La autosuficiencia espiritual
A menudo cuando hablamos de autosuficiencia pensamos en poder proveer lo necesario para nuestras necesidades, pero casi nunca pensamos en que debemos proveer lo necesario para nuestra vida eterna.
El élder Robert D. Hales definió la autosuficiencia como: “asumir la responsabilidad de nuestro propio bienestar espiritual y temporal y la de aquellos que el Padre Celestial ha confiado a nuestro cuidado.”1
La autosuficiencia no se debe confundir con la independencia total, pues la palabra autosuficiencia en sí misma representa una “paradoja”2, ya que entendida desde el punto de vista de la Iglesia conlleva la capacidad de depender totalmente de Dios para proveer para nuestras necesidades (véase Mosíah 2:21). Necesitamos constantemente Su guía, preservación y protección continuas.
Definir Prioridades
Al tratar de ser autosuficientes, surge la tentación de definir qué debe ser primero, si la autosuficiencia temporal o la espiritual; y la respuesta a ello la obtenemos en Doctrina y Convenios 29:34–35, donde claramente Dios nos dice “para mí todas las cosas son espirituales; y en ninguna ocasión os he dado una ley que fuese temporal”.
Como en todos los llamamientos en la Iglesia, el que más aprende es la persona que recibe el llamamiento. En cierta oportunidad fui llamado como maestro de la clase de autosuficiencia de mi barrio y en ese momento creí que íbamos a tratar temas relacionados al trabajo, al almacenamiento, etc., pero al estudiar el manual de los fundamentos de la autosuficiencia, encontré que la primera lección trataba sobre ejercer la fe en Jesucristo, y de allí en adelante cambió mi perspectiva sobre el tema. Entendí claramente que la autosuficiencia no se trata simplemente de adquirir habilidades o hábitos, es una cuestión de principios y prioridades, siendo lo primordial que desarrollemos una fe tal en nuestro Señor Jesucristo que permita que Su voluntad obre, como lo enseñó el presidente Gordon B. Hinckley cuando dijo, “Danos fe para hacer lo correcto y permitir que ocurra lo que deba ocurrir.”3
¿Cómo lograr la autosuficiencia espiritual?
La autosuficiencia espiritual será la que nos sostendrá en momentos de duda o dificultad, nos permitirá tener la fortaleza para levantar las manos y las rodillas caídas de los hijos de Dios y será el motor que nos permitirá actuar, perseverar y hacer lo correcto en cada momento, aunque las circunstancias no sean las ideales. La necesitamos todos, independientemente de nuestra edad o circunstancias. Lograr esta clase de autosuficiencia pasa por tener un testimonio propio que nos permita no depender de la fe de los misioneros, de nuestros padres, nuestra familia o amigos en general; de allí que todos tenemos que enfrentarnos a esa imperiosa necesidad de ser autosuficientes espiritualmente, a fin de actuar en nuestro favor y en bien de nuestra familia y nuestro prójimo.
Entonces debemos esforzarnos por poner en orden las cosas, como lo enseñó nuestro Señor Jesucristo, “Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas”4; pero recordemos que todo comienza con ejercitar la fe, aunque no sea más que un deseo de creer (véase Alma 32:27).
Al respecto, el presidente Hinckley enseñó: “Si existe algo que ustedes y yo necesitamos… [es] la clase de fe que nos impulsa a arrodillarnos y rogar guía al Señor, y luego, con cierto grado de confianza divina, a levantarnos y poner manos a la obra para ayudar a obtener los resultados deseados”5.
En la práctica existen dos palabras clave para lograr todo ello, trabajo y servicio. Sé que es únicamente mediante el servicio a los demás y el trabajo en la obra del Señor que logramos obtener un testimonio de este maravilloso evangelio y bendecir nuestras propias vidas y las de los demás.
Doy testimonio de que mi fe y mi deseo de servir se han incrementado en la medida en que he ejercitado estos principios, y que Dios ha bendecido mi vida con paz y bienestar al esforzarme por proveer no solamente alimento, vestido y las necesidades temporales de esta vida; sino por proveer también los elementos necesarios para vivir una vida eterna, tratando con la ayuda de Él, de ser autosuficiente espiritualmente.