Voces de los Santos de los Últimos Días
Así fue mi primer día y el primer año de Seminario
El primer día de Seminario pasé de la alegría a la preocupación. Estaba levantada de madrugada y pensaba en lo difícil que sería hacer eso todo el año.
Me acuerdo de mi primer día de Seminario. El día anterior había puesto la alarma a las 3:50 de la mañana y, para mi sorpresa, sí me levanté.
Estaba muy motivada y recuerdo que me bañé y cambié rápido. Pero cuando ya estaba lista para irme, no quería ir. Todas las energías que tenía se habían acabado y de solo pensar que así iban a ser todos los días por casi un año, sentí que me salían ojeras de cansancio.
Al principio yo no le daba tanta importancia a Seminario ya que, como era tan temprano, no era muy consciente de lo que decían en las clases. Definitivamente Seminario es para valientes, especialmente si te toca asistir en la mañana. Sin embargo, me hace sentir especial el poder ir a las clases, ya que no tengo nada de tiempo en la tarde.
Una de las ventajas de participar en Seminario es que llegaba temprano a la escuela. Aprendí tanto en Seminario y estoy segura de que todo ese conocimiento que tengo lo voy a aplicar en mi futura misión.
Todo este año en Seminario se sintió tan corto. Las primeras semanas, después de terminar Seminario, seguía levantándome a las 4:00 de la mañana, por costumbre. En realidad, era un hábito.
Amé, amo y voy a amar Seminario por el resto de mi vida. Con Seminario me preparo para la vida y para las preguntas que el mundo me presenta.
Este mundo está entre tinieblas y oscuridad; y lo que necesita es la luz de Jesucristo. Él nos ha pedido sostener Su luz en alto “para que brille ante el mundo” (3 Nefi 18:24).