Mensaje de la Primera Presidencia
Al avanzar juntos
Estimados hermanos y hermanas, me siento humilde al estar con ustedes esta mañana. Hace cuatro días descansó en paz un hombre gigante, un profeta de Dios: el presidente Thomas S. Monson. No hay palabras que hagan justicia a la magnitud y magnificencia de su vida. Siempre atesoraré con gratitud nuestra amistad por lo que me enseñó. Ahora debemos mirar hacia el futuro con total fe en nuestro Señor Jesucristo, a quien pertenece esta Iglesia.
Hace dos días, todos los Apóstoles vivientes se congregaron en la sala superior del Templo de Salt Lake. Allí tomaron la decisión unánime, primero, de reorganizar la Primera Presidencia ahora y, segundo, que yo sirviese como Presidente de la Iglesia. Las palabras no son suficientes para decirles lo que sentí cuando mis hermanos —los hermanos de las Autoridades Generales quienes poseen todas las llaves del sacerdocio restauradas por medio del profeta José Smith en esta dispensación— colocaron sus manos sobre mi cabeza para ordenarme y apartarme como Presidente de la Iglesia. Fue una experiencia sagrada y humilde.
En seguida, tuve la responsabilidad de discernir a quiénes había preparado el Señor para que fuesen mis consejeros. ¿Cómo podría elegir a solo dos de los Doce apóstoles, a cada uno de los cuales amo tanto? Estoy profundamente agradecido al Señor por contestar mis fervientes oraciones. Estoy muy agradecido que el presidente Dallin Harris Oaks y el presidente Henry Bennion Eyring estén dispuestos a servir conmigo como Primer y Segundo Consejeros, respectivamente. El presidente Dieter F. Uchtdorf ha vuelto a tomar su lugar en el Cuórum de los Doce Apóstoles. Él ya ha recibido asignaciones importantes para las cuales está sumamente capacitado.
Le rindo tributo a él y al presidente Eyring por el magnífico servicio que prestaron como consejeros del presidente Monson. Han sido totalmente capaces, dedicados e inspirados, y les estamos sumamente agradecidos. Cada uno está dispuesto a prestar servicio ahora donde más se le necesita.
Como el Apóstol que ocupa el segundo lugar en antigüedad, el presidente Oaks también se convierte en Presidente del Cuórum de los Doce Apóstoles. No obstante, dado su llamamiento en la Primera Presidencia, y de acuerdo con el orden de la Iglesia, el presidente M. Russell Ballard, quien ocupa el lugar siguiente en antigüedad, servirá como Presidente en Funciones de ese cuórum. La Primera Presidencia trabajará conjuntamente con los Doce para discernir la voluntad del Señor y adelantar Su sagrada obra.
Les agradecemos sus oraciones, las cuales se han ofrecido por nosotros por todo el mundo. Una de esas oraciones la ofreció un niño de cuatro años llamado Benson, la mañana después del fallecimiento del presidente Monson. Cito fragmentos de la carta que la madre de él le escribió a mi esposa, Wendy. Benson oró: “Padre Celestial, gracias que el presidente Thomas S. Monson pudiera ver otra vez a su esposa. Gracias por nuestro nuevo profeta. Ayúdalo a ser valiente y a no tener miedo por ser nuevo. Ayúdalo a crecer sano y fuerte. Ayúdalo a tener poder porque él tiene el sacerdocio; y ayúdanos a ser siempre buenos”.
Doy gracias a Dios por los niños como ese y por los padres y las madres que toman en serio su compromiso de criar a los hijos de forma recta y deliberada; por todo padre, maestro y miembro que lleva cargas pesadas y, sin embargo, sirve con tan buena disposición. En otras palabras, estoy humildemente agradecido por cada uno de ustedes.
El Señor está a la cabeza
Al avanzar juntos, los invito a pensar en la manera majestuosa mediante la cual el Señor gobierna Su Iglesia. Cuando el Presidente de la Iglesia fallece, no hay ningún misterio acerca de quién es el siguiente llamado a servir en esa función. No hay campañas electorales ni políticas, sino solo las calladas obras de un divino plan de sucesión impuesto por el Señor mismo.
Cada día del servicio que presta un apóstol es un día de aprendizaje y de preparación para una mayor responsabilidad en el futuro. Toma décadas de servicio para que un apóstol pase del puesto de menor antigüedad en el círculo al de mayor antigüedad. Durante ese tiempo, obtiene experiencia personal sobre cada faceta de la obra de la Iglesia. También llega a conocer de cerca a los pueblos de la tierra, incluso sus historias, culturas e idiomas, a medida que las asignaciones lo llevan repetidamente a través del mundo. Ese proceso de sucesión en el liderazgo de la Iglesia es único; no sé de nada que se le compare. Eso no debe sorprendernos, ya que esta es la Iglesia del Señor. Él no obra a la manera de los hombres.
He servido en el Cuórum de los Doce bajo cinco Presidentes de la Iglesia previos. He visto a cada Presidente recibir revelación y responder a dicha revelación. El Señor siempre ha instruido e inspirado a Sus profetas, y siempre lo hará. El Señor está a la cabeza. Nosotros, los que hemos sido ordenados para dar testimonio de Su santo nombre en todo el mundo, seguiremos procurando conocer Su voluntad y seguirla.
Permanecer en el camino de los convenios
Ahora bien, a cada miembro de la Iglesia le digo: Manténgase en el camino de los convenios. Su compromiso de seguir al Salvador al hacer convenios con Él y luego guardar esos convenios abrirá la puerta a toda bendición y privilegio espiritual que están al alcance de hombres, mujeres y niños en todas partes.
Como nueva Presidencia, queremos empezar con el fin en mente. Por esa razón, nos dirigimos a ustedes hoy desde un templo. El fin por el que cada uno nos esforzamos es ser investidos con poder en una Casa del Señor, ser sellados como familias, ser fieles a los convenios hechos en el templo que nos hacen merecedores del don más grande de Dios, que es la vida eterna. Las ordenanzas del templo y los convenios que ustedes hagan allí son clave para fortalecer su vida, su matrimonio y su familia, y su habilidad para resistir los ataques del adversario. Su adoración en el templo y el servicio que presten allí por sus antepasados los bendecirá con mayor revelación personal y paz, y los fortalecerá en su compromiso de mantenerse en el camino de los convenios.
Ahora bien, si se han apartado del camino, los invito con toda la esperanza de mi corazón a que por favor regresen. Cualesquiera que sean sus preocupaciones o desafíos, hay un lugar para ustedes en esta, la Iglesia del Señor. Ustedes y las generaciones aún por venir serán bendecidas por las acciones que tomen ahora para regresar al camino de los convenios. Nuestro Padre Celestial atesora a Sus hijos y desea que cada uno de nosotros regresemos a Él. Esta es la gran meta de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días: ayudar a cada uno de nosotros a regresar a casa.
Expreso mi profundo amor por ustedes, ese amor que ha crecido durante décadas de conocerlos, de adorar con ustedes y de servirles. Nuestro mandato divino es ir a toda nación, tribu, lengua y pueblo, para ayudar a preparar al mundo para la segunda venida del Señor. Lo haremos con fe en el Señor Jesucristo, sabiendo que Él está al mando. Esta es Su obra y Su Iglesia. Somos Sus siervos.
Declaro mi devoción a Dios nuestro Padre Eterno y a Su Hijo, Jesucristo. Los conozco; los amo, y me comprometo a servirles a Ellos —y a ustedes— con cada aliento de vida que me quede. En el sagrado nombre de Jesucristo. Amén.