Voces de los Santos de los Últimos Días
Un corazón reverente
Las reuniones sacramentales más hermosas son aquellas en donde el Espíritu se siente en cada minuto de la reunión. Pero, ¿qué sucede cuando nuestro entorno nos impide sentir esa reverencia?
En ocasiones, dentro del salón sacramental suenan los celulares, se escuchan niños juguetear o hacer berrinches. A veces hay música a todo volumen cerca de los edificios de la Iglesia; y la cercanía con las calles hace que los motores no pasen desapercibidos.
¿Es la reverencia la ausencia del sonido y las interrupciones? ¿Es posible adorar al Señor aun cuando nuestro entorno nos dificulte la concentración? En lo personal, me encanta escribir, estudiar y leer con total ausencia de ruido y de interrupciones. Siento que la concentración es más certera y mi aprendizaje fluye con mayor fuerza.
Según la Guía para el Estudio de las Escrituras, la reverencia es un “profundo respeto por las cosas sagradas” o, en otras palabras, una veneración. Por lo que entiendo, eso significa que la reverencia tiene mucho más que ver con lo personal que con el entorno.
El profeta Jeremías, del Antiguo Testamento, recibía revelación mientras estaba en la cárcel (véase Jeremías 32). El profeta Nefi, del Libro de Mormón, se arrodilló a orar en medio de la multitud (véase Helamán 7). Samuel, el Lamanita, predicó mientras lo perseguían (véase Helamán 13–16). El amor por el Señor era superior a cualquier otra cosa en sus vidas y, por ende, su comunicación con el Espíritu era fuerte, fluida y su reverencia no dependía del entorno.
“La reverencia es mucho más que la ausencia de ruido. La reverencia sincera consiste en la atención para escuchar, en poner los pensamientos en todo aquello que proviene de Dios y en los sentimientos de respeto, amor y honor hacia nuestro Padre Celestial y hacia Su Hijo Jesucristo” explicó élder Robert C. Oaks durante un discurso llamado “La adoración por medio de la reverencia”, en diciembre de 2009.
Si nuestro enfoque en una reunión sacramental es ajeno al Salvador, no estaremos adorando ni siendo reverentes. Cada domingo tenemos una nueva oportunidad para demostrar nuestra veneración al Señor, y podemos hacerlo sin importar la edad. La próxima vez que pensemos que nuestro entorno no nos permite ser reverentes, recordemos que la reverencia es más un acto personal que circunstancial.
Así que, no nos frustremos por el sonido del entorno que no podemos controlar, o las distracciones. Más bien, concentrémonos en procurar un corazón reverente en cualquier entorno.