Hasta la próxima
La realidad de la Resurrección
De un discurso dado en la Conferencia General de abril de 2014.
Jesucristo es, efectivamente, el único nombre o el único medio por el que la humanidad puede recibir la salvación.
Consideren por un momento la importancia que tiene la Resurrección para aclarar de una vez por todas la verdadera identidad de Jesús de Nazaret y los grandes debates filosóficos y las preguntas primordiales de la vida. Si Jesús realmente resucitó de forma literal, entonces forzosamente se concluye que Él es un personaje divino. Ningún ser mortal tiene el poder en sí mismo para volver a la vida después de morir. Debido a que Él resucitó, Jesús no puede haber sido solo un carpintero, un maestro, un rabí o un profeta. Debido a que Él resucitó, Jesús tiene que haber sido un Dios, aun el Hijo Unigénito del Padre.
Por tanto, lo que Él enseñó es verdad; ya que Dios no puede mentir.
Por consiguiente, Él es el Creador de la tierra, tal como Él dijo.
Entonces el cielo y el infierno son reales, como Él enseñó.
Entonces existe un mundo de los espíritus que Él visitó después de Su muerte.
Por lo tanto, Él vendrá de nuevo, como dijeron los ángeles, y “reinará personalmente sobre la tierra” [Artículos de Fe 1:10].
Por consiguiente, habrá una resurrección y un juicio final para todas las personas.
Dada la realidad de la resurrección de Cristo, carecen de fundamento las dudas acerca de la omnipotencia, la omnisciencia y la benevolencia de Dios el Padre, quien dio a Su Hijo Unigénito para la redención del mundo. Las dudas en cuanto al significado y propósito de la vida son infundadas. Jesucristo es, efectivamente, el único nombre o el único medio por el que la humanidad puede recibir la salvación. La gracia de Cristo es real, y brinda perdón y purificación al pecador arrepentido. La fe ciertamente es más que un producto de la imaginación o una invención psicológica. Existe una verdad suprema y universal, y hay normas morales objetivas e inmutables, como Él enseñó.
Dada la realidad de la resurrección de Cristo, el arrepentirnos de cualquier violación de Su ley y Sus mandamientos es tanto posible como urgente. Los milagros del Salvador fueron reales, como lo es Su promesa a Sus discípulos de que ellos harían las mismas obras, y aún mayores. Su sacerdocio es, por ende, un poder real que “administra el evangelio y posee la llave de los misterios del reino, sí, la llave del conocimiento de Dios. Así que, en sus ordenanzas se manifiesta el poder de la divinidad” [D. y C. 84:19–20]. Siendo real la resurrección de Cristo, la muerte no es nuestro fin, y “después de deshecha esta [nuestra] piel, aún [hemos] de ver en [nuestra] carne a Dios” [Job 19:26].