Cómo llegué a saberlo
Cómo supe que debía y deseaba ir a una misión
¿En serio sabía que esta es la Iglesia verdadera? ¿En serio tenía un testimonio del Evangelio?
Desde que tengo memoria, me enseñaron a decir que yo sería misionero. Cuando era apenas un niño y las personas me preguntaban ¿vas a servir una misión?, yo siempre respondía que sí, sin dudar.
Todo cambió cuando cumplí 14 años y empecé mi primer año de Seminario. En una ocasión, la maestra dijo algo que me impactó muchísimo: “Cuando sirvan en una misión, si es que así lo desean…”.
¿Si es que así lo desean?
Mi mente se paralizó en ese instante… Pero ¿qué acaba de decir la hermana? ¿Cómo era posible que toda mi vida me dijeran que debía servir en una misión y ahora escuchaba que había otra posibilidad? ¿Acaso podemos escoger?
A partir de ese momento, mi mente se llenó de preguntas. ¿En serio sabía que esta es la Iglesia verdadera? ¿En serio tenía un testimonio del Evangelio? Ni siquiera había leído el Libro de Mormón. ¿Cómo podría salir a testificar de un libro que nunca había leído?
Fui criado en el Evangelio. ¿Cómo es que ahora vengo a dudar de todo? ¿Cómo reaccionaría mi mamá si se enteraba que su hijo no tenía un testimonio verdadero? ¡Era algo triste! o por lo menos para mí sí lo era.
De tener certeza, ahora me cuestionaba si de verdad quería poner pausa a lo que hacía para ir por dos años a la misión.
Mi Padre Celestial era el único consciente de mis dudas, así que decidí confiar en Él. Comencé a leer el Libro de Mormón y en mis oraciones le contaba todas mis dudas al Padre Celestial.
Nunca antes había experimentado eso. Nunca antes había derramado mi alma entera en conversaciones con Él, y por primera vez pude entender lo que las Escrituras dicen acerca de las oraciones sinceras.
Poco a poco mis dudas y preguntas iban recibiendo respuesta. Las impresiones del Espíritu Santo eran cada vez más fuertes y estaba adquiriendo un gran testimonio de la oración y de la Iglesia. Con el tiempo, logré adquirir mi propio testimonio.
Lo único que me faltaba era saber por qué debía servir en una misión. Las preguntas en mis oraciones ahora eran: ¿Padre, dime, por qué debo servir en una misión? ¿Cuál es mi propósito?
Cierto día reuní el valor para preguntarle a mi madre por qué debía servir en una misión. Ella, paciente, alegre y con amor me contestó que debía hacerlo en gratitud por todo lo que nuestro Padre Celestial había hecho por nosotros y para demostrar mi amor hacia nuestro Señor Jesucristo.
Eso me ayudó a tener una nueva perspectiva. En mis lecturas diarias del Libro de Mormón me encontré con el capítulo 28 de Mosíah, en el que se habla de la misión que Ammón, Aarón, Omner e Himni realizaron entre los lamanitas. En el versículo tres, leí: “Pues estaban deseosos de que la salvación fuese declarada a toda criatura, porque no podían soportar que alma humana alguna pereciera; sí, aun el solo pensamiento de que alma alguna tuviera que padecer un tormento sin fin los hacía estremecer y temblar”.
Al leer eso comprendí inmediatamente por qué Lehi quería que toda su familia probara el fruto del árbol de la vida (véase 1 Nefi 8:12). Inmediatamente supe que mis oraciones habían sido contestadas. ¡Mi pecho se llenó de gozo y de una alegría inmensurable! Ahora sabía que debía y deseaba ir a una misión para que toda alma que quiera pueda probar del inmenso, infinito y puro amor de Cristo.
Testifico sinceramente que esta es la Iglesia verdadera sobre la faz de la tierra, dirigida literalmente por nuestro Señor Jesucristo. Mi plan es servir en una misión de tiempo completo y estoy consciente de todo lo que implica ser un misionero. Ahora, cuando me dicen: ¿Daniel, vas a servir en una misión? Yo, con toda certeza, amor, y seguridad respondo que sí, y sé que valdrá la pena.