“A juicio”, capítulo 7 de Santos: La historia de la Iglesia de Jesucristo en los últimos días, tomo III, Valerosa, noble e independiente, 1893–1955, 2021
Capítulo 7: “A juicio”
Capítulo 7
A juicio
Al empeorar la salud de George Q. Cannon a principios de 1901, Joseph F. Smith comenzó a asumir más responsabilidades de la Iglesia desde la Primera Presidencia. En marzo, George y su familia fueron a la costa de California, con la esperanza de que la brisa marina lo ayudara a restablecerse. Mientras tanto, Joseph, trató de reconfortar a su amigo desde la distancia.
“Mi relación contigo a lo largo de toda la vida en la obra del ministerio —le escribió a George—, me ha unido a ti, enlazando mi corazón, mi alma, mi amor y mis simpatías con lazos de afecto tan fuertes como el amor a la vida, que no pueden romperse”1.
Sin embargo, la salud de George continuó empeorando. Sus hijos enviaban regularmente noticias sobre el deterioro de la salud de su padre a Salt Lake City, por lo que Joseph no se sorprendió cuando el 12 de abril llegó un telegrama anunciando la muerte de George, mas sintió la pérdida profundamente. Joseph anotó esta reflexión en su diario ese día: “Era un hombre humilde y grande a la vez, un poderoso dirigente en los concilios de sus hermanos. Todo Israel llorará su muerte”2.
En su dolor, Joseph dirigió su atención a la ampliación de sus funciones en la Primera Presidencia3. Ese año, el presidente Lorenzo Snow y él asignaron a tres Apóstoles para que dirigieran la labor misional en áreas muy importantes del mundo. Llamaron a Francis Lyman para que presidiera la Misión Europea, a John Henry Smith para que revitalizara la misión en México y a Heber J. Grant para que dirigiera la primera misión en Japón. Deseando expandir la obra del Señor a otras partes del mundo, los líderes de la Iglesia también contemplaron la posibilidad de enviar misioneros a Sudamérica y construir un pequeño templo para las colonias de santos en Arizona y el norte de México. Sin embargo, la Iglesia seguía endeudada y ninguno de estos planes se pudo concretar de inmediato4.
Los santos lamentaron dos muertes más ese año. En agosto, la Presidenta General de la Sociedad de Socorro, Zina Young, sufrió un colapso mientras visitaba a su hija, Zina Presendia Card, en Canadá. Zina Presendia llevó a su madre con urgencia de vuelta a Utah, donde falleció en paz en su casa de Salt Lake City. Durante toda su vida, Zina había sido un ejemplo de anteponer el Reino de Dios a todo lo demás5.
—Cada día hace que me regocije más en la grandeza de los principios en los que creemos —había dicho a la Sociedad de Socorro en Cardston dos semanas antes de su muerte—. La grandeza de nuestras bendiciones es indescriptible. Nada se compara con las bendiciones que disfrutamos por nuestra confianza en Dios6.
Dos meses después, el presidente Snow se vio afectado por una repentina enfermedad. Varios Apóstoles lo atendieron fielmente y, a petición de Joseph F. Smith, se arrodillaron alrededor de su cama para orar a su favor. El presidente Snow falleció poco tiempo después.
En el funeral del presidente Snow, Joseph lo elogió a él, así como a su inquebrantable testimonio de la verdad. —Con la excepción del profeta José —declaró—, no creo que haya habido un hombre sobre esta tierra que haya dado un testimonio más fuerte y claro de Jesucristo7.
Unos días después, el 17 de octubre de 1901, el Cuórum de los Doce Apóstoles sostuvo a Joseph F. Smith como sexto Presidente de la Iglesia. Él llamó a John Winder, del Obispado Presidente, y a Anthon Lund para que fueran sus consejeros. Luego, los Apóstoles le impusieron las manos a Joseph, y John Smith, su hermano mayor y Patriarca de la Iglesia, lo apartó8.
Los santos sostuvieron a la nueva Primera Presidencia en una reunión especial en el Tabernáculo de Salt Lake el 10 de noviembre de 1901. “Es nuestro deber aferrarnos a la obra con vigor, con plena determinación y propósito de corazón, para llevarla a cabo con la ayuda del Señor y de acuerdo con la inspiración de Su Espíritu”, dijo el presidente Smith a la congregación. Con el amanecer de un nuevo siglo, quiso dar a los miembros de la Iglesia esperanza para el futuro.
—Hemos sido expulsados de nuestros hogares, se nos ha difamado y se ha hablado mal de nosotros en todas partes —dijo—. El Señor desea cambiar esta situación y darnos a conocer al mundo en nuestra verdadera luz, como verdaderos adoradores de Dios9.
En la reunión, el presidente Smith también pidió a los santos que sostuvieran a Bathsheba Smith como cuarta Presidenta General de la Sociedad de Socorro. Fue la primera vez que se pidió a los cuórums del sacerdocio que dieran su voto de sostenimiento a una nueva Presidencia General de la Sociedad de Socorro.
—Fue muy gratificante para las mujeres interesadas en el progreso de las hermanas —observó Emmeline Wells—, ver las manos levantadas de los distintos cuórums del santo sacerdocio alzadas para sostenerlas10.
Con setenta y nueve años, Bathsheba era una de las pocas fundadoras de la Sociedad de Socorro de Nauvoo que seguía viva. Después de unirse a la Iglesia a los quince años, se había congregado con los santos primero en Misuri y luego en Nauvoo. En 1841 se casó con el apóstol George A. Smith y más tarde prestó servicio como obrera de las ordenanzas en el Templo de Nauvoo. Había trabajado activamente en la Sociedad de Socorro, y recientemente había servido como Segunda Consejera de Zina Young en la Presidencia General11.
Dos meses después de que los santos la sostuvieran, Bathsheba envió un saludo de amor y buena voluntad a todas las hermanas de la Sociedad de Socorro. “Queridas hermanas, procuren afianzar su sociedad con lazos de amor y unión —declaró—. Salgamos en esta hora con renovada resolución para emprender la obra de socorro y mejora”12.
Con sus consejeras, Annie Hyde e Ida Dusenberry, abogó por servir a los pobres y necesitados y promovió el almacenamiento de grano y la producción de seda. Con el fin de recaudar fondos para las labores de ayuda, animó a las miembros de la sociedad a recaudar donaciones mediante la organización de mercadillos, conciertos y bailes. Envió representantes a las organizaciones femeninas nacionales y ayudó a las mujeres a formarse como enfermeras y parteras. También comenzó a recaudar fondos y a hacer planes para un “Edificio de la Mujer” al otro lado de la calle del Templo de Salt Lake, en un terreno que Lorenzo Snow había reservado para la organización antes de su muerte13.
Al igual que sus predecesoras, Bathsheba y sus consejeras consideraban que era importante visitar las Sociedades de Socorro de forma individual. A menudo se apoyaban en las esposas de los presidentes de misión para visitar las Sociedades de Socorro de Europa y Oceanía, pero ellas o los miembros de la Mesa Directiva General de la Sociedad de Socorro procuraron visitar a las mujeres Santos de los Últimos Días en el oeste de Estados Unidos, México y Canadá al menos dos veces al año. Como la Iglesia tenía decenas de estacas en esa región, lo que hacía muy difícil ir a visitarlas a todas, llamaron a seis mujeres más para que ayudaran en la obra14.
Durante sus visitas a las estacas, las líderes de la Sociedad de Socorro advirtieron una falta de interés entre las mujeres más jóvenes. Dado que muchas de estas mujeres eran madres primerizas, la Presidencia General recomendó a las Sociedades de Socorro de estaca que hicieran sus reuniones más atractivas para la generación más joven. Las Sociedades de Socorro en ese momento no seguían un curso de estudio establecido, por lo que Bathsheba dio instrucciones a las estacas para que diseñaran sus propias clases de educación para las madres. Solicitó que cada Sociedad de Socorro aprovechara las experiencias vitales de sus miembros de mayor edad, y que además estudiaran libros científicos sobre la crianza de los hijos, que interesarían a la nueva generación de mujeres. El Woman’s Exponent no tardó en empezar a publicar bosquejos de cursos para ayudar a las estacas a desarrollar sus programas15.
En agosto de 1903, Bathsheba envió a Ida Dusenberry, de treinta años, a Cardston para ayudar a Zina Presendia Card y a las presidencias locales de la Sociedad de Socorro a preparar las clases para madres. Ida las instruyó para que se hicieran cargo del programa y utilizaran las revistas y otras publicaciones de la Iglesia en sus lecciones.
—¿Hasta qué punto debemos estudiar de manera científica en nuestras clases para madres? —preguntó Zina Presendia.
Ida, que era maestra de jardín de infantes con estudios universitarios y administradora escolar, estaba deseosa de incorporar a las clases para madres las ideas más recientes sobre la crianza de los hijos. Sin embargo, comprendía que las hermanas mayores de la Sociedad de Socorro tenían mucho que ofrecer basándose en su experiencia personal.
—Queremos que se hagan cargo de las necesidades de una madre y de su deber para con sus hijos de manera general —explicó—. Podemos aprender muchas cosas buenas y prácticas las unas de las otras16.
Mientras Ida Dusenberry visitaba Cardston, su hermano mayor, Reed Smoot, se preparaba para una batalla política en el Senado de los Estados Unidos. Reed, un miembro reciente del Cuórum de los Doce Apóstoles, había sido elegido para el Senado a principios de ese año tras recibir el permiso de la Primera Presidencia para postularse17. Su esposa, Allie, también apoyaba su deseo de servir en el Senado, convencida de que Reed podría hacer mucho por el pueblo de Utah. “Deseo de verdad que tengas éxito —le dijo—, y siento que Dios nos bendecirá a los dos y nos ayudará”18.
Como era de esperar, la victoria de Reed provocó indignación y protestas19. La Iglesia se había esforzado por mejorar su imagen pública después de que la elección de B. H. Roberts a la Cámara de Representantes en 1898 provocara una reacción nacional contra los santos. Después de aquello, la Iglesia había abierto un Centro de Información en la Manzana del Templo para ayudar a la gente a saber más sobre los santos. La oficina estaba formada por voluntarios, muchos de ellos de la AMMHJ y la AMMMJ, que distribuían literatura de la Iglesia y respondían a preguntas sobre la Iglesia y sus creencias. Hasta ese momento, habían dado la bienvenida a miles de visitantes a Salt Lake City con información precisa sobre la Iglesia. Sin embargo, su trabajo no sirvió para hacer cambiar de opinión a los opositores más acérrimos de la Iglesia dentro y fuera de Utah20.
Los detractores más agresivos de Reed eran los miembros de la Asociación Ministerial de Salt Lake, un grupo de empresarios, abogados y clérigos protestantes de Utah. Poco después de la elección, solicitaron formalmente al Senado que denegara a Reed su escaño. Su petición afirmaba que la Primera Presidencia y el Cuórum de los Doce Apóstoles ejercían una autoridad política y económica suprema sobre los santos y les exigían una obediencia absoluta. También sostenían que los líderes de la Iglesia seguían predicando, practicando y apoyando el matrimonio plural, a pesar del Manifiesto. Estos factores, concluyeron, convertían a los santos en antidemocráticos y desleales a la nación.
Los miembros de la Asociación Ministerial temían que Reed utilizara su posición de Apóstol de la Iglesia para promover el matrimonio plural y proteger a quienes lo practicaban. Uno de sus miembros llegó incluso a acusar a Reed, un monógamo, de practicar el matrimonio plural en secreto. Advirtió que Reed sería un peón de la Primera Presidencia, totalmente sometido a su dirección21.
Los líderes del Senado examinaron las peticiones y nombraron un comité de trece senadores para llevar a cabo una audiencia sobre las alegaciones de la Asociación Ministerial. Sin embargo, también permitieron que Reed jurara su cargo, permitiéndole servir como senador, al menos hasta que el comité terminara su audiencia22.
Aunque la amenaza de la investigación se cernía sobre la Iglesia, Joseph F. Smith creía que Reed debía conservar su apostolado y su escaño en el Senado, confiando en que podría hacer más bien en Washington que en cualquier otro lugar. El presidente Smith vio la investigación como una oportunidad para ayudar a las personas a entender mejor a los santos y sus creencias23.
Como Reed nunca había practicado el matrimonio plural, no se preocupó por la investigación del comité sobre su vida personal, pero le preocupaba cómo le iría a la Iglesia durante la audiencia. Los rumores sobre nuevos matrimonios plurales abundaban en Utah, y las dudas sobre el compromiso de la Iglesia a abandonar la práctica persistían en la mente de las personas desde la elección de B. H. Roberts. Como líder de la Iglesia, Reed tenía que responder por las normas de la Iglesia. Él sabía que el comité investigaría a fondo los matrimonios plurales posteriores al Manifiesto, y también contaba con que los senadores los interrogaran a él y a otros testigos sobre la participación de la Iglesia en la política y la lealtad de los santos a los Estados Unidos24.
Si el comité demostraba que la Iglesia promovía la violación de las leyes, Reed podría ser despojado de su puesto y la reputación de los santos se vería afectada.
El 4 de enero de 1904, Reed presentó una refutación al comité, negando formalmente las acusaciones de la Asociación Ministerial. Esperaba centrar la atención del comité en él y en su conducta, pero cuando se reunió con el comité una semana después, estaba claro que los senadores estaban decididos a investigar a la Iglesia. Y estaban especialmente interesados en interrogar a Joseph F. Smith y a otras Autoridades Generales acerca de su influencia política sobre los santos y la continuación del matrimonio plural después del Manifiesto.
—Senador Smoot, usted no está siendo juzgado, —le dijo el presidente de la comisión—. Es la iglesia mormona la que pretendemos investigar y vamos a asegurarnos de que estos hombres obedezcan la ley25.
El 25 de febrero de 1904, el comité del Senado citó a Joseph F. Smith para testificar en las audiencias de Smoot. Él partió para Washington, D. C., dos días después, sintiéndose confiado en que la Iglesia podría soportar el escrutinio que se avecinaba. Reed le había advertido que los senadores preguntarían sobre cada aspecto de su vida familiar y exigirían detalles sobre sus matrimonios plurales. Como Presidente de la Iglesia, también le preguntarían sobre su papel como profeta, vidente y revelador de los santos. El comité querría saber qué influencia tendrían él y sus revelaciones sobre Reed y sus acciones en el Senado26.
El primer día de interrogatorio, el 2 de marzo, la sala del comité estaba llena de senadores, abogados y testigos. También estaban presentes las miembros de las organizaciones de mujeres que se oponían a la elección de Reed. A petición del presidente del comité, el presidente Smith tomó asiento frente a él en una larga mesa. Tanto su pelo gris como su larga barba estaban bien peinados, y llevaba un sencillo abrigo negro y gafas con montura dorada. En la solapa lucía un pequeño retrato de Hyrum Smith, su padre martirizado27.
Robert Tayler, el abogado que representaba a la Asociación Ministerial, abrió la investigación con preguntas sobre la vida del presidente Smith. Dirigiendo su atención a la revelación y su influencia en las decisiones individuales de los miembros de la Iglesia, el abogado pidió al profeta que explicara en qué casos los miembros de la Iglesia podrían estar obligados a obedecer la revelación del Presidente de la Iglesia. Si conseguía que el profeta admitiera que todos los miembros estaban obligados a obedecer sus revelaciones, Tayler podría demostrar que Reed Smoot no era realmente libre de tomar sus propias decisiones en el Senado.
—Ninguna revelación dada por medio de la cabeza de la Iglesia llega a ser vinculante y autoritaria —le dijo el presidente Smith—, hasta que haya sido presentada a la Iglesia y aceptada por esta.
—¿Quiere usted decir —preguntó Tayler—, que la Iglesia en conferencia puede decirle a usted, Joseph F. Smith, el Presidente de la Iglesia, ‘Negamos que Dios le haya dicho que nos diga esto’?28.
—Pueden decir eso si lo desean —respondió el profeta—. Todo hombre tiene derecho a su propia opinión y sus propios puntos de vista y sus propias concepciones del bien y del mal, siempre y cuando no entren en conflicto con los principios básicos de la Iglesia”29.
Como ejemplo, señaló que solo una parte de los santos había practicado el matrimonio plural. “El resto de los miembros de la Iglesia se abstuvo de ese principio y no participó, y muchos miles de ellos nunca lo recibieron ni lo creyeron —dijo—, pero no fueron apartados de la Iglesia”30.
—Usted tiene revelaciones, ¿no es así?, —cuestionó el presidente del comité. Le preguntaba sobre cuándo una revelación del profeta del Señor sería considerada doctrina fundamental de la Iglesia, algo que un fiel Santo de los Últimos Días como Reed Smoot se sentiría obligado a obedecer.
El presidente Smith eligió sus palabras deliberadamente. A menudo había recibido revelación personal por medio del Espíritu Santo; como profeta, también había recibido dirección inspirada para los santos, pero nunca había recibido una revelación para toda la Iglesia de la propia voz del Señor, el tipo de revelación que se encuentra en Doctrina y Convenios.
—Nunca dije que tuviera una revelación —le dijo al presidente—, excepto que Dios me ha mostrado que el denominado ‘mormonismo’ es la verdad divina de Dios. Eso es todo31.
El presidente Smith continuó respondiendo a las preguntas hasta que el comité levantó la sesión a última hora de la tarde. Cuando la audiencia se reanudó al día siguiente, el comité centró sus preguntas cada vez más en el matrimonio plural y el Manifiesto. Aunque trató de responder con precisión a sus preguntas, el presidente Smith evitó revelar lo que él y otros líderes de la Iglesia sabían acerca de los nuevos matrimonios plurales. Sabía que el Congreso los condenaría a él y a la Iglesia si esa información salía a la luz en la investigación32.
Además, sus respuestas cautelosas a las preguntas del comité se basaban en su comprensión de que los santos que practicaban los matrimonios plurales después del Manifiesto lo hacían bajo su propia responsabilidad. Por esa razón, creía que el Manifiesto no les había prohibido, a él y a sus esposas, ni a ningún otro matrimonio plural, continuar honrando discretamente los sagrados convenios matrimoniales del templo que se habían hecho mutuamente33.
Cuando Robert Tayler le preguntó si creía que estaba mal seguir viviendo con varias esposas, el presidente Smith dijo: “Eso es contrario al orden de la Iglesia y contrario también a la ley del país”. Pero luego habló abiertamente de su negativa a abandonar a su gran familia plural. “He cohabitado con mis esposas —dijo—, me han dado hijos desde 189034.
—Siendo eso una violación de la ley —dijo Tayler—, ¿por qué lo ha hecho?
—He preferido enfrentarme a las penas de la ley antes que abandonar a mi familia — respondió el profeta35.
Tratando de averiguar los nombres de los hombres que se habían casado con esposas plurales después del Manifiesto, los senadores le preguntaron por los matrimonios de los Apóstoles y otros miembros de la Iglesia. El presidente del comité también preguntó al presidente Smith si él mismo había celebrado algún matrimonio plural después del Manifiesto.
—No señor, nunca lo he hecho —respondió el profeta. Luego continuó su respuesta con una declaración cuidadosamente redactada, para evitar un mayor escrutinio. —No ha habido matrimonios plurales solemnizados por, ni con el consentimiento o conocimiento de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días —dijo.
—¿Desde el Manifiesto? —preguntó un senador.
—Me refiero a eso, por supuesto —aclaró el presidente Smith. Al hacer esta declaración, él no estaba negando la existencia de los matrimonios plurales posteriores al Manifiesto; más bien, quería marcar una sutil distinción entre las prácticas que la Iglesia y sus consejos sancionaban y las que los miembros individuales de la Iglesia elegían seguir, de acuerdo con su conciencia. Los santos, en efecto, habían sostenido el Manifiesto en 1890, por lo que los matrimonios plurales celebrados por los líderes de la Iglesia habían tenido lugar sin el consentimiento de la Iglesia en su conjunto.
—Si un Apóstol de la Iglesia hubiera realizado tal ceremonia —preguntó otro senador—, ¿consideraría usted que se hace con la autoridad de su Iglesia?
—Si algún Apóstol, o cualquier otro hombre que reclame autoridad, hiciera algo así —dijo el presidente Smith—, no solo estaría sujeto a un juicio y una fuerte multa y encarcelamiento en el estado bajo la ley estatal, sino que también estaría sujeto a la disciplina y la excomunión de la Iglesia por los propios tribunales de esta36.
Después de finalizar su declaración, que duró cinco días, el presidente Smith sintió que había seguido la guía divina en el banquillo de los testigos. “Creo firmemente que el Señor hizo lo mejor que pudo con el instrumento a través del cual tenía que trabajar”, declaró37.
Aun así, su testimonio provocó la protesta del público cuando se divulgó en los periódicos. Los ciudadanos de todos los Estados Unidos se escandalizaron al saber que el presidente Smith seguía viviendo con sus cinco esposas. Dudaron también de su credibilidad y sinceridad como testigo y denunciaron a los líderes de la Iglesia como mentirosos e infractores de la ley38.
—Una avalancha de sentimientos públicos desfavorables se está abatiendo sobre nosotros como comunidad —confió el secretario de la Primera Presidencia a un amigo—, y lo único que nos gustaría hacer ahora es abrocharnos el cuello del abrigo, dar la espalda a la tormenta y esperar pacientemente39.
Mientras la audiencia del Senado continuaba en Washington, D. C., el profeta regresó a Salt Lake City, decidido a tomar medidas para restaurar la confianza en él y en la Iglesia. Había asegurado al comité que los oficiales de la Iglesia disciplinarían a los santos que celebraran nuevos matrimonios plurales en violación del Manifiesto. Ahora estaba obligado a presentar al Senado una prueba más contundente de que él y los santos se mostraban firmes en cuanto a impedir nuevos matrimonios plurales40.
El 6 de abril de 1904, el último día de la conferencia general, se puso de pie ante el púlpito del Tabernáculo y leyó una nueva declaración oficial sobre el matrimonio plural en la Iglesia. “En vista de que hay numerosos informes en circulación que indican que se han celebrado matrimonios plurales en contra de la declaración oficial del presidente Woodruff —dijo—, por la presente anuncio que tales matrimonios quedan prohibidos”.
La declaración no condenaba a las doscientas parejas, aproximadamente, que habían contraído matrimonio plural después del Manifiesto, ni censuraba a los que continuaron viviendo con sus familias plurales desde aquel momento. Sin embargo, declaraba que los nuevos matrimonios plurales quedaban prohibidos a partir de ese momento, incluso fuera de las fronteras de los Estados Unidos. “Si un oficial o un miembro de la Iglesia se dispusiera a solemnizar o a contraer esta clase de matrimonios, se lo considerará en transgresión contra la Iglesia —dijo el presidente Smith—, y será sancionado de acuerdo con las normas y los reglamentos de esta, y será excomulgado”41.
Después de leer la declaración, que llegó a conocerse como el Segundo Manifiesto, el presidente Smith instó a los santos a mantenerse unidos en su apoyo a esta nueva declaración y restaurar la confianza del gobierno en ellos. Dado que el Manifiesto había revelado que la Iglesia ya no estaba bajo el mandato de practicar el matrimonio plural, esa nueva declaración sirvió para impedir los nuevos matrimonios plurales a partir de ese momento42. El presidente Smith confiaba en que así pondría fin a las afirmaciones de que los miembros de la Iglesia no eran ciudadanos respetuosos de la ley.
—Quiero ver hoy —dijo—, si los Santos de los Últimos Días que representan a la Iglesia en esta asamblea solemne, no sellarán estas acusaciones como falsas con su voto.
Como un cuerpo, los santos que se encontraban en el Tabernáculo levantaron el brazo en forma de escuadra y sostuvieron sus palabras43.