Neutralidad política
Desde la década de 1830, los Santos de los Últimos Días han participado regularmente en el gobierno y han ejercido cargos públicos. Durante el siglo XIX, la Iglesia como institución participó activamente en la política electoral a nivel estatal, territorial y nacional. Durante este tiempo, los líderes de la Iglesia ejercieron cargos públicos, respaldaron partidos y declaraciones públicas, ejercieron presión ante oficiales gubernamentales y diplomáticos y organizaron actos electorales1. A comienzos de la década de 1890, los líderes de la Iglesia comenzaron a reducir su participación en cargos políticos. Para finales del siglo XX, la Iglesia había adoptado la posición de neutralidad política hacia las elecciones. De acuerdo con la norma, la Iglesia no respaldaba ni se oponía a los partidos políticos, candidatos ni a declaraciones públicas, y se había prohibido que sus edificios y los listados de miembros fuesen usados con fines políticos. Sin embargo, se alentó a los Santos de los Últimos Días a participar de manera individual en los procesos políticos como votantes, candidatos y oficiales electos2. La posición de la Iglesia con respecto a la neutralidad política estuvo fuertemente influenciada por la participación de la Iglesia en la política de los Estados Unidos.
José Smith y la política electoral
Los primeros contactos de la Iglesia con el gobierno se produjeron dentro del sistema democrático de los Estados Unidos. A medida que la violencia contra los Santos de los Últimos Días se intensificó en la década de 1830, el Señor urgió a los Santos, en una revelación, a recurrir a las vías legales para obtener indemnización y protección3. José Smith lideró la petición de indemnización al gobierno federal de los Estados Unidos en 1839, pero como el Congreso delegó el asunto nuevamente en los mismos oficiales estatales que habían expulsado a los santos de Misuri, José recurrió a las elecciones para levantar una coalición de apoyo. Algunos candidatos veían a los santos como un bloque de votantes e hicieron campaña en Nauvoo, una ciudad fronteriza relativamente grande de Illinois4. Preocupado porque no era posible confiar en que los oficiales electos protegerían los intereses de los santos, José convocó a un Consejo de los Cincuenta para explorar la reubicación de los santos y considerar la posibilidad de un gobierno teocrático. Él también lanzó su propia campaña por la presidencia de los Estados Unidos5.
El Partido del Pueblo en Utah y el Manifiesto político
En el territorio de Utah, los pioneros Santos de los Últimos Días participaban en elecciones de las delegaciones municipales y territoriales6. Debido a que los santos conformaban una gran mayoría de los ciudadanos en Utah, ellos dominaban la mayoría de las elecciones. Brigham Young y otros líderes de la Iglesia respaldaban frecuentemente a los candidatos y, a veces, procuraron y ejercieron cargos políticos. La mayoría de los políticos Santos de los Últimos Días se postulaban a cargos de la ciudad o del condado sin enfrentar oposición. Sin embargo, a medida que crecía la población que no era Santo de los Últimos Días, debido a la inmigración y a la industria, los santos se dieron cuenta de que debían encontrar un equilibrio entre sus ideales teocráticos y la realidad de los políticos locales. Judíos, católicos, protestantes y los residentes godbeítas organizaron el Partido Liberal en 1870 para desafiar al bloque de Santos de los Últimos Días7. La fuerte oposición del Partido Republicano nacional contra la poligamia convenció a muchos Santos de los Últimos Días en Utah durante ese tiempo a unirse al Partido Demócrata. Sin embargo, a medida que el Partido Liberal aumentaba su influencia, varios santos prominentes fundaron el Partido del Pueblo para apoyar las causas que eran importantes para los miembros de la Iglesia8. Por las siguientes dos décadas, los candidatos del Partido del Pueblo ganaron virtualmente todas las contiendas y controlaron casi cada asiento en la legislatura territorial.
Las leyes federales en contra del matrimonio plural y el crecimiento de la población que no era Santo de los Últimos Días condujo a los líderes del Partido del Pueblo a disolverse a fin de establecer relaciones con las coaliciones nacionales, elevar peticiones para que Utah se convirtiera en estado y eventualmente elegir a miembros de la Iglesia para el Congreso. En 1891, la Primera Presidencia y los líderes del Partido del Pueblo acordaron disolver el partido e instaron a los miembros a “dividirse de modo equilibrado entre los partidos [Democrático nacional y Republicano]”9. Varios apóstoles se unieron al Partido Democrático, sin embargo, después que otro apóstol fuese derrotado como candidato republicano, líderes como el presidente Wilford Woodruff y George Q. Cannon comenzaron a preocuparse de que surgieran nuevamente antiguas divisiones. Cannon y otros líderes prominentes anunciaron que se afiliarían con el Partido Republicano, pero recomendaban que existiera el bipartidismo entre los miembros de la Iglesia10.
Luego de que Utah recibiera la condición de estado en 1896, la Primera Presidencia y otras Autoridades Generales anunciaron el “Dictamen político de la Iglesia” (también llamado el “Manifiesto político”). Esta norma requería que toda Autoridad General que procurase un cargo público debía obtener autorización de la Primera Presidencia11. Moses Thatcher, un apóstol que había servido en varias mesas directivas de comercio en Utah y que contemplaba postularse a un cargo público, se rehusó a firmar el documento. Por este y otros motivos, finalmente se lo retiró del Cuórum de los Doce. Thatcher retuvo su membresía en la Iglesia y más tarde apoyó la norma12.
En los años que siguieron al Manifiesto político, dos Autoridades Generales fueron electas al Congreso con el permiso del Presidente de la Iglesia: B. H. Roberts, del Primer Consejo de los Setenta, en 1898, y Reed Smoot, del Cuórum de los Doce Apóstoles, en 1903. Se eligió a Roberts para servir en la Casa de Representantes pero se denegó su asiento después de un debate sobre su práctica de matrimonio plural. Smoot fue elegido para el Senado, pero también enfrentó un debate en el Congreso para retener su puesto. Los líderes de la Iglesia, incluyendo el presidente Joseph F. Smith, testificaron en audiencias del Senado a favor del servicio de Smoot. Luego de tres años de investigaciones del comité sobre la elegibilidad de Smoot, el Senado no tuvo éxito en retirarlo del cargo y Smoot sirvió en el Senado hasta 1933.
Hacia la neutralidad política
Los líderes de la Iglesia reconocieron la importancia de separar la Iglesia del estado como indica la Constitución de los Estados Unidos. Sin embargo, algunos asuntos políticos se habían superpuesto con la misión, las enseñanzas y los intereses de la Iglesia. Para mantener una voz en el ámbito público, alrededor de año 1900, los líderes de la Iglesia hicieron énfasis en la distinción entre política y moralidad. Los asuntos políticos se dejaron a conciencia individual; los asuntos morales abarcaban aquellos que vulneraban la doctrina y las prácticas de la Iglesia. De vez en cuando, los líderes de la Iglesia se pronunciaron en cuanto a asuntos morales. Por ejemplo, en 1933 el presidente Heber J. Grant instó a los votantes de Utah a no derogar la Decimoctava Enmienda de la Constitución de los Estados Unidos que había prohibido la producción, la venta y el transporte de licores13.
El crecimiento internacional de la Iglesia planteó nuevos desafíos para administrar la Iglesia en una variedad de contextos políticos. A medida que los líderes de la Iglesia trabajaban para ganar reconocimiento oficial en diversas naciones, ellos hacían hincapié en la neutralidad y alentaban a los miembros de la Iglesia a ser ciudadanos obedientes a las leyes y a participar en los gobiernos locales, donde era posible.
Los líderes generales de la Iglesia han seguido limitando su participación en las elecciones. El élder Ezra Taft Benson, quien fue Secretario de Agricultura de los Estados Unidos desde 1953 a 1961, fue la última persona en ejercer un cargo público mientras servía como miembro del Cuórum de los Doce o en la Primera Presidencia. Los Presidentes de la Iglesia continuaron pronunciándose sobre medidas electorales u otras cuestiones políticas de preocupación moral. En 1980, la Primera Presidencia emitió una declaración más específica de neutralidad para los líderes locales y los miembros en general que permanece como la norma hasta el día de hoy.
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