Gran Depresión
Una caída en el mercado bursátil en 1929 provocó una serie de desastres económicos en todo el mundo que aumentaron la pobreza, devastaron las instituciones financieras y debilitaron el comercio internacional. Esta crisis generalizada, conocida como la Gran Depresión, impactó prácticamente a todos los países del mundo. En ese momento, cerca del noventa por ciento de los miembros de la Iglesia vivían en los Estados Unidos, donde la depresión duró casi una década. Muchos de los miembros restantes vivían en Canadá, Europa, las islas del Pacífico, América Central y del Sur y Asia, donde se vieron algunos de los peores efectos. En casi cada congregación de la Iglesia se experimentó un terrible agotamiento de los medios de vida y sustento de los miembros, lo que motivó por parte de la Iglesia respuestas tanto locales como generales1.
Las mujeres que prestaban servicio en la Sociedad de Socorro cumplieron una función clave en el cuidado de los pobres y coordinando los programas de bienestar antes y durante la Gran Depresión. En Alemania, donde el estrés financiero estaba agravado por la obligación del país de pagar las reparaciones derivadas de la Primera Guerra Mundial, los habituales eventos de la Sociedad de Socorro, tales como los encuentros de costura y los bazares de artesanías, se convirtieron en una temprana y crucial respuesta a la crisis2. A los bazares y la recaudación de fondos, las mujeres y los hombres agregaron presentaciones musicales, de danza, de lectura de poesía y discursos, que elevaban los espíritus a la vez que recaudaban fondos para los pobres3. Durante la recesión económica inicial en los Estados Unidos, las miembros de la Sociedad de Socorro recolectaban donaciones y se ofrecían como voluntarias en las plantas de enlatado y en negocios de costura. Los obispos y las líderes de la Sociedad de Socorro trabajaban en conjunto para identificar a las familias en necesidad y para distribuir bienes entre los pobres.
Los Santos de los Últimos Días cooperaban con los gobiernos locales y estatales, con los protestantes, los católicos y las agencias privadas de ayuda para asistir a los necesitados. Por ejemplo, el gobernador de Utah, George Dern, nombró al Obispo Presidente, Sylvester Q. Cannon, presidente del Consejo asesor estatal de desempleo [State Advisory Council of Unemployment], que revisaba las estrategias de respuestas basadas en varias medidas, entre otras, la encuesta puerta a puerta de la Iglesia sobre el empleo en Salt Lake City. El gobernador del estado también utilizó el Servicio Social de Intercambio [Social Service Exchange] de la Sociedad de Socorro como centro de intercambios para varios esfuerzos de beneficencia. Esta colaboración fue guiada por Amy Brown Lyman, quien servía como Primera Consejera en la Presidencia General de la Sociedad de Socorro4. Pero al continuar la crisis y conforme los casos acumulados excedían la capacidad del Departamento de Servicios Sociales de la Sociedad de Socorro, los líderes de estaca y de los niveles generales buscaron expandir los programas de bienestar para ayudar más a los miembros de la Iglesia5.
En la Estaca Pioneer, Utah, donde el ingreso personal promedio había caído a casi la mitad, el presidente de estaca Harold B. Lee ensayó programas para mejorar el inventario de los almacenes y proporcionar oportunidades de trabajo. Al notar el éxito de la respuesta de esta estaca, la Primera Presidencia llamó a Lee a encabezar el Comité General de Seguridad de la Iglesia [General Church Security Committee] y a desarrollar un plan de bienestar para toda la Iglesia. En 1933 y 1934, el comité diseñó un plan siguiendo, en parte, el modelo de los programas de bienestar de la Sociedad de Socorro a fin de brindar ayuda en tiempos de emergencia, al tiempo que se fomentaban las habilidades personales y la independencia económica6. Este nuevo Plan de Seguridad de la Iglesia, anunciado en 1936, marcó el comienzo del moderno programa de bienestar de la Iglesia.
Muchos países que sufrían durante la Gran Depresión implementaron diversas estrategias de recuperación, tales como reformar las instituciones bancarias, cancelar los intereses de las deudas por préstamo, patrocinar los proyectos de infraestructura y los programas de bienestar, y realizar pagos directos a los desempleados. Gran Bretaña y los Estados Unidos introdujeron nuevas regulaciones y programas de valores para prevenir el pánico en el mercado y proteger las transacciones. A mediados de la década de 1930, la mayoría de los países que habían sufrido la depresión, empezaron a recuperarse, y hacia 1939 la producción y los ingresos personales promedio alcanzaron niveles similares a los de 1929. El estallido de la Segunda Guerra Mundial en 1939 introdujo una nueva emergencia económica, esta vez obligando a las industrias en muchos países a acelerar la producción en apoyo de los esfuerzos bélicos7. Las nuevas normas bancarias, el comercio internacional reducido y los efectos tempranos de la guerra dieron fin a la Gran Depresión8 .
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