Adicción
Paso 8: Hacer una lista con los nombres de todas las personas que hemos lastimado y estar dispuestos a reparar nuestros agravios


“Paso 8: Hacer una lista con los nombres de todas las personas que hemos lastimado y estar dispuestos a reparar nuestros agravios”, Sanación mediante el Salvador — Programa para recuperarse de las adicciones: Guía para recuperarse en 12 pasos, 2023

“Paso 8”, Programa para recuperarse de las adicciones: Guía para recuperarse en 12 pasos

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una mujer hablándole al grupo

Paso 8: Hacer una lista con los nombres de todas las personas que hemos lastimado y estar dispuestos a reparar nuestros agravios.

Principio clave: La preparación para enmendar errores

Antes de que comenzáramos a recuperarnos, nuestro estilo de vida basado en la adicción era como un tornado lleno de energía destructiva que terminaba con nuestras relaciones y dejaba un gran desastre a su paso. Al trabajar en el paso 7, sentimos el poder sanador de la misericordia del Salvador y nos sentimos ansiosos por reparar las relaciones rotas. El paso 8 nos da la oportunidad de escribir una lista de las personas y las instituciones a las que dañamos y luego hacer un plan para reparar y reconstruir nuestras relaciones.

Al trabajar en los pasos de la recuperación, descubrimos que uno de los aspectos inspirados de los 12 pasos es el orden en el que están escritos. A menudo, hay un paso de preparación que viene antes de un paso que requiere de una gran valentía. El paso 8, junto con todos los pasos anteriores, es nuestra preparación para el paso 9, el cual requiere un valor que va más allá del nuestro.

Aprendimos de personas que ya habían trabajado en el paso 8 que apresurarnos impulsivamente para enmendar nuestros errores sin prepararnos puede ser tan perjudicial como no enmendarlos en absoluto. Por ello, nos tomamos el tiempo para orar, buscar asesoramiento de personas en las que confiamos, como nuestros padrinos o líderes de la Iglesia, y elaborar un plan. Esta preparación en el paso 8 impidió que siguiéramos dañando nuestras relaciones cuando empezamos a comunicarnos con las personas en el paso 9.

Hacer una lista

Antes de poder reconstruir las relaciones, debíamos identificar las que estaban dañadas y hacer una lista. Utilizamos nuestro inventario del paso 4 para preparar la lista. A medida que repasamos nuestro inventario con espíritu de oración, el Espíritu nos ayudó a reconocer las relaciones que habíamos dañado. Aquellos de nosotros que hicimos una tabla cuando trabajamos en el paso 4, encontramos que fue más fácil identificar a estas personas e instituciones (consulte el apéndice para ver un ejemplo de una tabla).

Las siguientes pautas nos resultaron útiles cuando hicimos la lista. Nos preguntamos lo siguiente: “¿Hay o ha habido alguien en mi vida, en cuya presencia me sienta incómodo o avergonzado?”. Escribimos sus nombres y resistimos la tentación de justificar nuestros sentimientos o nuestras acciones negativas hacia ellos. Incluimos a las personas que herimos con intención y a las que herimos sin querer. Incluimos a las personas que habían fallecido y a las que no sabíamos cómo contactar. Nos centramos en estos casos especiales cuando trabajamos en el paso 9. Cuando trabajamos en el paso 8, nos concentramos en ser valientes en cuanto a nuestra honestidad.

Intentamos no dejar cosas pequeñas de lado. Pensamos sinceramente en el daño que causamos a los demás al satisfacer nuestras adicciones, aún si no habíamos sido agresivos con ellos. Enumeramos a seres queridos y amigos que habíamos dañado por ser rencorosos, irresponsables, irritables, críticos, impacientes, deshonestos y deshonrosos. Si incrementamos las cargas de otra persona de alguna manera, la incluimos en nuestra lista. Intentamos enumerar a todos los que se vieron afectados por las mentiras que dijimos, las promesas que rompimos y las formas en que los manipulamos o utilizamos. Pensamos en las personas que no habíamos perdonado y también las agregamos a la lista.

Después de enumerar a todos los que lastimamos, agregamos un nombre más a la lista, el nuestro. Al satisfacer nuestras adicciones, nos perjudicamos a nosotros mismos, además de hacer daño a los demás. La mejor forma en que podemos enmendar los errores cometidos contra nosotros mismos es recuperarnos de la adicción. Dios nos puede ayudar a perdonarnos y a arreglar las cosas. A medida que sentimos el amor y el perdón de Dios, nuestros sentimientos de vergüenza fueron reemplazados por el deseo de reparar el daño hecho.

Estar dispuestos

Después de hacer nuestra lista, debíamos estar dispuestos a enmendar nuestros errores. Muchos de nosotros descubrimos que no podíamos enumerar a las personas y las instituciones a las que habíamos perjudicado sin que nos distrajera el resentimiento hacia quienes también nos habían dañado. Con frecuencia, las personas quedan atrapadas con otras en terribles ciclos de resentimiento mutuo. Para romper esos ciclos, alguien tiene que estar dispuesto a perdonar.

Cuando confesamos nuestros sentimientos negativos con honestidad, Dios nos ayudó a romper el ciclo del resentimiento. Nos mostró que necesitamos perdonar a los demás, así como Él nos perdona. En la parábola del hombre al que perdonaron todas sus deudas, pero que no quiso perdonar a los demás, su señor le dijo: “Toda aquella deuda te perdoné, porque me rogaste. ¿No debías tú también haber tenido misericordia de tu consiervo, así como yo tuve misericordia de ti?” (Mateo 18:32–33).

Mientras nos esforzábamos por estar dispuestos a hacer las paces con las personas que nos habían lastimado, imploramos recibir la gracia de Cristo para que nos ayudara a extenderles la misma misericordia que Él nos brinda a nosotros. Tomamos el consejo del Salvador de orar por su bienestar y pedimos que recibieran todas las bendiciones que querríamos para nosotros mismos (véase Mateo 5:44).

Al trabajar en el paso 8, intentamos recordar que este paso no es un ejercicio pensado para avergonzar a nadie, ni a nosotros ni a los demás. Nuestra experiencia nos ha demostrado que el Salvador levanta las cargas de la culpa y la vergüenza a medida que contemplamos con honestidad nuestras relaciones problemáticas y nuestra participación en ellas. En el paso 8, comenzamos a relacionarnos con nosotros mismos, con los demás y con la vida con un corazón nuevo. Empezamos a sentir paz en nuestra vida, en lugar de discordia y negatividad.

Nos sentimos dispuestos a dejar de juzgar a las personas sin razón y a dejar de hacer un inventario de sus vidas y sus fallas. Nos sentimos dispuestos a dejar de minimizar nuestros propios comportamientos negativos o restarles importancia. Al estar dispuestos a enmendar nuestros errores, sentimos la paz que nos proporciona el saber que el Padre Celestial está complacido con nuestros esfuerzos. Este paso nos ayuda a adoptar las medidas que permiten que el Salvador nos libre de nuestros errores pasados. Estar dispuestos a enmendar errores nos preparó para trabajar en el paso 9.

Pasos a seguir

Este es un programa de acción. Nuestro progreso depende de poner en práctica los pasos de forma constante en nuestra vida diaria. Esto se conoce como “trabajar en los pasos”. Las siguientes acciones nos ayudan a venir a Cristo y a recibir la orientación y el poder necesarios para dar el siguiente paso para recuperarnos.

Hacer una lista de las personas que pudimos haber ofendido o lastimado

Nuestros padrinos nos guiaron mientras realizamos la lista y, una vez más, descubrimos que escribir es un método invaluable. Muchos de nosotros utilizamos el siguiente bosquejo para que el proceso se mantuviera simple y concreto.

Primero, utilizando nuestro inventario del paso 4, enumeramos a las personas o las instituciones con las que debíamos comunicarnos.

Junto a cada inciso, agregamos un breve motivo por el que necesitábamos enmendar errores.

Luego, según nos guió el Espíritu, hicimos un plan para comunicarnos con las personas de nuestra lista, ya fuera en persona, por teléfono, carta o correo electrónico. Repasamos los planes con nuestros padrinos o asesores de confianza.

Por último, incluimos una fecha límite. Dejamos un espacio para agregar la fecha en que nos comunicamos con la persona y los resultados del mismo. (la tabla en el apéndice es una herramienta útil).

Perdonar

Es difícil pedir perdón a las personas que nos han lastimado. Si tiene dificultades con esto, es posible que le resulte beneficioso hacer primero una lista de las personas que usted necesita perdonar y luego una lista de las personas a las que usted necesita pedirles perdón. Es posible que se sorprenda al ver que algunos nombres aparecen en ambas listas.

Debemos ser pacientes con nosotros mismos conforme nos esforzamos con espíritu de oración por perdonar a las personas que incluimos en las listas. El presidente James E. Faust dijo: “La mayoría de nosotros necesita tiempo para curar las heridas del dolor y de la pérdida. Podemos encontrar todo tipo de excusas para posponer el perdón, una de las cuales es esperar a que el malhechor se arrepienta [y haga las paces con nosotros] antes de perdonarlo; pero tal demora causa que perdamos la paz y felicidad que podrían ser nuestras. La insensatez de continuamente pensar en las heridas del pasado no trae felicidad […]. Si somos capaces de perdonar a aquellos que nos han causado dolor y daño, nos elevaremos a un nivel mayor de autoestima y de bienestar” (“El poder sanador del perdón”, Liahona, mayo de 2007, pág. 68).

Perdonar a alguien no quiere decir que condonamos sus malas decisiones ni que permitimos que nos maltraten. Pero el perdón sí nos permite avanzar espiritual, emocional y físicamente. Así como quienes nos han herido están esclavizados, nuestra falta de disposición para perdonarlos nos puede mantener cautivos. Cuando perdonamos, dejamos atrás sentimientos que tienen el poder de convertirse “en una llaga que se infecte y que al final destruya” (Thomas S. Monson, “Cuñas escondidas”, Liahona, julio de 2002, pág. 21). El perdón también nos ayuda a tener el Espíritu en mayor abundancia y a continuar por el camino del discipulado. Tal como el presidente Dieter F. Uchtdorf, en ese entonces miembro de la Primera Presidencia, nos recuerda: “El cielo está lleno de aquellos que tienen esto en común: Han sido perdonados y perdonan” (“Los misericordiosos alcanzan misericordia”, Liahona, mayo de 2012, pág. 77).

Orar para tener caridad

Si bien es posible que la mera idea de enmendar errores le cause terror, al igual que a nosotros, testificamos que, con la ayuda del Salvador, puede llegar a estar dispuesto a encontrarse con las personas de su lista cuando se presente la ocasión. Nos preparamos para reparar nuestros errores al orar para tener el valor de vivir por la fe en Dios, y no por el temor a lo que las personas podrían hacer o decir. Además, tratamos de seguir los principios del Evangelio, en lugar de la vergüenza o el temor. Uno de los principios poderosos que nos ayudó fue la caridad, “el amor puro de Cristo” (Moroni 7:47).

Antes de trabajar en el paso 8, a muchos de nosotros nos sorprendió sentir el amor de Jesucristo, a pesar de todas nuestras imperfecciones. Este amor de Él nos hizo sentir un gran amor por Él y nos dio el deseo de seguirlo. Al hacer nuestro mejor esfuerzo por seguirlo, fuimos llenos de Su amor por nosotros y por los demás. Oramos para tener caridad y, con el tiempo, notamos que estábamos más dispuestos a perdonar a las personas y a reparar el mal hecho. Además, encontramos una mayor medida de amor y perdón hacia nosotros mismos. Le pedimos a Dios que ablandara el corazón de las personas de nuestra lista con caridad hacia nosotros y oramos a fin de tener la fortaleza para aceptar cualquier resultado.

Al orar para tener caridad, muchos de nosotros consideramos que fue útil elegir a una persona de nuestra lista y, de forma deliberada, arrodillarnos y orar por ella cada día durante dos semanas. Nuestra lista de errores a enmendar nos ayudó a ser específicos en nuestras oraciones al Padre Celestial en cuanto a nuestros sentimientos sin resolver. Al orar, incluso si las oraciones se sentían poco sinceras al principio, finalmente fuimos bendecidos con una compasión milagrosa. Incluso en situaciones extremas, Dios ha bendecido a las personas que oraron para tener caridad a fin de perdonar y enmendar sus errores.

Estudio y comprensión

Los siguientes pasajes de las Escrituras y declaraciones de los líderes de la Iglesia pueden ayudarnos a recuperarnos. Podemos utilizarlos para meditar, estudiar y escribir en un diario. Debemos recordar ser sinceros y específicos cuando escribimos para aprovechar al máximo los beneficios de ello.

Los pacíficos discípulos de Cristo

“Por tanto, quisiera hablaros a vosotros que sois de la iglesia, que sois los pacíficos discípulos de Cristo, y que habéis logrado la esperanza necesaria mediante la cual podéis entrar en el reposo del Señor, desde ahora en adelante, hasta que tengáis reposo con él en el cielo.

“Y juzgo esto de vosotros, mis hermanos, por razón de vuestra conducta pacífica para con los hijos de los hombres” (Moroni 7:3–4).

Durante los primeros siete pasos, comenzamos el proceso de llegar a ser pacíficos discípulos de Cristo. Cuando estamos en paz con Cristo, estamos mejor preparados para estar en paz con los demás.

  • ¿De qué manera el realizar en orden los pasos para recuperarme me ayuda a ser un pacífico discípulo de Cristo?

  • ¿Qué otras acciones necesito realizar para estar en paz con las personas en mi vida?

El perfecto amor de Dios

“En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor, porque el temor conlleva castigo, y el que teme, no se ha perfeccionado en el amor.

Nosotros […] amamos a [Dios], porque él nos amó primero” (1 Juan 4:18–19).

  • ¿Cómo puedo confiar en el perfecto amor que Dios siente por mí y por la persona que deseo que me perdone?

  • ¿En qué forma saber que Dios me ama a mí y a todos Sus hijos fortalece mi determinación de reparar los agravios siempre que sea posible?

Tender una mano a los demás

“No juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados.

“Dad, y se os dará; medida buena, apretada, remecida y rebosante se os dará en vuestro regazo, porque con la misma medida con que midiereis, se os volverá a medir” (Lucas 6:37–38).

Si bien tal vez temamos que algunas personas rechacen nuestros intentos por hacer las paces, no debemos dejar que eso nos impida poner sus nombres en nuestra lista y prepararnos para comunicarnos con ellas. Las bendiciones que recibiremos son mucho mayores que el dolor.

“Cuanto más nos acerquemos a nuestro Padre Celestial, tanto más disposición habrá en nosotros de sentir compasión hacia las almas que estén pereciendo; sentimos el deseo de llevarlas sobre nuestros hombros y dejar atrás sus pecados […]. Si queréis que Dios os tenga misericordia, sed misericordiosos los unos con los otros” (José Smith, en History, 1838–1856 [Manuscript History of the Church], tomo C-1, apéndice, pág. 74, josephsmithpapers.org).

  • Todos somos almas imperfectas que necesitan la misericordia de Jesucristo. ¿De qué manera me ayuda saber que, al trabajar en el paso 8, estoy abriendo la puerta para recibir la misericordia y la gracia de Jesucristo?

Perdonar y pedir perdón

“Entonces Pedro, acercándose a él, dijo: Señor, ¿cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí? ¿Hasta siete?

“Jesús le dijo: No te digo hasta siete, sino aun hasta setenta veces siete” (Mateo 18:21–22).

Es más fácil perdonar y pedir perdón por una sola ofensa que perdonar o pedir perdón por situaciones prolongadas repletas de ofensas. Piense en relaciones pasadas o presentes con situaciones prolongadas que deba perdonar o por las que deba pedir perdón.

  • ¿Cómo puedo reunir la fuerza para perdonar y pedir perdón?

  • ¿De qué modo Jesucristo constituye el mayor ejemplo de perdón a otras personas? ¿Cómo puede ayudarme Su ejemplo a perdonar a los demás?

“Por tanto, os digo que debéis perdonaros los unos a los otros; pues el que no perdona las ofensas de su hermano, queda condenado ante el Señor, porque en él permanece el mayor pecado.

“Yo, el Señor, perdonaré a quien sea mi voluntad perdonar, mas a vosotros os es requerido perdonar a todos los hombres” (Doctrina y Convenios 64:9–10).

Jesús enseñó que el no perdonar a los demás es un mayor pecado que la ofensa inicial.

  • ¿De qué manera el negarme a perdonarme a mí mismo o a otra persona equivale a negar la Expiación del Salvador?

  • ¿Cómo pueden el resentimiento y la amargura dañarme física, emocional y espiritualmente?

Romper el ciclo de la amargura y la ofensa

El profeta José Smith describió cómo la amabilidad puede conducir al arrepentimiento y al perdón:

“Nada tiene mayor efecto en una persona para inducirla a abandonar el pecado, que llevarla de la mano y velar por ella con ternura. Cuando las personas me manifiestan la más mínima bondad y amor, ¡oh, qué poder ejerce aquello en mi alma!; mientras que un curso contrario tiende a agitar todos los sentimientos ásperos y contristar la mente humana” (José Smith, en History 1838–1856 [Manuscript of the Church], tomo C-1, apéndice, pág. 74, josephsmithpapers.org).

  • ¿Estoy dispuesto a ser el que rompa el ciclo de la amargura y la ofensa?

  • ¿De qué modo las personas que me han mostrado amabilidad y amor me inspiraron o motivaron a actuar de forma diferente?

  • ¿De qué manera podrían cambiar las relaciones problemáticas en mi vida al tratar a otras personas con amor y amabilidad?

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