2015
Los discípulos y la defensa del matrimonio
Agosto de 2015


Los discípulos y la defensa del matrimonio

Tomado del discurso “Disciples of Christ—Defenders of Marriage”, pronunciado durante la ceremonia de graduación de la Universidad Brigham Young, el 24 de agosto de 2014. Para el texto completo en inglés, véase speaches.byu.edu.

Élder Russell M. Nelson

Los discípulos del Señor somos defensores del matrimonio tradicional; no podemos transigir. La historia no es nuestro juez; y tampoco lo es la sociedad secular; ¡Dios es nuestro juez!

Existe gran fortaleza en una unión sólida; juntos, los verdaderos compañeros pueden lograr más que la suma de lo que pueda hacer cada uno por sí solo. Si son verdaderos compañeros, uno más uno es mucho más que dos. Por ejemplo: los doctores William J. Mayo y su hermano, Charles H. Mayo, fundaron la Clínica Mayo; los abogados y otros profesionales forman juntos sociedades importantes. En el matrimonio, el esposo y la esposa pueden establecer la sociedad más trascendental de todas: una familia eterna.

En cualquier empresa, las mejoras perdurables dependen de la colaboración y del estar de acuerdo; los grandes líderes y socios adquieren la habilidad de compartir ideas y esfuerzos, y la norma de llegar a un acuerdo. Los grandes socios son completamente leales; dominan el ego a cambio de ser partícipes en crear algo más grande que ellos mismos. Las grandes sociedades dependen de que cada uno de los socios perfeccione los atributos de su carácter.

Guardianes de la virtud

Parece que ésta es una época en que me toca asistir a funerales; en ellos he presenciado a muchas familias cuando se despiden por un tiempo de seres queridos a los cuales han sido sellados. Muchas veces, al salir, me pregunto: “¿Qué me gustaría que dijeran de mí en mi funeral?”.

No es demasiado temprano en la vida para hacerse la misma pregunta: ¿Qué les gustaría que dijeran de ustedes en su funeral?

Espero que se diga que fueron un buen esposo y padre o una buena esposa y madre; que tenían integridad, que eran bondadosos y pacientes, humildes y trabajadores; que eran una persona virtuosa.

Los guardianes supremos de todas las virtudes son el matrimonio y la familia; particularmente las virtudes de la castidad y la fidelidad, las cuales son necesarias para crear una sociedad matrimonial y relaciones familiares perdurables y totalmente gratificantes.

El hombre y la mujer fueron creados para lo que puedan hacer y llegar a ser, juntos. Para traer a un hijo al mundo, se requiere de un hombre y de una mujer. La madre y el padre no son intercambiables; el hombre y la mujer son diferentes y se complementan. Los hijos merecen la oportunidad de criarse con una madre y un padre1.

Es probable que ustedes encuentren que haya cada vez más debate sobre la definición del matrimonio; muchos de sus vecinos, colegas y amigos no habrán oído nunca verdades lógicas e inspiradas sobre la importancia del matrimonio, tal como Dios mismo lo definió. Con su ejemplo elocuente, ustedes tendrán muchas oportunidades de fortalecer la comprensión de lo que dice el Señor en cuanto a este tema, tanto en forma individual como en familia.

El apóstol Pablo previó nuestras actuales circunstancias cuando dijo:

“…en los postreros días vendrán tiempos peligrosos.

“Porque habrá hombres amadores de sí mismos, avaros, vanagloriosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a sus padres, ingratos, impíos,

“sin afecto natural, implacables, calumniadores… aborrecedores de lo bueno…

“amadores de los deleites más que de Dios”.

Y termina, diciendo: “…a éstos evita” (2 Timoteo 3:1–5).

Después de su extraordinaria profecía en cuanto a nuestra época, Pablo añadió esta advertencia: “Y también todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús, padecerán persecución” (2 Timoteo 3:12).

¡Mediten sobre eso! Significa que en estos tiempos peligrosos, la vida no será fácil para los verdaderos discípulos del Señor Jesucristo, pero tendremos Su aprobación. Él nos dio esta promesa: “Y bienaventurados son todos los que son perseguidos por causa de mi nombre, porque de ellos es el reino de los cielos” (3 Nefi 12:10).

En resumen, por ser discípulos, a cada uno de nosotros se nos pondrá a prueba. En todo momento, todos los días, tenemos el privilegio de escoger entre el bien y el mal; es una batalla perpetua que comenzó en el mundo premortal y se vuelve cada vez más intensa, día tras día. La fortaleza de carácter de ustedes, individualmente, se necesita ahora más que nunca.

No hay discípulos de tiempo parcial

Ya pasó la época en que se podía ser un cristiano pasivo y descansado; la religión de ustedes no es sólo ir a la Iglesia los domingos, sino ser un verdadero discípulo desde el domingo por la mañana hasta el sábado por la noche, ¡veinticuatro horas al día, todos los días de la semana! No hay tal cosa como un discípulo de tiempo parcial del Señor Jesucristo.

Jesús invita a todo el que desee ser Su discípulo a tomar su cruz y seguirlo (véanse Mateo 16:24; Marcos 8:34; D. y C. 56:2; 112:14). ¿Están listos para unirse a las filas?, ¿o se avergonzarán del Evangelio? ¿Se avergonzarán del Señor y de Su plan? (véase Mormón 8:38). ¿Cederán a las voces de los que quieren que se unan a ellos en el ámbito popular de la época contemporánea?

¡No! ¡La juventud de Sion no fallará! Creo que serán valientes y proclamarán la verdad de Dios con claridad y bondad, aunque Su verdad no sea políticamente popular. Pablo estableció ese modelo cuando declaró: “Porque no me avergüenzo del evangelio de Cristo; porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree…” (Romanos 1:16; véase también 2 Timoteo 1:8).

Los discípulos del Señor somos defensores del matrimonio tradicional; no podemos transigir. La historia no es nuestro juez; y tampoco lo es la sociedad secular; ¡Dios es nuestro juez! Para cada uno de nosotros, el día del juicio se llevará a cabo a la manera de Dios y en Su propio tiempo (véanse Romanos 2:5; Alma 33:22; Éter 11:20; D. y C. 88:104; 133:38).

La disposición de ustedes para expresar un testimonio solemne del Señor y vivir de acuerdo con Su evangelio determinará el futuro del matrimonio y de infinidad de vidas humanas. El entrar en las aguas del bautismo y tomar sobre nosotros el nombre de Jesucristo ofrece gran protección. El rey Benjamín lo explicó de esta manera: “Ahora pues, a causa del convenio que habéis hecho, seréis llamados progenie de Cristo, hijos e hijas de él, porque he aquí, hoy él os ha engendrado espiritualmente; pues decís que vuestros corazones han cambiado por medio de la fe en su nombre; por tanto, habéis nacido de él y habéis llegado a ser sus hijos y sus hijas” (Mosíah 5:7; véase también el versículo 8).

Me gusta lo que dijo la hermana Sheri Dew, que fue miembro de la Presidencia General de la Sociedad de Socorro en el pasado, en una conferencia para mujeres que tuvo lugar recientemente en la Universidad Brigham Young: “El principio fundamental de llegar a ser un discípulo es hacer lo que prometemos cada vez que tomamos la Santa Cena: ‘[recordar] siempre’ al Señor. Eso quiere decir recordarlo al elegir los medios de comunicación a los que estamos dispuestos a exponer a nuestro espíritu; significa recordarlo al considerar la forma en que pasamos el tiempo y al decidir entre un constante régimen de cultura popular o de la palabra de Dios; significa recordarlo en medio de la oposición o cuando la tentación nos amenace; quiere decir recordarlo cuando los críticos ataquen Su Iglesia y se burlen de la verdad; y quiere decir recordar que hemos tomado Su nombre sobre nosotros”2.

El mensaje de la hermana Dew concuerda con uno del presidente Howard W. Hunter (1907–1995), cuando dijo: “Si nuestra vida y nuestra fe se centran en Jesucristo y en Su evangelio restaurado, nada irá permanentemente mal… si nuestra vida no está centrada en el Salvador ni en Sus enseñanzas, ningún otro éxito será permanentemente para bien”3.

Proclamemos la voluntad de Dios

Dondequiera que vayamos, ustedes y yo, como discípulos del Señor, tenemos la solemne responsabilidad de proclamar la voluntad de Dios a toda la gente; y una de las oportunidades más apremiantes de nuestro tiempo es la de defender la verdad en cuanto a la naturaleza sagrada del matrimonio.

Nuestro mensaje se basa en la doctrina divina, canonizada en la Biblia:

“En el principio creó Dios los cielos y la tierra” (Génesis 1:1).

“Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó” (Génesis 1:27).

“Y los bendijo Dios y les dijo… Fructificad y multiplicaos; y henchid la tierra” (Génesis 1:28).

“Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se allegará a su mujer, y serán una sola carne” (Génesis 2:24).

“Y llamó Adán el nombre de su mujer Eva, por cuanto ella fue la madre de todos los vivientes” (Génesis 3:20; véase también Moisés 4:26).

Dios es el Padre de todos los hombres y las mujeres; son Sus hijos. Él fue quien ordenó el matrimonio como la unión entre un hombre y una mujer. El matrimonio no fue creado por legisladores ni jueces humanos; no fue creado por un grupo de investigadores en la materia, ni por el voto popular, ni por blogueros famosos ni por eruditos; no fue establecido por un grupo de activistas que presionan a los legisladores; ¡el matrimonio fue creado por Dios!

En los Diez Mandamientos se prohíben el adulterio y la codicia (véanse Éxodo 20:14, 17; Deuteronomio 5:18, 21);

y esos antiguos mandamientos se dieron de nuevo al pueblo en la época del Nuevo Testamento (véanse Mateo 5:27–28, 19:18; Romanos 13:9) y en la del Libro de Mormón (véanse Mosíah 13:22, 24; 3 Nefi 12:27). En la revelación moderna, el Señor ha vuelto a afirmarlo: “Amarás a tu esposa con todo tu corazón, y te allegarás a ella y a ninguna otra” (D. y C. 42:22).

La verdadera intimidad de una pareja, tal como nuestro Creador la decretó, se logra solamente dentro de la unión sagrada del esposo y la esposa, porque la enaltece la verdad y la ennoblece el cumplimiento de los convenios que ellos hacen entre sí y con Dios. Es esencial tener en cuenta que la absoluta fidelidad a esos convenios prohíbe la pornografía, la lujuria y cualquier clase de abuso.

Las presiones sociales y políticas para cambiar las leyes sobre el matrimonio han dado como resultado prácticas contrarias a la voluntad de Dios en cuanto a la naturaleza eterna del matrimonio y a sus propósitos. El hombre no puede convertir en moral lo que Dios ha declarado inmoral; el pecado, aunque sea legalizado por el hombre, sigue siendo pecado a los ojos de Dios.

Hermanos y hermanas, sostenidos por la verdad incontrovertible, ¡proclamen su amor por Dios! Proclamen su amor por todos los seres humanos, “sin malicia hacia nadie, con caridad por todos”4. En calidad de hijos de Dios, ellos son nuestros hermanos y hermanas y valoramos sus derechos y sus sentimientos; pero no podemos aprobar esfuerzos por cambiar la doctrina divina, porque el hombre no tiene derecho a cambiarla.

El amor implica obediencia

Dios ama a Sus hijos; y si ellos lo aman, demostrarán ese amor obedeciendo Sus mandamientos (véanse Juan 14:15, 21; 1 Juan 5:2; D. y C. 46:9; 124:87), incluso el de la castidad antes del matrimonio y la fidelidad total después de contraerlo. Las Escrituras advierten que la conducta contraria a los mandamientos del Señor no solamente privará a las parejas de una intimidad que tenga aprobación divina, sino que también acarreará sobre ellas los severos juicios de Dios (véanse Levítico 26:15–20; Salmos 89:31–32; Mateo 5:19).

El anhelo más noble del corazón humano es lograr un matrimonio que perdure más allá de la muerte; la completa fidelidad a los convenios efectuados en los santos templos permitirá que el esposo y la esposa queden sellados a lo largo de toda la eternidad (véase D. y C. 132:7, 19).

La carga del discipulado es pesada; como discípulos del Señor, ustedes serán los defensores del matrimonio; y si son leales y fieles, Él no sólo los ayudará y protegerá (véase D. y C. 84:88), sino que también bendecirá a su familia (véanse Isaías 49:25; D. y C. 98:37).

Ustedes son beneficiarios de la infinita expiación del Señor; gracias a Él, al final, recibirán la recompensa de la inmortalidad; y por causa de Él, podrán disfrutar de la bendición de la vida eterna con Él y con su familia.

Notas

  1. Véase “La Familia: Una Proclamación para el Mundo”, Liahona, noviembre de 2010, pág. 129.

  2. Sheri L. Dew, “Sweet above All That Is Sweet”, discurso pronunciado en la Universidad Brigham Young durante la conferencia de la mujer, el 1º de mayo de 2014, pág. 7; ce.byu.edu/cw/womensconference/transcripts.php.

  3. Howard W. Hunter, “Fear Not, Little Flock”, devocional de la Universidad Brigham Young, 14 de marzo de 1989, pág. 2; speeches.byu.edu.

  4. Abraham Lincoln, segundo discurso inaugural, 4 de marzo de 1865.