Adicción
Paso 11: Valernos de la oración y la meditación para conocer la voluntad del Señor y tener la capacidad de llevarla a cabo


“Paso 11: Valernos de la oración y la meditación para conocer la voluntad del Señor y tener la capacidad de llevarla a cabo”, Sanación mediante el Salvador — Programa para recuperarse de las adicciones: Guía para recuperarse en 12 pasos, 2023

“Paso 11”, Programa para recuperarse de las adicciones: Guía para recuperarse en 12 pasos

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Paso 11: Valernos de la oración y la meditación para conocer la voluntad del Señor y tener la capacidad de llevarla a cabo.

Principio clave: La revelación personal

En el paso 11, asumimos el compromiso diario de procurar conocer la voluntad del Señor y orar para recibir la fuerza para llevarla a cabo. Descubrimos que Dios desea hablar con nosotros y que podemos aprender a escucharlo. El presidente Russell M. Nelson declaró: “¿Quiere Dios realmente hablarles? ¡Sí!” (“Revelación para la Iglesia, revelación para nuestras vidas”, Liahona, mayo de 2018, pág. 95). El propósito de este paso es mejorar nuestra capacidad de escuchar a Jesucristo, recibir revelación personal y obtener el poder de vivir nuestra vida en consecuencia. Este deseo de recibir revelación personal contrasta notablemente con los deseos intensos que experimentábamos cuando nos hallábamos perdidos en nuestras adicciones.

En el pasado, pensábamos que la esperanza, el gozo, la paz y la satisfacción vendrían de fuentes terrenales, como el alcohol, las drogas, la lujuria, la alimentación poco saludable u otros comportamientos adictivos o compulsivos. Nuestro patrón era evitar las emociones negativas al anestesiarlas con nuestras adicciones. Algunos de nosotros intentábamos llenar el vacío de nuestra vida con cualquier cosa, menos con Dios. Con el tiempo descubrimos que cualquier efecto positivo de nuestras adicciones eran soluciones falsas a corto plazo que nos dejaban vacíos.

Buscar la revelación es un paso importante para lograr una recuperación duradera. El presidente Nelson dijo: “Los exhorto a que se esfuercen más allá de su capacidad espiritual actual para recibir revelación personal, porque el Señor ha prometido: ‘Si pides, recibirás revelación tras revelación, conocimiento sobre conocimiento, a fin de que conozcas los misterios y las cosas apacibles, aquello que trae gozo, aquello que trae la vida eterna’ [Doctrina y Convenios 42:61]” (“Revelación para la Iglesia, revelación para nuestras vidas”, pág. 95).

Hemos comenzado a apreciar cuánto necesitamos al Salvador, Jesucristo, y a comprender Su función en nuestra vida. Algunos de nosotros nos sentíamos torpes e inexpertos cuando orábamos, pero comenzamos a orar al Padre en el nombre de Jesucristo para tener una relación más cercana con Él. Sabemos que podemos hacer mucho más con Él de lo que jamás podríamos hacer sin Él. Comenzamos a aprender que recuperarse no solo se centra en la adicción o la sobriedad; abarca invitar la guía del Señor en todos los aspectos de nuestra vida.

La oración, la meditación y el estudio de las Escrituras son fundamentales para venir a Cristo. Pueden ayudarnos a escuchar Su voz y recibir poder para realizar Su voluntad. Intentamos orar con humildad, sabiendo que dependemos de la guía y fuerza divinas del Señor. Nos tomamos un momento y meditamos a lo largo del día, haciendo un esfuerzo por calmar nuestra mente y escuchar la voz apacible y delicada. Estudiamos las Escrituras, especialmente el Libro de Mormón, porque testifican de la disposición del Señor a darnos orientación y poder. Al hacer estas cosas, recibimos revelación personal y la bendición de “siempre […] tener su Espíritu [con nosotros]” para que nos guíe, oriente y reconforte (Moroni 4:3).

Para muchos de nosotros, la idea de recibir revelación personal era difícil, porque creíamos que no éramos dignos del amor de Dios. Durante nuestras adicciones, pensábamos que el Padre Celestial y Jesucristo no se preocupaban lo suficiente como para comunicarse con nosotros o que habíamos perdido el derecho de recibir revelación debido a nuestro pasado. Algunos de nosotros pensamos que nunca habíamos recibido revelación personal. Orábamos o meditábamos, y nada parecía suceder. No sentíamos nada especial ni recibíamos una respuesta reconocible. Cuando esto sucedía, surgía nuestra antigua forma de pensar: “Dios puede ayudar a otras personas, pero no me ayuda a mí”.

Muchos de nosotros todavía luchamos con estos sentimientos. Sin embargo, a medida que adquirimos consciencia de Su amor y misericordia, esas creencias falsas se destruyeron. Nuestra confianza en que Él nos ama lo suficiente como para comunicarse con nosotros puede aumentar conforme ponemos en práctica el paso 11 en nuestra vida.

Trabajar en el paso 11 requiere que tengamos fe en que Él nos responderá y en que podemos aprender a reconocer Su voz. Puede ser que no suceda con rapidez o con una señal milagrosa del cielo, pero podemos escuchar y ser pacientes. Todos lo escuchamos de diferentes maneras. A veces no recibimos una indicación específica de inmediato. Esto no significa que Él no nos ama. Más bien, puede significar que quiere que aprendamos a confiar en Él y poner en práctica las verdades que ya nos ha dado. Nuestra confianza en Él nos ayuda a estar dispuestos a esperarlo y a mejorar la capacidad de escuchar Su voz (para obtener más información, véase Richard G. Scott, “Cómo reconocer las respuestas a las oraciones”, Liahona, enero de 1990, pág. 31).

El Señor a menudo contesta nuestras oraciones por medio de otras personas. El presidente Spencer W. Kimball enseñó: “Dios nos tiene en cuenta y vela por nosotros; pero generalmente es por medio de otra persona que Él atiende a nuestras necesidades” (véase “La vida plena”, Liahona, junio de 1979, pág. 3). Es importante que nos comuniquemos con otras personas, en especial con quienes pertenecen a nuestro sistema de apoyo. Podemos escuchar Su voz a través de nuestros líderes de la Iglesia, familiares y amigos, mediante la lectura de las Escrituras, el estudio de los discursos de la conferencia y al escuchar música sagrada. También podemos recibir inspiración y guía regularmente cuando asistimos a las reuniones para recuperarse y trabajamos en los pasos para recuperarse con nuestro padrino.

Mejorar nuestra capacidad de buscar y recibir revelación requiere práctica y paciencia. “Indudablemente, tal vez haya ocasiones en que piensen que los cielos están cerrados, pero les prometo que a medida que sigan siendo obedientes, expresando gratitud por cada bendición que el Señor les dé, y en tanto honren con paciencia el tiempo del Señor, se les dará el conocimiento y la comprensión que buscan. Todas las bendiciones que el Señor tiene para ustedes, incluyendo los milagros, vendrán a continuación. Eso es lo que la revelación personal les traerá” (Russell M. Nelson, “Revelación para la Iglesia, revelación para nuestras vidas”, pág. 96).

Pasos a seguir

Este es un programa de acción. Nuestro progreso depende de poner en práctica los pasos de forma constante en nuestra vida diaria. Esto se conoce como “trabajar en los pasos”. Las siguientes acciones nos permiten venir a Cristo y recibir la orientación y el poder necesarios para dar el siguiente paso para nuestra recuperación.

Venir a Jesucristo a través de la oración, el ayuno y la meditación

Para aquellos que tenemos poca experiencia con la oración, las palabras del élder Richard G. Scott son tranquilizadoras: “No se preocupen si expresan con torpeza sus sentimientos. Solo hablen con su Padre. Él escucha toda oración y la contesta a Su modo” (véase “Cómo reconocer las respuestas a las oraciones”, Liahona, enero de 1990, pág. 31). También fue beneficioso repasar las partes de la oración. Nos dirigimos al Padre Celestial por Su nombre, le decimos las cosas por las que estamos agradecidos, le pedimos las bendiciones que necesitamos y luego terminamos en el nombre de Jesucristo. Nos arrodillamos, si nuestro cuerpo nos lo permite. A menudo, oramos en voz alta al Padre y buscamos Su guía por medio del Espíritu Santo (véase Romanos 8:26). No necesitamos adornar nuestras palabras. Podemos ser honestos y compartir nuestro corazón con el Padre Celestial.

Muchos de nosotros aprendimos a levantarnos temprano y pasar tiempo en silencio para estudiar y orar. Programamos un tiempo para orar y meditar, en general por la mañana. Durante ese tiempo, podemos poner a Dios en primer lugar, antes que cualquier otra persona o cosa en el día. Entonces estudiamos, utilizando las Escrituras y las enseñanzas de los profetas modernos como guía para nuestra meditación. El ayuno puede ser una poderosa herramienta para mejorar este esfuerzo. Luego, escuchamos al corazón y la mente para tratar de oírlo o sentirlo a Él. Anotamos nuestros pensamientos e impresiones a medida que oramos y meditamos.

Una vez que este momento precioso y privado ha concluido, no dejamos de orar. La oración silenciosa en lo más recóndito del corazón y la mente se convierte en nuestra forma de pensar a lo largo del día. Pedimos consejo al Señor al interactuar con otras personas, al tomar decisiones y al lidiar con las emociones y las tentaciones. Continuamente invitamos y procuramos Su Espíritu para qué esté con nosotros y nos guíe a fin de hacer lo correcto (véanse Salmo 46:1, Alma 37:36–37 y 3 Nefi 20:1).

Meditar en quietud y silencio

Muchos de nosotros descubrimos que la meditación nos permite buscar revelación y guía del Señor. Buscamos un lugar tranquilo y sin distracciones. El presidente Russell M. Nelson declaró: “Los momentos apacibles son momentos sagrados” (“Lo que estamos aprendiendo y que jamás olvidaremos”, Liahona, mayo de 2021, pág. 80). Puede ser de ayuda estar en una posición cómoda. Despejamos la mente y nos relajamos. Respiramos varias veces lenta y profundamente.

A continuación, pensamos y reflexionamos sobre las cosas que son importantes para nosotros y escuchamos los pensamientos que llegan a nuestra mente. Podemos pensar en los desafíos que afrontamos, en especial aquellos relacionados con nuestra recuperación o nuestras relaciones. Podemos pensar en los versículos de las Escrituras o en los discursos de la conferencia general que estemos estudiando. Podemos simplemente pensar en el día que tenemos por delante y en la guía que necesitamos. Incluso podemos registrar en un diario los pensamientos que acuden a nuestra mente para tener mayor claridad. Después de este momento de quietud, seguimos buscando la guía y el poder del Señor durante todo el día, mientras nos esforzamos por “mira[r] hacia [Él] en todo pensamiento” (Doctrina y convenios 6:36).

El presidente M. Russell Ballard nos enseñó: “Es importante permanecer quietos y escuchar y seguir al Espíritu. Simplemente tenemos demasiadas distracciones, como en ninguna otra época de la historia. Todos necesitamos tiempo para meditar y reflexionar […]. Todos necesitamos tiempo para examinarnos a nosotros mismos o para llevar a cabo una entrevista personal regular con nosotros mismos. A menudo estamos tan ocupados, y el mundo es tan ruidoso que es difícil oír las palabras celestiales: ‘Quedaos tranquilos, y sabed que yo soy Dios’ [Salmo 46:10]” (“Be Still, and Know That I Am God”, devocional del Sistema Educativo de la Iglesia para jóvenes adultos, 4 de mayo de 2014, broadcasts.ChurchofJesusChrist.org).

Estudio y comprensión

Los siguientes pasajes de las Escrituras y declaraciones de los líderes de la Iglesia pueden ayudarnos a recuperarnos. Podemos utilizarlos para meditar, estudiar y escribir en un diario. Debemos recordar ser sinceros y específicos cuando escribimos para aprovechar al máximo los beneficios de ello.

Allegarnos al Señor

“Allegaos a mí, y yo me allegaré a vosotros; buscadme diligentemente, y me hallaréis; pedid, y recibiréis; llamad, y se os abrirá” (Doctrina y Convenios 88:63).

El Señor respeta nuestra voluntad y nuestro albedrío. Nos permite decidir acercarnos a Él libremente. Él se allega a nosotros cuando lo invitamos a hacerlo.

  • ¿Cómo me allegaré a Él hoy?

Expresar gratitud

“Orad sin cesar. Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús. No apaguéis el Espíritu” (1 Tesalonicenses 5:17–19).

Cuando recordamos sentir gratitud por todas las cosas de nuestra vida, incluso por aquellas que no comprendemos, podemos mantener un contacto continuo con Dios, lo que Pablo llamó “ora[r] sin cesar”. Intente dar gracias a Dios durante todo el día.

  • ¿Cómo influye esta práctica de gratitud en mi cercanía con el Espíritu?

Deleitarse en las palabras de Cristo

“Los ángeles hablan por el poder del Espíritu Santo; por lo que declaran las palabras de Cristo. Por tanto, os dije: Deleitaos en las palabras de Cristo; porque he aquí, las palabras de Cristo os dirán todas las cosas que debéis hacer” (2 Nefi 32:3).

En este versículo Nefi enseñó que, cuando nos deleitamos en las palabras de Cristo, estas nos guían en todo lo que debemos saber y hacer. Imagine cómo sería que Jesucristo caminara y hablara con usted todo el día.

  • ¿Cómo me siento cuando medito sobre esta imagen?

Recibir revelación personal

“El Salvador dijo: ‘Hablaré a tu mente y a tu corazón por medio del Espíritu Santo’ (D. y C. 8:2; cursiva agregada) […]. Una impresión a la mente es algo muy específico. Las palabras detalladas se pueden escuchar o sentir y escribirse como si las instrucciones estuvieran siendo dictadas. La comunicación al corazón es una impresión más general” (Richard G. Scott, “Helping Others to Be Spiritually Led”, discurso pronunciado en el Simposio del Sistema Educativo de la Iglesia, 11 de agosto de 1998, págs. 3–4).

A medida que aumente nuestra comprensión de la revelación personal, la reconoceremos con más frecuencia y en una mayor variedad de formas.

  • ¿En qué manera he recibido impresiones y revelación del Señor?

“He aquí, os digo que el Santo Espíritu de Dios me […] hace saber [las cosas de que he hablado]. He aquí, he ayunado y orado muchos días para poder saber estas cosas por mí mismo. Y ahora sé por mí mismo que son verdaderas; porque el Señor Dios me las ha manifestado por su Santo Espíritu; y este es el espíritu de revelación que está en mí” (Alma 5:46).

Ayunar del modo en que el Señor lo ha ordenado puede darnos un gran poder que, de otra manera, no tendríamos (véase Mateo 17:14–21). De hecho, podemos ayunar específicamente para superar la adicción. Isaías enseñó: “¿No es más bien el ayuno que yo escogí: desatar las ligaduras de la maldad, soltar las cargas de opresión, y dejar libres a los quebrantados y romper todo yugo?” (Isaías 58:6).

  • ¿En qué forma el ayuno y la oración han mejorado mi capacidad para recibir revelación?

“La idea de que la lectura de las Escrituras conduce a la inspiración y la revelación abre la puerta a la verdad de que un pasaje de las Escrituras no se limita a su significado original, sino que también puede incluir otro para el lector actual. Es más, la lectura de las Escrituras puede conducir hacia una revelación actual sobre cualquier cosa que el Señor desee comunicar al lector. No exageramos cuando decimos que las Escrituras pueden ser un Urim y Tumin para ayudarnos a cada uno de nosotros a recibir revelación personal” (Dallin H. Oaks, “Scripture Reading and Revelation”, Ensign, enero de 1995, pág. 8).

Aprender el idioma de las Escrituras es muy parecido a aprender un idioma extranjero: la mejor manera de aprenderlo es sumergirnos en él, leerlo y estudiarlo todos los días.

  • ¿En qué ocasiones he recibido revelación por medio de un pasaje de las Escrituras?

Recibir el consejo del Señor

“No procuréis aconsejar al Señor, antes bien aceptad el consejo de su mano. Porque he aquí, vosotros mismos sabéis que él aconseja con sabiduría, con justicia y con gran misericordia sobre todas sus obras” (Jacob 4:10).

Puede que nuestras oraciones no hayan tenido eficacia en el pasado debido al tiempo que pasamos aconsejando al Señor, diciéndole lo que queríamos, en vez de procurar Su voluntad sobre nuestras decisiones y conducta.

  • ¿He tenido alguna experiencia reciente con la oración? Si es así, ¿estuvo mi oración repleta de consejos para el Señor o provenientes de Él?

  • ¿Estoy dispuesto a escuchar y recibir Su consejo?

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