2007
Nunca te des por vencido
Enero de 2007


Ven y escucha la voz de un profeta

Nunca te des por vencido

Al igual que algunos de ustedes, yo sé lo que es sentir el desaliento y la humillación durante los años de la juventud. Cuando era joven, jugaba al béisbol en un equipo de la escuela primaria y secundaria. Escogían a dos capitanes de equipo y luego ellos, a su vez, elegían a los que querían que jugaran en sus respectivos equipos. Claro que primero escogían a los mejores jugadores y después a los que quedaban en el segundo y tercer lugar. El que lo eligieran a uno en cuarto o quinto lugar no estaba mal, pero que lo eligieran por ser el único que quedaba y lo pusieran en la posición del campo que menos afectara al equipo era realmente terrible. Lo sé por haberlo sufrido en carne propia.

Cómo oraba para que la pelota jamás viniera hacia donde yo estaba, pues seguramente se me caería de las manos, el otro equipo anotaría carrera y mis compañeros se reirían de mí.

Como si hubiera sucedido ayer, recuerdo el momento preciso en el que todo cambió en mi vida. El partido comenzó tal como lo he descrito: fui el último en ser elegido. Caminé angustiado hasta el rincón más apartado del campo y observaba mientras el otro equipo ocupaba las tres bases con sus jugadores. Dos bateadores fallaron y quedaron fuera, pero de repente el próximo bateador pegó con muchísima fuerza la pelota y la mandó muy alto en el aire y muy lejos; hasta pude oírlo decir: “Éste será un home run”. Fue una experiencia humillante ya que la pelota venía directamente hacia donde yo estaba. ¿Podría contenerla? Me apresuré para tomar posición en el lugar donde supuse que caería la pelota, elevé una plegaria silenciosa mientras corría, extendiendo los brazos y ahuecando las manos. Me sorprendí a mí mismo, ya que ¡atrapé la pelota! Mi equipo ganó el juego.

Esa experiencia me hizo tener más confianza en mí mismo, fortaleció mi deseo de practicar e hizo que en lugar de ser el último al que eligieran fuera un gran contribuyente al equipo.

Todos podemos sentir ese arranque de confianza; podemos sentirnos orgullosos de nuestra actuación. Hay una fórmula de cinco palabras que nos resultará útil: Nunca nos demos por vencidos.

De un discurso de la Conferencia General de octubre de 2005.

Algo en qué pensar

  1. ¿Por qué el presidente Monson jugó mucho mejor después de contener la pelota? ¿Se hizo más talentoso repentinamente? ¿Podría sentir lo mismo si no hubiera contenido la pelota?

  2. ¿Qué sucedería si no atraparas la pelota cuando te escogen como la última persona, o si fueras el último en terminar una carrera? ¿Cómo puedes saber que eres una persona maravillosa que vale la pena?

  3. ¿Cuáles son las cosas que realmente tienen importancia en la vida, en las que nunca debes perder las esperanzas?

  4. ¿Cómo influirá en ti este relato cuando tengas que escoger a los jugadores de tu equipo?