Bueno es saberlos
Cuando tenía 19 años, dejé mi pueblecito del centro de Camboya para ir a vivir con mi hermano mayor en la capital, Phnom Penh. Varios años antes, mi hermano había conocido a dos jóvenes con camisa blanca, corbata y una placa con su nombre, así que me dio a conocer el Evangelio y me bautizó en la Iglesia.
Cuando me bauticé, mi presidente de distrito, el presidente Pen Vibol, me dijo: “Memorice los Artículos de Fe, ya que explican todo lo bueno que tiene la Iglesia, las cosas que siempre deberá recordar”. Pensé que era un consejo sabio, así que aprendí de memoria los 13 y los repasaba con frecuencia. A fin de cuentas, si alguien me hacía preguntas acerca de la cristiandad, quería ser capaz de explicarles mi fe. Lo que nunca hubiera imaginado es lo importante que llegaría a ser el consejo del presidente Vibol para mí.
Mi hermano siempre me animaba a progresar y a obtener una buena educación académica. Unos años después de bautizarme, logré aprobar el examen de inglés de ingreso a la universidad y conseguí una beca de cuatro años para estudiar mercadotecnia internacional en la Universidad Brigham Young–Hawai.
Pero aunque el examen de ingreso fue muy difícil, lo más difícil todavía estaba por llegar: conseguir un visado estadounidense. Es difícil y caro obtener el permiso para entrar en los Estados Unidos. A veces se deniega la autorización incluso a estudiantes que cuentan con una beca para asistir a una universidad de ese país. Llené los formularios requeridos, fijé una cita para una entrevista en la Embajada de los Estados Unidos, y antes de darme cuenta, me encontraba sentado al otro lado del escritorio de un joven de ojos azules.
“Hay muchas universidades en los Estados Unidos”, dijo el entrevistador. “¿Por qué quiere ir a la Universidad Brigham Young–Hawai?”
“Porque soy miembro de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, y esa universidad pertenece a la Iglesia”, respondí.
El entrevistador repasó los documentos. “Veo que su hermano ya está allí”, dijo. Yo sabía que a la embajada no le gustaba que varios miembros de una sola familia abandonaran el país al mismo tiempo.
“Sí”, admití. “Mi hermano mayor está asistiendo a la Universidad Brigham Young–Hawai”. Parecía que la entrevista iba por mal camino.
“¿Podrán mantenerlo sus padres?”, fue la siguiente pregunta.
“Mi padre es agricultor y mi madre es vendedora”, le dije, añadiendo que no ganaban mucho dinero.
“Entonces, ¿cómo podrá costearse los estudios en los Estados Unidos?”, preguntó el entrevistador.
Saqué mi carta de aceptación y le expliqué que tenía una beca para asistir a la universidad.
Tras analizar la carta, el entrevistador abrió el cajón derecho de su escritorio y sacó una tarjetita. “Recite cuatro de estos Artículos de Fe”, me pidió.
Los sabía tan bien como mi propio nombre. “Nosotros creemos en Dios el Eterno Padre, y en su Hijo Jesucristo, y en el Espíritu Santo”, comencé. Una vez que terminé de recitar el tercero, el entrevistador me detuvo.
“¡Muy bien, estupendo!”, dijo, mientras guardaba la tarjeta en el cajón. “Puede recoger su visado mañana”.
Ignoro por qué el entrevistador guardaba una tarjeta de los Artículos de Fe en su escritorio, pero me sentí agradecido por no tener que vacilar ni un segundo para recitarlos. El saber los Artículos de Fe quizá no siempre produzca resultados tan espectaculares, pero siempre es bueno saberlos.