“De común acuerdo”, Temas de la historia de la Iglesia
“De común acuerdo”
De común acuerdo
Después que se restauró la autoridad del sacerdocio, el Señor mandó a José Smith y a Oliver Cowdery que no se ordenaran el uno al otro como élderes y líderes de la Iglesia hasta que otros creyentes pudieran “decidir por votación si ellos estaban dispuestos a aceptar” el liderazgo de José y Oliver. Una de las primeras cosas que hizo José en la reunión en que se organizó la Iglesia, el 6 de abril de 1830, fue pedir que se expresara ese voto. Él pidió a los que estaban allí reunidos que manifestaran si los aprobaban a él y a Oliver como maestros, y si habían de organizar la Iglesia por revelación. Los miembros votaron unánimemente a favor1. Una revelación de julio de 1830 reiteraba que “todas las cosas se harán de común acuerdo en la iglesia, con mucha oración y fe”2.
Los primeros líderes de la Iglesia adoptaron procedimientos que se usaban en otras organizaciones —como lo de levantar la mano para votar— en un esfuerzo por buscar cumplir el mandato del Señor de que se manejaran los asuntos de común acuerdo. Durante el siglo anterior, se había convertido en una cosa común en muchas organizaciones diversas el declarar abiertas una reunión, sostener a los oficiales y las decisiones por voto, llevar minutas y anunciar los puntos de la agenda3. Las iglesias, las entidades gubernamentales y los clubes privados empleaban procedimientos similares, guiándose por la Cámara de los Comunes de Gran Bretaña4. Para 1820, la mayoría de los estadounidenses, entre ellos José Smith y Oliver Cowdery, daban por sentado que esos “procedimientos parlamentarios” eran la forma en que se debía conducir las reuniones5. Estas formalidades ayudaron a distinguir las reuniones de la Iglesia, incluso la reunión fundacional, como legítimas u oficiales, y no como encuentros informales6.
Al ejercer la práctica de dirigir los asuntos de la Iglesia de común acuerdo, se producían a veces votos contrarios. Una revelación de 1841, incluso reconocía la posibilidad de que los santos no ratificaran llamamientos extendidos por revelación. “Y un mandamiento os doy, que llenéis todos estos oficios, y aprobéis o desaprobéis en mi conferencia general a las personas cuyos nombres he mencionado”, declaró el Señor7. En una conferencia en 1841, unos miembros objetaron que se conservara a un presidente de cuórum, un obispo, un miembro del Cuórum de los Doce Apóstoles y a un consejero en la presidencia del cuórum de sumos sacerdotes de Nauvoo. Por tanto, los respectivos cuórums se reunieron en consejos para reconsiderar esos llamamientos8. En una conferencia en 1843, José Smith cuestionó la capacidad de Sidney Rigdon para seguir sirviendo como Consejero de la Primera Presidencia. Otros líderes hablaron a favor de Rigdon, y los miembros de la Iglesia reunidos votaron porque él permaneciera en su llamamiento, y en contra de los deseos iniciales de José. José aceptó el resultado en contra de su voluntad9.
Con el tiempo, los debates en las conferencias de la Iglesia y en las reuniones sacramentales cada vez más se consideraron como perjudiciales. Los líderes de la Iglesia comenzaron a instruir a los oficiales que presidían las reuniones para que atendieran fuera de las reuniones las objeciones que surgieran durante un voto de sostenimiento. No obstante, en la actualidad se siguen dando animadas deliberaciones en los consejos de barrio, estaca, misión y en los consejos generales de la Iglesia. Los Santos de los Últimos Días continúan dirigiendo los asuntos de la Iglesia de común acuerdo. Las personas que emiten votos en contra son referidas a sus líderes locales para que hablen de sus inquietudes. Quienes votan a favor, procuran sostener a los líderes y los programas no solo mediante sus votos, sino también por sus acciones, oraciones y por su fe10.