Adicción
Paso 3: Decidir entregar nuestra voluntad y nuestra vida a Dios, el Padre Eterno, y a Su Hijo Jesucristo


“Paso 3: Decidir entregar nuestra voluntad y nuestra vida a Dios, el Padre Eterno, y a Su Hijo Jesucristo”, Sanación mediante el Salvador — Programa para recuperarse de las adicciones: Guía para recuperarse en 12 pasos, 2023

“Paso 3”, Programa para recuperarse de las adicciones: Guía para recuperarse en 12 pasos

Imagen
dos mujeres dándose aliento

Paso 3: Decidir entregar nuestra voluntad y nuestra vida a Dios, el Padre Eterno, y a Su Hijo Jesucristo.

Principio clave: La confianza en Dios

El paso 3 es el de la decisión. En los dos primeros pasos, reconocimos lo que no podíamos hacer por nosotros mismos y lo que necesitábamos que Dios hiciera por nosotros. En el paso 3, se nos presentó la única cosa que nosotros podemos hacer por Dios. Podemos decidir someter nuestra voluntad a Él y entregarle nuestra vida entera: el pasado, el presente y el futuro. El paso 3 es un acto que involucra al albedrío. Es la decisión más importante que tomamos en esta vida.

El élder Neal A. Maxwell dijo lo siguiente sobre esta, la decisión más significativa: “La sumisión de nuestra voluntad es la única cosa exclusivamente personal que tenemos para colocar sobre el altar de Dios. Es una doctrina difícil, pero es verdadera. Las muchas otras cosas que le damos a Dios, por muy bonito que sea de nuestra parte, son en realidad cosas que Él nos ha dado o prestado. Mas cuando nos sometemos y dejamos que nuestra voluntad sea absorbida en la voluntad de Dios, entonces, verdaderamente le estamos dando algo” (“Insights from My Life”, Ensign, agosto de 2000, pág. 9).

El presidente Boyd K. Packer describió su decisión de entregar su voluntad a Dios y la libertad que esa decisión le dio: “Tal vez, el mayor descubrimiento de mi vida, sin duda el mayor compromiso, se produjo cuando finalmente tuve la suficiente confianza en Dios para prestarle o cederle mi albedrío, sin compulsión ni presión […]. En sentido figurado, […] al tomar nuestro albedrío […] y decir: ‘Haré lo que me indiques’, aprendemos más tarde que, por haberlo hecho, lo poseemos aún más” (Obedience, discursos del año de la Universidad Brigham Young, 7 de diciembre de 1971, pág. 4).

Es posible que las primeras veces que acudimos a las reuniones para recuperarse nos sintiéramos presionados, o incluso forzados por otras personas a estar allí. Sin embargo, para dar el paso 3 tuvimos que decidir actuar por nosotros mismos. Nos dimos cuenta de que cambiar nuestra vida debía ser decisión nuestra. No se trataba de lo que nuestras familias y amigos pensaran o quisieran. Debíamos estar dispuestos a recuperarnos, independientemente de las opiniones o las elecciones de otras personas.

A medida que trabajamos en el paso 3, aprendimos que la recuperación era el resultado de los esfuerzos del Señor, mucho más que de los nuestros. Él obró el milagro cuando lo invitamos a entrar en nuestra vida. Elegimos permitirle a Dios que nos curara y redimiera. Decidimos permitirle que dirija nuestra vida, recordando, por supuesto, que Él siempre respeta nuestro albedrío. Depositamos nuestra vida en Sus manos cuando decidimos continuar con este programa para recuperarnos con un enfoque espiritual.

Cuando dimos ese paso, nos aterraba lo desconocido. ¿Qué iba a suceder si nos humillábamos y cedíamos nuestra vida y nuestra voluntad completamente al cuidado de Dios? Para muchos de nosotros la infancia fue muy dura y nos aterraba la idea de volver a ser tan vulnerables como niños pequeños. Debido a experiencias pasadas, estábamos convencidos de que comprometernos a recuperarnos era casi imposible. Habíamos visto a otras personas quebrantar muchos compromisos y nosotros mismos habíamos incumplido muchos. Sin embargo, decidimos probar lo que nuestros amigos que estaban recuperándose habían sugerido: “No consuman. Vayan a las reuniones. Pidan ayuda”. Los que nos precedieron en los pasos para recuperarse nos invitaban a experimentar este nuevo modo de vida. Aguardaron pacientemente a que estuviéramos dispuestos a abrirle la puerta a Dios, aunque solo fuera un poquito.

Jesucristo extiende la misma invitación: “He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré y cenaré con él, y él conmigo” (Apocalipsis 3:20).

Al principio, nuestros esfuerzos eran ansiosos y vacilantes. Depositábamos nuestra confianza en Jesucristo y después la retirábamos. Nos preocupaba que le disgustara nuestra incoherencia y que nos retirara Su apoyo y Su amor. Pero no lo hizo.

Poco a poco permitimos que Jesucristo nos demostrara Su poder sanador y la seguridad de seguir Su camino. Cada uno de nosotros se percató de que no solo teníamos que abandonar nuestras adicciones, sino que también debíamos entregar completamente nuestra voluntad y vida a Dios. Al hacerlo, descubrimos que Él es paciente y acepta nuestros esfuerzos dubitativos para someternos a Él en todas las cosas.

Nuestra capacidad para resistir la tentación ahora está anclada a someternos humildemente a la voluntad de Dios. Expresamos que necesitamos el poder de la Expiación del Salvador, y comenzamos a sentir ese poder dentro nuestro, fortaleciéndonos contra la siguiente tentación. Hemos aprendido a aceptar la vida en los términos del Salvador.

Someternos a Dios puede ser difícil. Requiere que renovemos nuestra dedicación a Su voluntad cada día, a veces cada hora o incluso cada instante. Cuando estamos dispuestos a hacerlo, encontramos la gracia y el poder habilitador para hacer lo que no podemos hacer por nosotros mismos.

La sumisión continua a la voluntad de Dios reduce el estrés y le otorga más sentido a nuestra vida. Nos sentimos menos irritados por las cosas pequeñas que solían molestarnos. Aceptamos la responsabilidad por nuestras acciones. Tratamos a otras personas como las trataría el Salvador. Tenemos los ojos, la mente y el corazón abiertos a la verdad de que la vida terrenal es desafiante y que siempre existirá la posibilidad de que nos produzca pesar y frustración, así como felicidad.

Cada día renovamos nuestro compromiso de someternos a la voluntad de Dios. Eso es a lo que la mayoría de nosotros se refiere cuando dice: “Un día a la vez”. Decidimos dejar atrás nuestra propia voluntad y el egoísmo que eran la raíz de nuestras adicciones. Y decidimos disfrutar otro día de la serenidad y la fortaleza que provienen de confiar en Dios y en Su bondad, poder y amor.

Los pasos 1, 2 y 3 nos ayudan a comprender cómo ejercer la fe. Una de las indicaciones más claras de trabajar en el paso 3 es que estamos dispuestos a confiar en Dios lo suficiente como para continuar con el paso siguiente.

Pasos a seguir

Este es un programa de acción. Nuestro progreso depende de poner en práctica los pasos de forma constante en nuestra vida diaria. Esto se conoce como “trabajar en los pasos”. Las siguientes acciones nos ayudan a venir a Cristo y a recibir la guía y el poder necesarios para dar el siguiente paso para recuperarnos.

Decidir confiar en Dios y obedecerle

Las siguientes palabras, adaptadas de la “Oración de la Serenidad” de Reinhold Niebuhr, nos ayudan a medida que decidimos confiar en Dios y obedecerle: “Dios, concédeme serenidad para aceptar todo aquello que no puedo cambiar, valor para cambiar lo que soy capaz de cambiar y sabiduría para entender la diferencia”. Estas palabras están en bella armonía con las palabras del profeta José Smith en Doctrina y Convenios 123:17: “Por tanto […], hagamos con buen ánimo cuanta cosa esté a nuestro alcance; y entonces podremos permanecer tranquilos, con la más completa seguridad, para ver la salvación de Dios y que se revele su brazo”.

Dios nos concede serenidad cuando confiamos en Su capacidad de ayudarnos. Aceptamos que, si bien no podemos controlar las decisiones ni las acciones de los demás, sí podemos decidir cómo actuaremos en cada situación que afrontemos. Decidimos confiar con valor en nuestro Padre Celestial y actuar según Su voluntad. Entregamos nuestra voluntad y nuestra vida a Su cuidado. Decidimos obedecerle y guardar Sus mandamientos.

En nuestra recuperación, hemos descubierto que necesitamos aplicar el paso 3 con frecuencia. A veces pareciera que necesitamos volver a comprometernos a cada momento o cada día. No importa cuántas veces tengamos que hacerlo. Cada vez que lo hacemos, sentimos la ayuda de Dios y Su amor, y somos fortalecidos en nuestra recuperación. El élder Neal A. Maxwell nos recordó: “La sumisión espiritual no se logra en un instante, sino con mejoras graduales y mediante el uso de peldaños sucesivos que, de todos modos, se deben ascender uno a la vez. Nuestra voluntad finalmente puede ser ‘absorbida en la voluntad del Padre’ a medida que estemos ‘dispuesto[s] a someter[nos]… tal como un niño se somete a su padre’ (véanse Mosíah 15:7; 3:19)” (“Consagr[ad] vuestra acción”, Liahona, julio de 2002, págs. 39–40).

Revisar y renovar los convenios con Dios

Confiar en Dios en todas las cosas puede equipararse a cambiar de anteojos y ver todo con claridad. Cuando decidimos rendir nuestra voluntad a Dios, comenzamos a experimentar el consuelo y el gozo que vienen de buscar y hacer la voluntad del Padre Celestial. Una manera de demostrar nuestra disposición a confiar en Dios es prepararnos para participar dignamente de la Santa Cena.

Hable con su obispo o presidente de rama sobre su adicción y su decisión de hacer la voluntad de Dios. Esfuércese por asistir a la reunión sacramental cada semana. Durante la ordenanza de la Santa Cena, preste suma atención a las oraciones sacramentales y considere los dones que le ofrece el Padre Celestial. Luego, renueve su compromiso de aceptar y seguir Su voluntad para su vida al participar de la Santa Cena, si su obispo o presidente de rama considera que está listo para hacerlo.

Al avanzar en recuperarse, usted mismo se sentirá más dispuesto a estar entre quienes honran el sacrificio del Salvador. Comenzará a experimentar la realidad de que “ninguna cosa es imposible para Dios” (Lucas 1:37).

Estudio y comprensión

Los siguientes pasajes de las Escrituras y declaraciones de los líderes de la Iglesia pueden ayudarnos a recuperarnos. Podemos utilizarlos para meditar, estudiar y escribir en un diario. Nuestra naturaleza es buscar la opción más fácil y menos incómoda para recuperarnos. Sin embargo, ahora sabemos que ser honestos y específicos es más beneficioso. A medida que revisamos las respuestas a las siguientes preguntas con nuestros padrinos y con otras personas, notamos con claridad nuestras perspectivas e intenciones.

Estar en armonía con la voluntad de Dios

“Por tanto, mis amados hermanos, reconciliaos con la voluntad de Dios, y no con la voluntad del diablo y la carne; y recordad, después de haberos reconciliado con Dios, que tan solo en la gracia de Dios, y por ella, sois salvos” (2 Nefi 10:24).

  • ¿Qué significa la palabra reconciliar?

  • ¿Qué significa vivir mi vida en armonía con la voluntad de Dios?

  • ¿Cómo puedo sentir el poder habilitador de Dios en mi vida cuando acudo a Él?

  • ¿Cómo me siento en cuanto a dejar que Dios dirija mi vida?

  • ¿Qué me impide permitir que Él dirija mi vida?

Someternos a la voluntad de Dios

“Y aconteció que las cargas que se imponían sobre Alma y sus hermanos fueron aliviadas; sí, el Señor los fortaleció de modo que pudieron soportar sus cargas con facilidad, y se sometieron alegre y pacientemente a toda la voluntad del Señor” (Mosíah 24:15).

Dios pudo haber eliminado las cargas de Alma y de su pueblo. Sin embargo, Él los fortaleció de modo que “pudieron soportar sus cargas con facilidad”. Observe que ellos no se quejaron, sino que se sometieron alegre y pacientemente a la voluntad de Dios. Piense en la humildad que se necesita para estar dispuesto a que una carga se alivie de forma gradual y no de inmediato.

  • ¿Qué significa someterse a Dios?

  • ¿Cómo me someto yo?

  • ¿Cómo me siento en cuanto a someterme gustosa y pacientemente a los tiempos de Dios?

  • ¿Cómo puedo tener el valor para seguir intentando hacer Su voluntad?

Ayunar y orar

“No obstante, ayunaron y oraron frecuentemente, y se volvieron más y más fuertes en su humildad, y más y más firmes en la fe de Cristo, hasta henchir sus almas de gozo y de consolación; sí, hasta la purificación y santificación de sus corazones, santificación que viene de entregar el corazón a Dios” (Helamán 3:35).

  • Este versículo describe a un pueblo que entregó su corazón a Dios. ¿Cómo puede el ayuno ayudarme a entregar mi corazón a Dios y abstenerme de la adicción?

  • ¿Me comprometeré a orar en el momento de la tentación en busca de humildad y fe en Cristo? ¿Por qué sí o por qué no?

  • ¿Cuán fuerte es mi disposición a entregar mi corazón a Dios, en vez de a la adicción?

Humillarnos ante Dios

“Mas he aquí, los libró porque se humillaron ante él; y porque clamaron a él poderosamente, los libró del cautiverio; y así es como en todos los casos el Señor obra con su poder entre los hijos de los hombres, extendiendo su brazo de misericordia hacia aquellos que ponen su confianza en él” (Mosíah 29:20).

Humillarnos es una decisión. Es posible que seamos tentados a creer que a pesar de que Dios ha ayudado a otras personas, Él no nos ayudará a nosotros porque no tenemos remedio y somos un caso perdido. Podemos reconocer que eso es mentira. La verdad es que somos hijos de Dios.

  • ¿Cómo me ayuda este conocimiento a humillarme y procurar la ayuda de Dios?

  • ¿Qué otros pensamientos y creencias falsas sobre Dios y sobre mí me han impedido clamar a Dios fervientemente para que me libre de la esclavitud?

Decidir confiar en Dios

“Y ahora quisiera que fueseis humildes, que fueseis sumisos y dóciles; fáciles de ser tratables; llenos de paciencia y longanimidad; siendo moderados en todas las cosas; siendo diligentes en guardar los mandamientos de Dios en todo momento; pidiendo las cosas que necesitéis, tanto espirituales como temporales; siempre dando gracias a Dios por las cosas que recibís” (Alma 7:23).

Confiar en Dios es una decisión. La recuperación sucede mediante el poder de Dios, pero solamente después de que decidimos someternos a Su voluntad. Entonces nuestra decisión abre el canal para que Su poder fluya en nuestra vida. Estos pasajes de las Escrituras describen las cualidades que necesitamos para entregar nuestra vida y nuestra voluntad al cuidado de Dios.

  • ¿Cuáles de estas cualidades me faltan?

  • ¿Quién me puede ayudar a desarrollar las cualidades que me faltan?

  • ¿En qué cualidades puedo trabajar hoy?

  • ¿Qué puedo hacer ahora para comenzar a desarrollar estas cualidades?

Volvernos como un niño

“Porque el hombre natural es enemigo de Dios, y lo ha sido desde la caída de Adán, y lo será para siempre jamás, a menos que se someta al influjo del Santo Espíritu, y se despoje del hombre natural, y se haga santo por la expiación de Cristo el Señor, y se vuelva como un niño: sumiso, manso, humilde, paciente, lleno de amor y dispuesto a someterse a cuanto el Señor juzgue conveniente infligir sobre él, tal como un niño se somete a su padre” (Mosíah 3:19).

Muchos de nosotros hemos experimentado un trato poco amable por parte de nuestros padres o tutores, por lo tanto, volvernos “como un niño” es algo desafiante, quizás incluso aterrador.

  • ¿Es ese mi caso? ¿Tengo problemas sin resolver con mis padres?

  • ¿Qué puedo hacer para separar mis sentimientos por mis padres de mis sentimientos por Dios?

Estar en comunión con Dios

“[Jesús] puesto de rodillas oró, diciendo: Padre, si quieres, pasa de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya” (Lucas 22:41–42).

En esta oración, el Salvador mostró Su disposición a someterse al Padre Celestial. Expresó Sus deseos, pero luego, con humildad, hizo la voluntad de Su Padre. Es una bendición poder expresarle nuestros sentimientos a Dios.

  • ¿De qué manera el saber que el Padre Celestial comprende mi miedo, mi dolor o lo que sea que esté sintiendo, me ayuda a decir con sinceridad: “Hágase tu voluntad”?

Imprimir