrituras y las declaraciones de los líderes de la Iglesia nos ayuda en nuestra recuperación. Este estudio mejora nuestra comprensión y nos ayuda a aprender. Utilizamos los siguientes pasajes de las Escrituras, declaraciones y preguntas al realizar el estudio personal acompañado de oración, al escribir y al llevar a cabo los análisis en grupo.

Es posible que la idea de escribir parezca abrumadora, pero escribir es una herramienta poderosa para recuperarse. Escribir nos da tiempo para reflexionar y nos ayuda a centrar nuestros pensamientos y a ver y comprender los inconvenientes, las ideas y los comportamientos relacionados con nuestras adicciones. Cuando escribimos, también creamos un registro de nuestros pensamientos. A medida que damos los pasos, podemos ver nuestro progreso. Por ahora, céntrese en ser sincero al escribir sus pensamientos, sentimientos e impresiones.

¿Está convencido de que no tiene poder sobre su adicción?

“La adicción tiene la capacidad de desconectar la voluntad del ser humano y de anular su libertad moral individual, pudiendo privarlo de su poder de decisión” (véase Boyd K. Packer, “La revelación en un mundo inconstante”, Liahona, enero de 1990, pág. 14).

  • ¿Cuáles son las señales de que soy impotente ante mi comportamiento adictivo?

  • ¿Cómo me está afectando mi adicción?

  • ¿Qué secretos oculto de los demás?

  • ¿Hasta qué punto he llegado para mantener mi comportamiento adictivo?

  • ¿Qué valores o normas he traspasado?

  • ¿De qué modo he justificado estas elecciones?

Hambre y sed

“Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados” (Mateo 5:6).

“Y mi alma tuvo hambre; y me arrodillé ante mi Hacedor, y clamé a él con potente oración y súplica por mi propia alma; y clamé a él todo el día; sí, y cuando anocheció, aún elevaba mi voz en alto hasta que llegó a los cielos” (Enós 1:4).

  • En estos dos pasajes de las Escrituras aprendemos que nuestra alma puede tener hambre. ¿Me sentí alguna vez vacío por dentro aun cuando no tenía hambre física? ¿Cuál es la causa de ese vacío?

  • ¿De qué modo puede el hambre de cosas espirituales ayudarme a ser más honesto?

Honradez

“Quizás haya quienes consideren que la cualidad de carácter a la que denominamos ‛integridad’ es un tema muy trillado; sin embargo, yo creo que es la esencia misma del evangelio. Sin ella, nuestra vida […] se desintegrarí[a] convirtiéndose en inmundicia y caos” (Gordon B. Hinckley, “Creemos en ser honrados”, Liahona, junio de 1993, pág. 4).

  • ¿Cuáles son las maneras en que he mentido y tratado de ocultar mi adicción de mí mismo y de los demás? ¿De qué manera esta actitud ha generado “inmundicia y caos”?

Humildad

“Y porque sois obligados a ser humildes, benditos sois; porque en ocasiones el hombre, si se ve obligado a ser humilde, busca el arrepentimiento; y de seguro, el que se arrepienta hallará misericordia; y quien halle misericordia y persevere hasta el fin, será salvo” (Alma 32:13).

  • ¿Qué circunstancias me han obligado a ser humilde y arrepentirme?

  • ¿Qué esperanza me ofrece Alma? ¿Cómo puedo hallar o recibir esa esperanza?

Circundado por las tentaciones

“Me veo circundado a causa de las tentaciones y pecados que tan fácilmente me asedian.

“Y cuando deseo regocijarme, mi corazón gime a causa de mis pecados; no obstante, sé en quién he confiado.

“Mi Dios ha sido mi apoyo; él me ha guiado por entre mis aflicciones en el desierto; y me ha preservado sobre las aguas del gran mar.

“Me ha llenado con su amor hasta consumir mi carne” (2 Nefi 4:18–21).

  • Cuando Nefi se sintió abrumado, ¿en quién depositó su confianza?

  • ¿Qué puedo hacer para confiar más en el Señor?

“Sé que el hombre no es nada”

“Y sucedió que por el espacio de muchas horas Moisés no pudo recobrar su fuerza natural según el hombre, y se dijo a sí mismo: Por esta causa, ahora sé que el hombre no es nada, cosa que yo nunca me había imaginado” (Moisés 1:10).

  • ¿En qué sentido no soy nada cuando no cuento con la ayuda de Dios?

  • ¿En qué sentido soy de inmenso valor?

  • ¿De qué modo el reconocer mi necesidad de apoyarme en Dios me conduce a admitir mi propia “nulidad” y llegar a ser como un niño pequeño? (Mosíah 4:5; véase también Mosíah 3:19).

Imprimir