Voces de Los Santos de los Últimos Días
El gozo de participar en la obra del templo e historia familiar
Recuerdo que al ser llamada como consultora de templo e Historia Familiar de barrio, me sentí la persona menos apropiada, ya que hacía poco había nacido mi hija número cuatro. Tenía muchas responsabilidades y no tenía el conocimiento y las habilidades que necesitaba. Para mi bien he podido comprobar que “A quien el Señor llama, Él capacita” (véase “A quien el Señor llama Él capacita”, Liahona, julio de 2013).
Cada vez que me he reunido con un miembro de mi barrio para trabajar en su historia familiar he podido sentir la compañía del Espíritu Santo, ¡y me siento feliz! He presenciado milagros y recibido la certeza de que los que han pasado al otro lado del velo también hacen su parte. Mi testimonio se ha fortalecido al trabajar en esta obra sagrada que forma parte del Evangelio de Jesucristo.
El presidente Brigham Young enseñó: “El mundo de los espíritus al que van los que han muerto está en la tierra” (Principios del Evangelio, Capítulo 41). Saber esta verdad ha brindado sentido y esperanza por mis seres queridos.
El presidente Joseph F. Smith vio en una visión que inmediatamente después de que Jesucristo fue crucificado, visitó a los justos en el mundo de los espíritus, donde “nombró mensajeros de entre los justos, investidos con poder y autoridad, y los comisionó para que fueran y llevaran la luz del evangelio a los que se hallaban en tinieblas, es decir, a todos los espíritus de los hombres” (D. y C. 138:30).
En la prisión del mundo de los espíritus se encuentran los espíritus de las personas que todavía no han recibido el Evangelio de Jesucristo. Esos espíritus tienen el albedrío y pueden ser atraídos tanto hacia lo bueno como hacia lo malo. Si ellos aceptan el Evangelio y las ordenanzas que hemos efectuado a su favor en los templos, pueden dejar la prisión espiritual y morar en el paraíso. Es así como nos convertimos en “salvadores [en el] monte Sion” (Abdías 1:21), cuando llevamos a cabo la obra por nuestros antepasados.
Milagros
Les comparto algunos sencillos y tiernos milagros que he presenciado con los miembros de mi barrio al poder asistirles en la obra por sus antepasados. Fue maravilloso ver cómo el hermano Murillo pudo recordar el nombre de sus dos tíos después de batallar con su memoria por un largo rato. Fue como un destello de luz, como un suave y apacible susurro.
En otra ocasión, me encontraba con la hermana Dunia Bueso, su hija y la amiga de ella en el taller de Historia Familiar. Habíamos estado pidiéndole datos y fechas de su madre a la hermana Bueso; y comenzó a llorar. Al pedirle que nos expresara sus sentimientos nos dijo lo bonito que sintió en su corazón el recordar a su madre a través de esa oportunidad de recabar sus datos. Fue una tierna y dulce experiencia, sencilla pero muy poderosa.
Después de varios intentos y no tener éxito al crear su cuenta, Juan Carlos Molina se sintió un poco contrariado, pero recibió una invitación de ofrecer una oración e invocar los poderes del cielo. Mediante una sencilla pero humilde oración, este joven, aferrándose a su fe, pudo ver el milagro. Intentó una vez más los pasos que ya había probado anteriormente, pero esta vez la pantalla de la computadora se desplegó y pudo crear su cuenta. Él ahora se ha convertido en un colaborador ayudando a otros jóvenes a crear sus cuentas y a ingresar sus datos.
He podido tener bellas experiencias con mi mami (quien no es miembro de la Iglesia), al trabajar con ella en transcribir las historias que me relata de mis abuelos. Sin duda nuestros corazones se han estrechado más.
Mi familia y el templo
Nuestras experiencias en el templo ahora son más significativas ya que podemos involucrar a toda la familia. Compartimos información a través de las cuentas de Family Search. Les enseñamos a indexar, a subir fotografías, a escribir historias y dejamos, a los que tienen edad, que realicen los bautismos. Como familia participamos juntos. Mi esposo ayuda a nuestras hijas a realizar los bautismos y las confirmaciones por nuestros antepasados y yo tengo la dicha de acompañarlos y sentir el Espíritu mientras se llevan a cabo estas ordenanzas. Luego mi esposo y yo hacemos el resto.
Hace unos cuatros años comenzamos una nueva tradición familiar. Cuando nuestras hijas Soad Carolina y luego Noor Sofía cumplieron 12 años, pudimos llevarlas al templo el mismo día de sus cumpleaños. También nos hemos asegurado de que esas experiencias quedaran escritas en sus diarios. ¡Qué dicha la que se siente al ser un salvador en el monte de Sion y llevar de la mano a nuestros hijos!
Buscar, encontrar, enseñar
Aun cuando lucho con mis propias barreras y desafíos, cada vez tengo menos pena para solicitar a mis parientes los permisos para realizar las ordenanzas, invitarlos a formar parte de Family Search o solicitarles datos de nuestros antepasados. Es maravilloso que después de tener una conversación con ellos nuestros corazones se enternecen. Ciertamente el corazón de los hijos se vuelve a sus padres.
Puedo sentir paz cada vez que apoyo a un hermano a encontrar los nombres de antepasados y enviarlos al templo. Presenciar esos pequeños milagros, como ver la ayuda extra que se recibe de los que han pasado el velo, y por supuesto del Espíritu Santo, son las experiencias que me llenan de gozo.
Contribuir a la redención de los muertos
Hagamos todo lo mejor de nuestra parte. Si hay algo que me alienta es saber lo siguiente: “Durante el Milenio, los miembros de la Iglesia llevarán a cabo dos grandes obras: la obra del templo y la obra misional.… Los seres resucitados nos ayudarán a corregir los errores que hayamos cometido durante la investigación de datos de nuestros antepasados fallecidos y a encontrar la información que necesitemos para completar nuestros registros” (Principios del Evangelio, capítulo 45).
El Señor prometió: “He aquí, yo os envío a Elías el Profeta antes que venga el día de Jehová, grande y terrible. Él hará volver el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres, no sea que yo venga y hiera la tierra con maldición” (Malaquías 4:5–6).
El profeta José Smith declaró: “La tierra será herida con una maldición, a menos que entre los padres y los hijos exista un eslabón conexivo de alguna clase… Es el bautismo por los muertos” (D. y C. 128:18). Es verdaderamente increíble poder contribuir a redimir a los muertos mediante la obra del templo y de historia familiar.
Cuando se llevan a cabo ordenanzas a favor de personas fallecidas, los hijos de Dios sobre la tierra son sanados. El presidente Russell M. Nelson, en su primer mensaje como Presidente de la Iglesia, declaró: “Su adoración en el templo y el servicio que presten allí por sus antepasados los bendecirá con mayor revelación personal y paz, y los fortalecerá en su compromiso de mantenerse en [la senda] de los convenios” (Russell M. Nelson, “Al avanzar juntos”, Liahona, abril de 2018, pág. 7).