2015
Sean una luz
Agosto de 2015


Mensaje de la Primera Presidencia

Sean una luz

Presidente Thomas S. Monson

He tenido el privilegio de asistir a muchas celebraciones culturales que se han llevado a cabo en conjunto con las dedicaciones de templos. Todas me han gustado mucho, incluso la más reciente a la que asistí en Phoenix, Arizona, EE. UU., el pasado mes de noviembre.

Los jóvenes Santos de los Últimos Días que participan en las celebraciones culturales presentan programas maravillosos y memorables. El año pasado, en Phoenix, justo antes de la celebración, les dije a los participantes: “Ustedes son hijos de luz”.

Me gustaría que todos los jóvenes de la Iglesia sepan que son hijos de luz. Como tales, ellos tienen la responsabilidad de ser “luminares en el mundo” (Filipenses 2:15); tienen el deber de compartir las verdades del Evangelio. Son llamados a ser como un faro del templo, y reflejar la luz del Evangelio en un mundo cada vez más oscuro; tienen la responsabilidad de mantener su llama encendida y ardiendo con intensidad.

Para que seamos “ejemplo de los creyentes” (1 Timoteo 4:12), nosotros mismos debemos creer; debemos obtener la fe necesaria para sobrevivir espiritualmente y para transmitir esa luz a los demás. Debemos nutrir nuestro testimonio hasta que llegue a ser un ancla en nuestra vida.

Entre las maneras más eficaces de obtener y mantener la fe que necesitamos hoy en día, se encuentran el leer y estudiar las Escrituras y el orar con frecuencia y constancia. A los jóvenes de la Iglesia les digo: si no lo han hecho todavía, establezcan ahora el hábito diario de orar y de estudiar las Escrituras. Sin estas dos prácticas esenciales, las influencias externas y las realidades de la vida, que en ocasiones son duras, pueden debilitar o aun extinguir su luz.

Los años de la adolescencia no son fáciles; son años importantes en los que Satanás los tentará y hará cuanto pueda para alejarlos del camino que los conduce de regreso al hogar celestial. Sin embargo, a medida que lean y oren, a medida que presten servicio y obedezcan, llegarán a conocer mejor “la luz que brilla en las tinieblas” (D. y C. 6:21), nuestro Ejemplo y fortaleza, aun el Señor Jesucristo. Él es la Luz que debemos sostener en alto para disipar las crecientes tinieblas (véase 3 Nefi 18:24).

Con un testimonio fuerte del Salvador y de Su evangelio restaurado, tienen oportunidades ilimitadas de brillar; se presentan a su alrededor todos los días, sin importar las circunstancias en las que se encuentren. A medida que sigan el ejemplo del Salvador, tendrán la oportunidad de ser una luz, por así decirlo, en la vida de aquellos que los rodean, ya sean miembros de su propia familia, compañeros de clase o del trabajo, simples conocidos o completos extraños.

Al ser una luz al mundo, las personas que los rodeen sentirán un espíritu especial que les hará querer relacionarse con ustedes y seguir su ejemplo.

Ruego a los padres y a los líderes de nuestros jóvenes que los ayuden a defender la verdad y la rectitud; ayuden a abrir ampliamente ante su vista las puertas del aprendizaje, del entendimiento y del servicio en el reino de Dios; edifiquen en ellos la fortaleza para resistir las tentaciones del mundo; infundan en ellos el deseo de caminar por las sendas de la virtud y de la fe, de orar siempre y de mirar hacia el cielo para que sea su ancla constante.

A nuestros jóvenes les digo: nuestro Padre Celestial los ama; y espero que también sientan el amor que los líderes de la Iglesia tienen por ustedes. Ruego que tengan el deseo de servir a su Padre Celestial y a Su Hijo, que siempre caminen en el sendero de la verdad y sean una luz entre los hijos de Dios.