Historia de la Iglesia
Primera Guerra Mundial


Primera Guerra Mundial

A finales del siglo XIX, las potencias imperiales de Europa, Oriente Medio, Asia y América del Norte habían desplegado su industria, su presencia militar y sus reivindicaciones territoriales en gran parte del planeta. Entre 1877 y 1913, los imperios austrohúngaro, ruso y otomano se disputaban el control de gran parte de la península de los Balcanes. Otras naciones europeas formaron alianzas defensivas para protegerse de la expansión de estos imperios y dedicaron grandes recursos a igualar su poderío militar1. Mientras el archiduque Francisco Fernando de Austria recorría el ducado balcánico de Bosnia-Herzegovina en junio de 1914, su comitiva fue atacada por asesinos que buscaban una Yugoslavia independiente2. La muerte de Fernando y de su esposa, Sofía, dio lugar a una serie de ultimátums entre los estados europeos y a la formación de dos alianzas opuestas, la Triple Alianza (posteriormente conocida como las “Potencias Centrales”) y la Triple Entente (también conocida como las “Potencias Aliadas”)3. El 28 de julio, Austria-Hungría declaró la guerra a Serbia, lo que provocó que los ejércitos aliados se movilizaran en preparación para la guerra. Cuando Rusia y Francia se negaron a las exigencias del gobierno alemán de cesar las medidas militares, Alemania declaró la guerra a ambos países4. En pocos meses, prácticamente todos los estados europeos se sumaron al conflicto. La guerra movilizó fuerzas de todos los continentes habitados y se extendió a cinco grandes frentes en Europa Oriental y Occidental, África, Oriente Medio e Italia5. Luego de cuatro años de combate, entre septiembre y noviembre de 1918, los estados miembros de las Potencias Centrales se sometieron a un armisticio con las potencias de la Entente que puso fin a la guerra6.

La mayoría de los Santos de los Últimos Días de la época vivían en el oeste de los Estados Unidos, pero muchos de los que vivían en Gran Bretaña, Canadá y Alemania soportaron las peores dificultades del conflicto. Más aún, el conflicto constituyó el primero en el que un número significativo de Santos de los Últimos Días se encontró en diferentes bandos de la guerra. El presidente de la Iglesia, Joseph F. Smith, rogó a los Santos de los Últimos Días que se mantuvieran unidos ante un conflicto internacional. Consideraba que el estallido de la guerra era culpa de líderes gubernamentales agresivos, no de los civiles obligados a portar armas7. A petición del presidente Smith, Charles W. Penrose, consejero de la Primera Presidencia, ofreció una oración por la paz durante la Conferencia General de octubre de 19148.

A medida que las hostilidades aumentaban, la Misión Europea evacuó a casi todos sus misioneros extranjeros y la Primera Presidencia anunció una pausa en el envío de misioneros al extranjero hasta que la guerra terminara9. Al ir incorporándose los hombres jóvenes al servicio militar, las mujeres constituyeron más del cuarenta por ciento de todos los misioneros Santos de los Últimos Días, constituyendo el porcentaje femenino más alto desde 1898, cuando se apartó por primera vez a las mujeres como misioneras de tiempo completo10.

Los reclutamientos variaban según el país de origen de los Santos de los Últimos Días. Alemania alistó a todos los hombres de entre 17 y 50 años de edad en el servicio militar, lo que obligó a algunos misioneros alemanes a ir al campo de batalla11. En Gran Bretaña, donde vivían cerca de seis mil miembros de la Iglesia, más de un millón de hombres respondieron a las convocatorias de soldados voluntarios a los pocos meses del estallido de la guerra. En algunas ramas, más de la mitad de los hombres se alistaron para la guerra12. En Canadá, el futuro apóstol Hugh B. Brown se entrenó como oficial y reclutó a Santos de los Últimos Días para unidades de milicia provinciales enviadas a Francia13. La mayoría de los soldados Santos de los Últimos Días se alistaron en los Estados Unidos, particularmente en Utah. Cuando los Estados Unidos entraron en la guerra, cinco mil reclutas de Utah partieron hacia Francia, la mayoría de los cuales provenían de comunidades de inmigrantes italianos y griegos, más que de los barrios y estacas de los Santos de los Últimos Días. Al final de la guerra, se habían alistado más hombres Santos de los Últimos Días que nunca antes, con más del cinco por ciento de la población de Utah sirviendo en el ejército14.

La Iglesia apoyó el esfuerzo de guerra colaborando con organizaciones como la Cruz Roja, los Boy Scouts of America y los programas del gobierno de los Estados Unidos. La Sociedad de Socorro recogió donaciones de fanegas de trigo y alimentos enlatados y suministraron a la Administración de Alimentos de los Estados Unidos más de dieciséis toneladas de productos. La Iglesia contribuyó a la Cruz Roja suministros médicos que proporcionaron más de doscientos cincuenta millones de vendajes médicos a los hospitales locales y del ejército15. Las Asociaciones de Mejoramiento Mutuo de Mujeres y Hombres Jóvenes promovieron bonos de ahorro para la guerra que ayudaron a la recaudación de fondos del gobierno. Los Boy Scouts distribuyeron más de treinta millones de folletos de apoyo a la guerra, recolectaron la compra de bonos y sembraron en cientos de acres agrícolas no utilizados para cultivar un remanente de alimentos16. En Gran Bretaña, las mujeres organizaron comités de ayuda para recoger y entregar ropa y libros para los soldados, visitaron a los heridos en los hospitales del ejército y vendieron productos para apoyar a los soldados en el frente17. La enorme cantidad de bajas, entre nueve y diez millones de muertos y otros veinte o veintiún millones de heridos, y la escala mundial del conflicto motivaron a varios santos a desalentar la participación en la guerra y, en algunos casos, a resistirse a alistarse alegando ser objetores de conciencia ante los tribunales18.

soldados heridos en hospital

Hospital de soldados heridos durante la Primera Guerra Mundial.

La irregularidad de los registros de los distintos ejércitos de la guerra impide calcular un número definitivo de soldados y bajas civiles de Santos de los Últimos Días; algunos estiman que el total de muertes de soldados Santos de los Últimos Días oscila entre seiscientos y setecientos. La condición de inmigrantes de muchos de los Santos de los Últimos Días alistados complicó aún más su experiencia en el combate19. Para los Santos de los Últimos Días de muchas partes del mundo, la guerra intensificó los sentimientos de nacionalismo. En toda Europa y América del Norte, los Santos de los Últimos Días que habían hablado de la persecución del gobierno comenzaron a expresar un compromiso patriótico con su país de origen20. En algunas comunidades de los Santos de los Últimos Días, el patriotismo causó fricciones entre los miembros de diversos orígenes, y el presidente Joseph F. Smith aconsejó a todos los Santos de los Últimos Días que aceptaran a toda persona de cualquier nacionalidad en sus comunidades y que defendieran a los inmigrantes “con la más pura amabilidad”21. A medida que las zonas de Europa se reabrieron a la obra misional después de la guerra, los Santos de los Últimos Días fueron testigos de un crecimiento inesperado en los antiguos frentes de guerra, lo que amplió el alcance internacional de la Iglesia más allá de sus límites del siglo XIX.

Temas relacionados: Segunda Guerra Mundial, Joseph F. Smith, Neutralidad política, Pandemia de gripe de 1918

  1. Samuel R. Williamson Jr., “The Origins of the War”, Hew Strachan, editor, The Oxford Illustrated History of the First World War, nueva edición, Oxford: Oxford University Press, 2014, págs.11–17.

  2. Hew Strachan, To Arms, tomo I de The First World War, Oxford: Oxford University Press, 2001, pág. 65.

  3. Strachan, To Arms, págs. 69–102; Richard F. Hamilton y Holger H. Herwig, editores, The Origins of World War I, Cambridge: Cambridge University Press, 2003, págs. 17–22; Hew Strachan, The First World War, Nueva York: Viking Penguin, 2004, págs. 7, 13, 35–41. Estas alianzas pasaron a conocerse después de la guerra como las “Potencias Centrales” y las “Potencias Aliadas” respectivamente. Los principales estados-nación que habían formado la Triple Alianza/Potencias Centrales para 1914 incluían a Alemania, Austria-Hungría, Italia y Rumanía; los de la Triple Entente/Potencias Aliadas incluían a Francia, Rusia y Gran Bretaña; véase Williamson Jr., “Origins of the War”, pág. 13; James Perry, “British Latter-day Saints in the Great War, 1914–1918”, Journal of Mormon History, tomo XLIV, nro. 3, julio de 2018, págs. 71–72; Tammy M. Proctor, “The Great War and the Making of a Modern World”, Utah Historical Quarterly, tomo LXXXVI, nro. 3, verano de 2018, págs. 193–194.

  4. Gordon Martel, Origins of the First World War, cuarta edición, Londres: Routledge, 2017, págs. 5–6.

  5. Strachan, The First World War, págs. 48–51, 67–69; Proctor, “The Great War”, pág. 194. Véase también Michael S. Neiberg, Fighting the Great War: A Global History, Cambridge, Massachusetts: Harvard University Press, 2005, para las historias narradas de cada frente de batalla de la guerra.

  6. Strachan, The First World War, págs. 323–327.

  7. James I. Mangum III, “The Influence of the First World War on the Church of Jesus Christ of Latter-day Saints”, tesis de maestría, Universidad Brigham Young, 2007, pág. 108.

  8. Patrick Q. Mason, “‘When I Think of War I Am Sick at Heart’: Latter Day Saint Nonparticipation in World War I”, Journal of Mormon History, tomo. XLV, nro. 2, abril de 2019, pág. 4.

  9. Mangum, “Influence of the First World War”, págs. 78–83.

  10. “The Experience of Married Women Missionaries”, Pioneer Magazine, tomo LXIII, nro. 1, primavera de 2016, pág. 29.

  11. Mangum, “Influence of the First World War”, págs. 105–106.

  12. Perry, “British Latter-day Saints in the Great War”, págs. 73–75.

  13. Mangum, “Influence of the First World War”, págs. 37–42.

  14. Helen Z. Papanikolas, “Immigrants, Minorities, and the Great War”, Utah Historical Quarterly, tomo. LVIII, nro. 4, otoño de 1990, págs. 367–368; Kenneth L. Alford, “Joseph F. Smith and the First World War: Eventual Support and Latter-day Saint Chaplains”, en Craig K. Manscill, Brian D. Reeves, Guy L. Dorius, y J. B. Haws, editores, Joseph F. Smith: Reflections on the Man and His Times, Provo: Religious Studies Center, 2013, págs. 434–455.

  15. Alford, “Joseph F. Smith”, págs. 434–455.

  16. Mangum, “Influence of the First World War”, págs. 160–167.

  17. Perry, “British Latter-day Saints in the Great War”, págs. 80–82.

  18. Antoine Prost, “War Losses”, en 1914–1918 Online: International Encyclopedia of the First World War, https://encyclopedia.1914-1918-online.net/article/war_losses; Perry, “British Latter-day Saints in the Great War”, págs. 76–77; Mason, “Latter Day Saint Nonparticipation”, págs. 5–18.

  19. Mangum, “Influence of the First World War”, pág. 95; Papanikolas, “Immigrants”, pág. 370.

  20. Ethan R. Yorgason, Transformation of the Mormon Culture Region, Urbana: University of Illinois Press, 2003, págs. 167–168.

  21. Papanikolas, “Immigrants”, págs. 368–370; Proctor, “The Great War”, págs. 198–200; Joseph F. Smith, mensaje, 6 de abril de 1917, en Conference Report, abril de 1917, págs. 11–12.