Una líder especial
Siempre recordaré con gratitud a una líder especial que cambió mi vida para bien. Cuando la conocí, yo no tenía muchos amigos; no hablaba mucho y no sonreía a los demás; no participaba en seminario ni en otras actividades. Lo cierto es que sólo iba a la Iglesia los domingos, e incluso entonces, tenía la mente ocupada en otras cosas durante la clase de las Mujeres Jóvenes. Algunas de las jóvenes intentaron integrarme, pero me cerré a ellas.
Cuando esta hermana intentó acercarse a mí por primera vez, no tuvo mucho éxito. Al principio, yo ni siquiera sabía cómo se llamaba. Después me confió una tarea y comenzó a contar conmigo. Acepté la responsabilidad sólo porque no supe cómo rechazarla. Entonces, antes incluso de que me diera cuenta, comenzó a convertirse en mi amiga. Comencé a esforzarme más y más por cumplir con mi llamamiento y por prestar atención durante la clase . Incluso empecé a asistir a seminario y a otras actividades de la Iglesia. También me hice amiga de los jóvenes de mi barrio. El Evangelio pronto se había convertido en lo más importante de mi vida.
¿Quién dio pie a todos estos cambios en mí? Fue mi líder. Ahora, cuando la miro a los ojos, siento amor y gratitud inmensos y agradezco al Padre Celestial la oportunidad de tener una líder tan especial. Le agradezco que me preparara y me acompañara el día en que recibí mi investidura en el Templo de São Paulo, Brasil. Estoy agradecida por su ejemplo de amor, un amor que me esfuerzo por emular en mi propia vida.
Ahora, como líder de las Mujeres Jóvenes de mi barrio, espero hacer por mis jóvenes al menos una parte de lo que ella hizo por mí.