Adicción
Paso 6: Prepararnos por completo para que Dios erradique todas las debilidades de nuestro carácter


“Paso 6: Prepararnos por completo para que Dios erradique todas las debilidades de nuestro carácter”, Sanación mediante el Salvador — Programa para recuperarse de las adicciones: Guía para recuperarse en 12 pasos, 2023

“Paso 6”, Programa para recuperarse de las adicciones: Guía para recuperarse en 12 pasos

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hombre sonriendo en un grupo

Paso 6: Prepararnos por completo para que Dios erradique todas las debilidades de nuestro carácter.

Principio clave: El cambio de corazón

Muchos de nosotros tuvimos éxito y hallamos sanación en el paso 5. Nos sorprendió nuestra transformación y nos sentimos agradecidos. La mayoría de nosotros notamos que nuestras adicciones nos tentaban con menor intensidad y frecuencia. Algunos de nosotros ya habíamos comenzado a notar las bendiciones de recuperarnos. Todos nos sentimos más cerca del Padre Celestial y sentimos más paz en nuestra vida. Con esos cambios tan poderosos, algunos nos preguntamos si eso era todo lo que debíamos hacer. No obstante, aún necesitábamos seguir sanando para continuar con nuestra recuperación y mantenerla.

Notamos que la abstinencia hacía que las debilidades de nuestro carácter fueran más visibles. Debido a que ya no utilizábamos la adicción como una vía de escape, podíamos ver nuestros problemas con más claridad. Intentamos controlar nuestros pensamientos y sentimientos negativos, pero continuaban reapareciendo, obsesionándonos y amenazando nuestra nueva vida en recuperación. Nos sentimos tentados a utilizar nuestros comportamientos adictivos y nuestra obstinación para tratar de controlar las debilidades de nuestro carácter y lidiar con el estrés como lo hacíamos en el pasado.

Quienes comprendían las implicaciones espirituales de recuperarse nos instaron a reconocer que, si bien los cambios externos en nuestra vida son maravillosos, Jesucristo tiene más bendiciones para nosotros. Otras personas nos ayudaron a ver que, si deseamos no solo evitar nuestras adicciones, sino también erradicar el deseo de volver a ellas, debíamos experimentar un cambio de corazón. Ese deseo de experimentar un cambio de corazón es el propósito del paso 6.

Es posible que se pregunte cómo puede lograr un cambio semejante. El paso 6, al igual que los pasos anteriores, puede parecer un desafío abrumador. No permita que esos sentimientos le desanimen. A pesar de lo doloroso que sea, quizás deba admitir, como hicimos nosotros, que reconocer y confesar las debilidades de nuestro carácter en los pasos 4 y 5 no equivale a estar preparados para abandonarlas. Puede que aún nos aferremos a nuestro comportamiento anterior mientras tratamos de lidiar con el estrés.

Lo más humillante que debemos reconocer es que es probable que estemos intentando cambiar sin la ayuda de Dios. El paso 6 requiere que entreguemos a Dios todo resto de orgullo y obstinación. Al igual que los pasos 1 y 2, el paso 6 requiere que nos humillemos y admitamos que necesitamos el poder redentor y transformador de Cristo. Después de todo, Su sacrificio expiatorio nos ha habilitado para trabajar en cada paso hasta este punto. El paso 6 no es una excepción.

Al acudir a Jesucristo en busca de ayuda para dar este paso, no nos sentiremos decepcionados. Si confiamos en Él y somos pacientes durante el proceso, veremos cómo nuestro orgullo es gradualmente reemplazado por humildad. Él esperará pacientemente a que nos cansemos de esforzarnos por cambiar solos y sin ayuda. Apenas acudamos a Él, volveremos a ser testigos de Su amor y poder. En lugar de aferrarnos a viejos hábitos de comportamiento, podemos tener una mente abierta cuando el Espíritu nos sugiera amablemente una mejor manera de vivir. Nuestro miedo a cambiar disminuirá conforme nos demos cuenta de que Jesucristo comprende el dolor y el arduo trabajo requerido. Nuevamente, esto sucede con el tiempo y es diferente para cada uno de nosotros. Este es el ejercicio de entregar nuestra voluntad al Señor de forma continua. Es un proceso, no un acontecimiento único.

A medida que el proceso de venir a Cristo se arraigue en nuestro corazón, las falsas nociones que alimentaban nuestros pensamientos y sentimientos negativos serán remplazados con la verdad. Nuestra fortaleza aumentará a medida que sigamos estudiando y poniendo en práctica la palabra de Dios. Por medio del testimonio de otras personas, el Señor nos ayudará a aprender que no estamos fuera del alcance de Su poder sanador. El deseo de culpar a otras personas o de justificar el abandono de este desafiante proceso será sustituido por el deseo de asumir la responsabilidad ante el Señor y ser sumisos a Su voluntad. Por medio del profeta Ezequiel, el Señor declaró: “Y os daré un corazón nuevo y pondré un espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra y os daré un corazón de carne” (Ezequiel 36:26).

El Salvador desea bendecirnos y cambiar nuestra naturaleza. A medida que le dejemos hacerlo, nos uniremos más a Él, así como Él está unido al Padre Celestial. El Salvador desea darnos un descanso del aislamiento y el miedo que contribuyeron a nuestras adicciones. Desea bendecirnos con Su gracia y poder, los cuales están disponibles para nosotros mediante Su sacrificio expiatorio.

A medida que nos sometemos a las impresiones del Espíritu y acudimos a Dios en busca de salvación no solamente de la adicción, sino de nuestras debilidades de carácter, Él cambiará nuestra disposición y nuestro carácter si estamos dispuestos. El deseo creciente de ser santificados por Dios nos preparará para un cambio en nuestra naturaleza misma. El presidente Ezra Taft Benson describió este cambio de la siguiente forma:

“El Señor obra de adentro hacia afuera; el mundo obra de afuera hacia dentro. El mundo trata de sacar a la gente de los barrios bajos; Cristo saca la bajeza social del corazón de las personas y ellas mismas salen de los barrios bajos. El mundo trata de reformar [a las personas] cambiándol[as] de ambiente; Cristo cambia [a las personas], y est[as] cambia[n] el ambiente que l[as] rodea. El mundo trata de amoldar el comportamiento del hombre, pero Cristo puede cambiar la naturaleza humana […].

“Quisiera que nos convenciéramos de que Jesús es el Cristo, que decidiéramos seguirlo, que nos cambiáramos por Él, que permitiéramos que nos guiara, que nos consumiéramos en Él y que naciéramos de nuevo” (véase “Nacidos de Dios”, Liahona, enero de 1986, pág. 3).

Pasos a seguir

Este es un programa de acción. Nuestro progreso depende de poner en práctica los pasos de forma constante en nuestra vida diaria. Esto se conoce como “trabajar en los pasos”. Las siguientes acciones nos ayudan a venir a Cristo y a recibir la orientación y el poder necesarios para dar el siguiente paso para recuperarnos.

Estar dispuestos a cambiar mediante el poder de Dios

Cuando supimos de qué se trataba el paso 6, algunos de nosotros dijimos: “¡Por supuesto que estoy listo para que Dios elimine mis debilidades!”. Nos sentíamos derrotados por nuestros muchos intentos fallidos de superar nuestras debilidades por nuestra cuenta. Sin embargo, cuando reflexionamos y recibimos opiniones de nuestros padrinos, nos dimos cuenta de que estábamos más reacios a dejar de lado nuestras debilidades de lo que pensábamos.

El Santo Espíritu y otras personas nos ayudaron a ver que solíamos utilizar nuestras debilidades como mecanismos de defensa o como formas de impulsar nuestro ego. Por ejemplo, algunos de nosotros recurrimos al resentimiento y a un sentido de superioridad cuando nos sentimos amenazados. Nos gustaba sentirnos bien, a pesar de que a menudo estábamos equivocados.

Algunos de nosotros nos menospreciábamos y disminuíamos nuestra naturaleza divina para evitar que otros nos lastimaran. Suponíamos que, si podíamos insultarnos a nosotros mismos primero, cualquier otra persona que nos degradara simplemente habría llegado a la misma conclusión que nosotros.

No obstante, estas respuestas poco saludables a los desafíos provenían de nuestras debilidades de carácter, no de nuestras fortalezas. Temíamos que, si abandonábamos nuestras debilidades, seríamos más vulnerables. Sin embargo, a medida que permitimos que Dios eliminara nuestras debilidades y trabajamos con nuestros padrinos, descubrimos lo mucho que Dios se preocupa por nosotros.

Lo invitamos a abrir los ojos para ver su verdadero valor y a depositar su confianza en el cuidado de Dios, en lugar de en sus propias defensas.

Establecer una conexión con otras personas en recuperación y en la Iglesia

A medida que nos sentimos más cómodos con otras personas en recuperación, comenzamos a ver que se parecían más a nosotros de lo que habíamos supuesto. A medida que contábamos nuestras historias y escuchábamos a otras personas relatar las suyas, nuestra compasión aumentó. Empezamos a reconocer la condición común de todos los hijos de Dios y nos sentimos más como en casa cuando estábamos con ellos. Familiares, amigos y líderes de la Iglesia nos invitaron a volver a la iglesia o a fortalecer nuestros compromisos actuales. En lugar de resistirnos o dar excusas, decidimos asistir a la iglesia. Poco a poco, descubrimos que muchas cosas que nos gustaban de las reuniones para recuperarse también eran parte de la adoración en la iglesia.

Cuando nos bautizamos, pocos comprendimos el proceso de la verdadera conversión, que dura toda la vida. Sin embargo, el presidente Marion G. Romney lo explicó con claridad: “Para uno que está realmente convertido, el deseo de hacer cosas contrarias al Evangelio de Jesucristo muere, y en su lugar nace el amar a Dios con la firme e imperante determinación de guardar Sus mandamientos” (citado por Richard G. Scott, “Una conversión plena brinda felicidad”, Liahona, julio de 2002, pág. 27).

A medida que vivamos el milagro de una recuperación continua, primero de los hábitos de la adicción y luego de las debilidades del carácter, experimentaremos la verdadera conversión. Nos despertaremos y volveremos en sí, así como el hijo pródigo “volvi[ó] en sí” (Lucas 15:17).

Estudio y comprensión

Los siguientes pasajes de las Escrituras y declaraciones de los líderes de la Iglesia pueden ayudarnos a recuperarnos. Podemos utilizarlos para meditar, estudiar y escribir en un diario. Debemos recordar ser sinceros y específicos cuando escribimos para aprovechar al máximo los beneficios de ello.

Abandonar todos sus pecados

“Dijo el rey: […] ¿qué haré para nacer de Dios, desarraigando de mi pecho este espíritu inicuo, y recibir el Espíritu de Dios para que sea lleno de gozo […]? […] Daré cuanto poseo […] a fin de recibir este gran gozo.

“El rey se inclinó de rodillas ante el Señor, sí, se postró hasta el polvo, y clamó fuertemente diciendo:

¡Oh Dios! […] [A]bandonaré todos mis pecados para conocerte, y para que sea levantado de entre los muertos y sea salvo en el postrer día” (Alma 22:15, 17–18).

  • Vuelva a leer estos versículos con cuidado. ¿Qué obstáculos, incluso actitudes y sentimientos, me impiden abandonar “todos mis pecados” y recibir más plenamente el Espíritu?

Participar de la hermandad de la Iglesia

“Ahora pues, a causa del convenio que habéis hecho, seréis llamados progenie de Cristo, hijos e hijas de él, porque he aquí, hoy él os ha engendrado espiritualmente; pues decís que vuestros corazones han cambiado por medio de la fe en su nombre; por tanto, habéis nacido de él y habéis llegado a ser sus hijos y sus hijas” (Mosíah 5:7).

Cuando tomamos sobre nosotros el nombre de Cristo y somos fortalecidos por Su Espíritu, comenzamos a identificarnos con los santos, hermanos y hermanas que se han bautizado y han entrado a formar parte de Su familia en la tierra.

  • A medida que he ido conociendo mejor a otros santos, ¿de qué manera me he sentido más dispuesto a participar en la hermandad de la Iglesia?

Experimentar la redención

“Porque el hombre natural es enemigo de Dios, y lo ha sido desde la caída de Adán, y lo será para siempre jamás, a menos que se someta al influjo del Santo Espíritu, y se despoje del hombre natural, y se haga santo por la expiación de Cristo el Señor, y se vuelva como un niño: sumiso, manso, humilde, paciente, lleno de amor” (Mosíah 3:19).

Muchos de nosotros nos convertimos en santos solo de nombre cuando fuimos bautizados y pasamos el resto de nuestra vida luchando para despojarnos “del hombre [o mujer] natural” y desarrollar las características que se mencionan en este versículo.

  • ¿De qué manera esta lucha me ha preparado para aceptar que solo por medio de la Expiación de Cristo, siendo uno con Él y con el Padre Celestial, puedo experimentar la redención?

Venir a Cristo

El élder Richard G. Scott enseñó: “Sea cual sea el origen de la dificultad y la forma en que busques alivio —por medio de un profesional calificado, de un médico, de un líder del sacerdocio, de un amigo, de un padre dedicado o de otro ser querido—, sea cual sea el comienzo, esas soluciones nunca te darán la respuesta completa. Se sana finalmente por medio de la fe en Jesucristo y en Sus enseñanzas, del corazón quebrantado y el espíritu contrito y de la obediencia a Sus mandamientos” (“Para ser sanado”, Liahona, julio de 1994, págs. 9–10).

Ningún grado de apoyo ni hermandad, aún en grupos para recuperarse o congregaciones de la Iglesia, traerá la salvación. Puede que otras personas nos apoyen y sean una bendición en nuestro proceso, pero al final, debemos venir a Cristo mismo.

  • ¿Cómo comenzó mi proceso de recuperación?

  • ¿Quién fue una ayuda fundamental para que yo comenzara mi proceso de arrepentimiento y recuperación? ¿De qué manera su ejemplo me orientó hacia el Salvador?

  • ¿Qué he aprendido sobre el Salvador que me haya ayudado o que haya influido en mi deseo o capacidad para cambiar mi comportamiento?

Ser pacientes con el proceso

“He aquí, sois niños pequeños y no podéis soportar todas las cosas por ahora; debéis crecer en gracia y en el conocimiento de la verdad.

No temáis, pequeñitos, porque sois míos, y yo he vencido al mundo […],

y ninguno de los que el Padre me ha dado se perderá” (Doctrina y Convenios 50:40–42).

A veces somos impacientes o nos desanimamos porque la recuperación es un proceso continuo. Estos versículos muestran la paciencia que Jesucristo y nuestro Padre Celestial tienen con nosotros, Sus “pequeñitos”. Aplique estos versículos a usted mismo al escribirlos como si estuvieran dirigidos a usted.

  • ¿Cómo pueden fortalecerme las promesas de este pasaje cuando me encuentro desanimado?

Recibir ayuda de Jesucristo

“Amados hermanos míos, después de haber entrado en esta estrecha y angosta senda, quisiera preguntar si ya quedó hecho todo. He aquí, os digo que no; porque no habéis llegado hasta aquí sino por la palabra de Cristo, con fe inquebrantable en él, confiando íntegramente en los méritos de aquel que es poderoso para salvar.

“Por tanto, debéis seguir adelante con firmeza en Cristo, teniendo un fulgor perfecto de esperanza y amor por Dios y por todos los hombres. Por tanto, si marcháis adelante, deleitándoos en la palabra de Cristo, y perseveráis hasta el fin, he aquí, así dice el Padre: Tendréis la vida eterna” (2 Nefi 31:19–20).

  • ¿Cómo me ayuda Jesucristo en este estrecho y angosto camino?

  • ¿Cómo puede mi creciente amor por Dios y por otras personas sacarme de la adicción, ayudarme a continuar con la abstinencia y restaurar mi esperanza de recibir la vida eterna?

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