LECCIÓN 31
LA IGLESIA PROCURA SER AUTOSUFICIENTE
TEMAS
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Aun cuando los líderes y los miembros de la Iglesia aguardaban con expectativa la finalización de la vía férrea, se daban cuenta de que el ferrocarril también causaría problemas económicos, sociales y políticos que sería necesario resolver.
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Surgió un grupo llamado los “godbeitas”, quienes se oponían a las normas económicas de Brigham Young y a otras resoluciones.
EL MANUAL PARA EL ALUMNO Y LAS ESCRITURAS
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Manual para el alumno, capítulo 31, págs. 435–449.
SUGERENCIAS
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Pida a los alumnos que comparen la llegada de la vía férrea transcontinental a Utah, en 1869, con la invención de la televisión. ¿Qué beneficios se han obtenido con el incremento de los avances técnicos? ¿Qué problemas ha acarreado? Hablen de las preocupaciones que tal vez hayan tenido los líderes de la Iglesia al tener un mayor contacto con el mundo.
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Como parte de una norma económica para fortalecer Sión, el presidente Brigham Young organizó misiones especiales para fomentar el desarrollo de los recursos naturales de Utah. Hablen de los sacrificios que tuvieron que hacer los que fueron llamados a las misiones “del algodón” y “del hierro” en el condado de Dixie. El siguiente relato del diario de un miembro fiel, llamado a la “misión del algodón”, servirá de ilustración:
“Domingo, octubre 19 de 1862… Al finalizar la reunión, se llamó a unos doscientos cincuenta hombres para ir a la región del algodón. Mi nombre estaba en la lista y lo leyeron desde el púlpito. Por la noche, fui a una reunión que hubo en el Tabernáculo para los que habían sido llamados. Allí aprendí un principio que no olvidaré en largo tiempo, que me indicó que la obediencia es un grandioso principio en el cielo y en la tierra. Aquí he trabajado en los últimos siete años, a través del calor y el frío, del hambre y de las circunstancias adversas, y he logrado por lo menos tener una casa y un terreno con árboles frutales que justamente ahora empiezan a dar fruto y a tener hermosa apariencia. Bueno, debo abandonarlo todo e ir y hacer la voluntad de mi Padre Celestial, que lo gobierna todo por el bien de aquellos que lo aman y le temen, y ruego a Dios que me dé las fuerzas para cumplir de una manera aceptable ante Él lo que se requiera de mí.
“Miércoles, noviembre 13 de 1862. La casa parece desolada. Todo está vendido. El carromato cargado, listo para el viaje. De noche fui a ayudarle al hermano Duffin a cargar su carromato, porque él también va a la región del algodón, y hemos acordado viajar juntos.
“Jueves 14. Hermoso día despejado. A eso de la una de la tarde, en compañía del hermano Duffin, salí de mi casa dejando amigos, familiares y conocidos, y encaminándome a cumplir mi misión. Muchos fueron a despedirse con lágrimas en los ojos, y me bendijeron y me expresaron buenos deseos, diciéndome que les daba pena que tuviera que irme después de haber vivido entre ellos y con ellos más de siete años. Ésta ha sido la prueba más grande que he tenido en mi vida, y si no fuera por el Evangelio y por aquellos que están por encima de mí, no habría movido un dedo para hacer este viaje; pero he venido no para hacer mi voluntad sino la de los que están por encima de mí, y sé que si hago lo correcto, todo saldrá bien” (Gustave O. Larson, Prelude to the Kingdom; Francestown: Marshall Jones Co., 1947, pág. 186).
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Después de leer la siguiente experiencia que tuvo lugar en Orderville, relatada por el élder Henry B. Eyring, del Consejo de los Doce, inicie una conversación en la que se analicen los diversos esfuerzos que hizo la Iglesia por lograr la autosuficiencia económica una vez que terminó la Guerra Civil y con la llegada de la vía férrea.
“Un muchachito ingenioso actuó movido por el descontento que sintió cuando le negaron un par de pantalones nuevos de la fábrica de Orderville, porque los que tenía todavía no estaban gastados. Aescondidas, juntó las colas que les habían cortado a los corderos nacidos en la primavera, les sacó la lana y la guardó en bolsas. Cuando lo mandaron a vender una carga de lana a otro pueblo, llevó también sus bolsas y las cambió en un negocio por un par de pantalones. La próxima vez que fue a un baile causó sensación con sus pantalones de estilo moderno.
“El presidente de la orden le preguntó qué había hecho y el joven le dijo la verdad. Lo llamaron entonces a una reunión y le dijeron que tenía que llevar el pantalón. Lo elogiaron por su iniciativa, pero señalaron que el pantalón era realmente propiedad de la orden, y se lo quitaron, diciéndole que lo descoserían, lo usarían como patrón y, de allí en adelante, los pantalones de Orderville tendrían el mismo estilo de los que se compraban en la tienda. Y le prometieron darle el primer par.
“Con eso no se terminó la rebelión de los pantalones. Muy pronto, el departamento de confecciones se vio inundado por pedidos de pantalones nuevos. Cuando negaron los pedidos porque los pantalones que estaban en uso todavía no se habían gastado, los muchachos empezaron a deslizarse en el cobertizo donde se guardaba la rueda de moler, y en seguida los pantalones empezaron a gastarse rápidamente. Los élderes se dieron por vencidos, mandaron una carga de lana para cambiarla por tela, y se confeccionó el nuevo estilo de pantalón para todos” (véase “El recordar y la gratitud”, Liahona, enero de 1990, pág. 12).
OTRAS FUENTES DE ESTUDIO
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J. Reuben Clark, “El plan de bienestar y la orden unida”, Mi reino se extenderá, págs. 102–104.
Discurso sobre la orden unida.