Ayudando a Jaime con su camioneta
Con el propósito de participar en la campaña Ilumina el Mundo, en la última navidad, élder Mendoza y élder Méndez buscaron la oportunidad de ofrecer pequeños actos de bondad. Al caminar por las calles de Caracas, donde las personas siempre están apuradas y difícilmente hablan con extraños, encontraron a Jaime, quien, con cierta desesperación, reparaba su vieja camioneta. Al ofrecerle ayuda, él amablemente los rechazó.
Continuaron su camino, pero sintieron que debían regresar y así lo hicieron. Hablaron nuevamente con él, le explicaron que eran misioneros y que deseaban ayudarle con su camioneta. Un tanto impresionado, Jaime aceptó la ayuda. Él les habló de su familia y, en ese momento, se dirigía a la graduación de su hijo. Les comentó que era de Ecuador y que sus padres habían fallecido. Los élderes le testificaron que las familias pueden ser eternas y que los puede volver a ver. Después, los misioneros enviaron su referencia a las hermanas asignadas al área donde Jaime vive.
Una semana más tarde, durante un servicio bautismal de los élderes Mendoza y Méndez, la esposa de Jaime estaba de visita por la capilla, al saludarles, vio los apellidos de sus placas, los reconoció y les dio las gracias por ayudar a su esposo, quien le había comentado su sorpresa al ver cómo dos jóvenes de buena presencia, formales y educados, y sin importarle nada, decidieron ensuciarse o llenarse de grasa, solo con la intención de ayudarlo. Las misioneras a quienes habían pasado la referencia, la invitaron al servicio bautismal. Ella, todavía impresionada, se quedó para presenciar la ceremonia del bautismo.
Días después, al lado de las misioneras que les enseñaban, los élderes visitaron a Jaime en su taller, bendijeron su negocio, compartieron con él más tiempo y le obsequiaron el Libro de Mormón. Con esta experiencia, los misioneros fortalecieron la fe de Jaime y supieron que, con el deseo de ayudar al prójimo, pueden ser guiados a quienes estén esperando recibir el Evangelio e iluminar al mundo.