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LA RESPONSABILIDAD DEL REINO RECAE SOBRE LOS DOCE
TEMAS
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Por medio del profeta José Smith, el Señor estuvo preparando durante casi una década al Quórum de los Doce Apóstoles para que asumiera la responsabilidad de dirigir la Iglesia.
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De acuerdo con las revelaciones del Señor, tras la muerte del profeta José Smith, los Doce pasaron a ser el cuerpo gobernante de la Iglesia.
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El Señor indicó a los miembros de Su Iglesia, de forma milagrosa, que Brigham Young era Su elegido para dirigirlos.
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La sucesión apostólica de 1844 empezó a establecer el modelo para las futuras reorganizaciones de la Presidencia de la Iglesia.
EL MANUAL PARA EL ALUMNO Y LAS ESCRITURAS
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Manual para el alumno, capítulo 23, págs. 313–324.
SUGERENCIAS
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En el verano de 1844, el Señor, de manera milagrosa, manifestó su voluntad a los santos de que el presidente Brigham Young habría de ser el sucesor del profeta José Smith. ¿Por qué no ofrece el Señor una magnífica manifestación similar de poder y autoridad cada vez que se sostiene a un nuevo Profeta? ¿Qué nos sugiere todo eso en cuanto a nuestra habilidad para discernir la voluntad del Señor a través de otros medios? Analicen las siguientes palabras del presidente Joseph Fielding Smith:
“En la historia de la Iglesia hubo una época en la que muchas personas tuvieron dudas cuando la Presidencia de la Iglesia quedó desorganizada. Nunca hasta entonces había ocurrido esa desorganización de la Primera Presidencia, y muchos miembros tenían dudas en cuanto a lo que debía hacerse; se preguntaban qué consecuencias habría; no estaban enterados como debían haberlo estado, y como lo estamos hoy, de las revelaciones que el Señor había hecho con respecto a esos asuntos; por lo tanto, surgieron las dudas. Hubo hombres que asumieron autoridad y se presentaron ante los miembros requiriendo su atención y reclamando el derecho a la presidencia. No obstante, el asunto quedó solucionado de forma apropiada por el voto de los miembros, y el presidente Brigham Young, que tenía el derecho, fue sostenido por los Santos de los Últimos Días para estar a la cabeza de la Iglesia en la tierra. Pero fue necesario que en esa ocasión, antes de que los santos votaran y mientras el presidente Young hablaba a la congregación, el Señor les hiciera saber con una manifestación especial que él era, ciertamente, el sucesor del profeta José Smith y que el manto de su predecesor estaba sobre sus hombros. Ese tipo de manifestación no es necesaria en la actualidad porque ahora sabemos cuál es el orden que se sigue en la Iglesia, sabemos lo que dicen las revelaciones. Sabemos lo que sucederá en caso de la desorganización de cualquier quórum del sacerdocio, y la gente no tiene dudas al respecto. Ahora no tenemos por qué oponernos, no hay razón para malos entendidos ni para permitir que surjan dudas en nosotros con respecto a estos asuntos, porque todo está muy claro y todo seguirá el orden que el Señor ha señalado. Ahora nos deslizamos suavemente por el sendero del deber y aceptamos la palabra del Señor tal como se nos ha dado a conocer y con la comprensión que se ha grabado en nuestra mente, debido, en gran parte, a las experiencias del pasado” (en Conference Report, abril de 1919, pág. 93).
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Analicen la forma en que Doctrina y Convenios 107:22–24; 124:128 se relaciona con la sucesión del Presidente de la Iglesia. Comenten por qué el presidente Spencer W. Kimball se refirió a esto como “el programa perfecto de sucesión” (Conference Report, octubre de 1972, pág. 29; o Ensign, enero de 1973, pág. 34). Después de la muerte del profeta José Smith, ¿por qué el tema de la sucesión se convirtió en una prueba de fe para los miembros de la Iglesia? Los acontecimientos que llevaron a la sucesión, ¿en qué forma fueron una preparación importante para lo que los santos habrían de enfrentar en un futuro inmediato?
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Analicen algunas de las formas en que el Señor preparó al presidente Brigham Young para dirigir la Iglesia, entre ellas:
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Tomó parte en el Campo de Sión.
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Mientras el profeta José Smith estaba en la cárcel de Liberty, él ayudó a dirigir a los santos a través del norte de Misuri.
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Cumplió varias misiones, incluso la de presidir la Misión Británica.
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Era el Apóstol de más antigüedad y poseía todas las llaves de la presidencia.
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A fin de estimular la conversación, presente a los alumnos el siguiente caso de estudio:
“Supongan que es el verano de 1844 y que viven en Nauvoo. El profeta José Smith ha muerto, asesinado en Carthage hace unos meses, de manera que la crisis está en su apogeo; los Santos de los Últimos Días se hallan como ovejas sin pastor, y muchos de ellos se sienten inseguros y se preguntan: ¿Quién será el que debe dirigir la Iglesia? ¿Dispuso el Señor de qué manera se reemplazaría a José Smith?
“Él ha sido el primer Presidente de la Iglesia que ha muerto, y nadie les ha explicado a ustedes, en ninguna ocasión, la forma en que debe ocurrir la sucesión en la Primera Presidencia. Además, ven que algunos aspiran a la presidencia y que ponen en tela de juicio la autoridad de Brigham Young y de los demás Apóstoles, y se sienten confundidos. ¿Cómo se asegurarán de seguir al líder verdadero? Si se equivocan, es posible que apostaten y pierdan las bendiciones del Evangelio. No tienen un precedente en el cual basarse y la crisis ha surgido súbitamente.
“Se les ha convocado a una reunión en Nauvoo; Sidney Rigdon es el discursante en el momento. Cuando termina, se levanta Brigham Young y habla sólo unos minutos; mientras él habla, el Espíritu Santo revela a algunos de los presentes que él es quien debe dirigir la Iglesia. ¿Tendrían ustedes el privilegio de recibir esa revelación? ¿La reconocerían como tal? ¿Habrían seguido hasta entonces el consejo de los líderes a fin de estar preparados en ese momento? ¿Serían tan puros que pudieran llegarles las impresiones del Espíritu para guiarlos? ¿Estarían entre los que reconocieran la voz de autoridad y saldrían de esa reunión testificando que Brigham Young es el ungido del Señor de ahí en adelante?” (Véase Venid a Cristo, Guía de estudio personal del Sacerdocio de Melquisedec, 1987, págs. 179–180.)
Cíteles las declaraciones de diversas personas que fueron testigos de la forma en que el manto de autoridad recayó sobre Brigham Young (véase Manual para el alumno, págs. 330–332).
Haga comprender a los alumnos la importancia de obedecer los mandamientos para ser dignos de recibir el testimonio del Espíritu y saber la verdad.
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Pídales que hagan una lista de los principios que guían la sucesión en la Primera Presidencia. El Señor ya sabe quién debe ser el Presidente de la Iglesia y ha establecido el orden para la sucesión. Cada uno de los Apóstoles es llamado por revelación y posee las llaves del Reino de Dios, bajo la dirección del Presidente. Cuando muere el Presidente de la Iglesia, la Primera Presidencia se disuelve, el Consejo de los Doce Apóstoles pasa a ser el quórum gobernante y el Presidente del Quórum, que es el Apóstol con más antigüedad, es el nuevo oficial presidente de la Iglesia. Los miembros tienen la oportunidad de sostener al nuevo Presidente de la Iglesia en una asamblea solemne. (En Enseñanzas de los profetas vivientes, manual del alumno, Religión 333, hay más información sobre este tema; véanse las págs. 32–36.)
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Repasen en los siguientes artículos los principios de la sucesión que han enseñado los Apóstoles de nuestra época:
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Presidente Harold B. Lee, “El día en que vivimos”, Liahona, octubre de 1970, págs. 2–4.
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Presidente Spencer W. Kimball, “La necesidad de un profeta”, Liahona, octubre de 1970, págs. 7–9.
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Presidente Spencer W. Kimball, “Te damos, Señor, nuestras gracias”, Liahona, julio de 1973, pág. 2.
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Si lo desea, léales el siguiente testimonio del presidente Gordon B. Hinckley:
“Esta transición de autoridad, en la cual he participado varias veces, es bella en su sencillez. Es una indicación de la manera en que el Señor lleva a cabo Sus asuntos. Siguiendo ese procedimiento, el Profeta selecciona a un hombre para actuar como miembro del Consejo de los Doce Apóstoles; este llamamiento no es una carrera para el elegido; es llamado como lo fueron los Apóstoles de la época de Jesús, a quienes el Señor dijo: ‘No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros’ (Juan 15:16). Los años pasan; se le instruye y disciplina en los deberes de su oficio; viaja por la tierra para cumplir su llamamiento apostólico. Es un curso largo de preparación, en el cual llega a conocer a los Santos de los Últimos Días dondequiera que se encuentren, y éstos llegan a conocerlo a él. El Señor pone a prueba su corazón y su devoción. En el curso natural de los acontecimientos, se producen vacantes en el Quórum y se hacen nuevos llamamientos. De acuerdo con ese procedimiento, un hombre en particular pasa a ser el Apóstol de más antigüedad. Latentes en él, así como en los demás miembros del consejo, están todas las llaves del sacerdocio que recibió en el momento de ser ordenado. Sin embargo, la autoridad para ejercer esas llaves se limita al Presidente de la Iglesia. Cuando éste fallece, esa autoridad para ejercerlas pasa al Apóstol de más antigüedad, el que entonces es nombrado, apartado y ordenado como Profeta y Presidente por el resto del Consejo de los Doce” (véase “Venid y participad”, Liahona, julio de 1986, págs. 44–47).
OTRAS FUENTES DE ESTUDIO
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Mi reino se extenderá, cap. 2.
Un bosquejo del asunto de la sucesión en 1844.