2020
La Ministración
Agosto de 2020


Mensaje de la Presidencia de Área

La ministración

¡Cuán agradecidos estamos por tener profetas, videntes y reveladores en nuestros días!

Durante los últimos meses, hemos sido testigos de primera línea sobre lo vital que puede ser para nuestro bienestar el seguir los consejos y mandamientos que ellos nos dan. “Porque recibiréis su palabra con toda fe y paciencia como si viniera de mi propia boca”1.

En cuanto a la ministración, la profunda dimensión que nos ha enseñado el presidente Nelson tiene cimientos tan sólidos como abundantes en las Escrituras, pero necesitábamos la palabra profética para comprenderlo mejor.

Hallamos un ejemplo de esta verdad en la vivencia de los grandes misioneros nefitas Ammón, Aarón, Omner e Himni, hijos del rey Mosiah, y otros que los acompañaron en su ministerio. Es interesante notar los resultados diversos que obtuvo cada uno de ellos cuando predicaron el Evangelio a los lamanitas.

Leemos que Ammón, “siendo prudente, pero sin malicia”2, aplicó una estrategia muy particular en la primera ciudad lamanita que visitó. Al ser llevado prisionero ante el rey Lamoni, declaró: “Sí; deseo morar entre este pueblo por algún tiempo; sí, y quizá hasta el día que muera”3. Fue tal la complacencia del rey al oír estas palabras, que incluso lo llevó a proponerle ser su yerno. “Más le dijo Ammón: No, sino seré tu siervo”4. Y así ocurrió, lo pusieron junto a otros siervos para cuidar los rebaños del rey.

Llama la atención que este eficaz misionero no comenzó de inmediato a llamar al arrepentimiento, sino más bien buscó servir dejando una primera gran lección acerca de lo fundamental que es ser un ejemplo de lo que se predica. Ya sabemos el resto de la historia. Gracias al poder del Señor que estaba en Ammón, pudo realizar actos completamente fuera de lo común los cuales prepararon al rey Lamoni para recibir la predicación, incluso al punto de comprometerse anticipadamente a creer todo lo que Ammón le hablaría5. Solo entonces, se inició la enseñanza de los principios y la doctrina.

Sin duda esta manera de hacer las cosas por parte de Ammón no fue fruto de una improvisación. Más bien podríamos entender que fue producto de sus muchas oraciones, estudio de las Escrituras y ayunos que realizó previamente6. Solo así recibió revelación e inspiración para saber cómo actuar ante personas despiadadas que solo deseaban matarlo desde el principio.

Tenemos razones para suponer que, siendo Ammón el principal entre ellos7, luego de ayudar a liberar del encarcelamiento a Aarón y sus hermanos, nuevamente los ministró y les contó sobre su exitosa experiencia con Lamoni y su pueblo. Es altamente probable que les haya mostrado cuál fue la llave que abrió la puerta de los corazones duros. ¿Cuál fue esa llave? El servicio. Llama la atención que Aarón, al retomar sus labores misionales, se presentó ante el rey padre de Lamoni y no comenzó a predicarle de inmediato sino le dijo: “… si tú nos concedes la vida, seremos tus siervos”8. Nuevamente la repuesta favorable no se hizo esperar: “Levantaos, … y no permitiré que seáis mis siervos; pero sí insistiré en que me ministréis…”9. Estaba claro el modelo: el servicio, las acciones bondadosas y compasivas, la ministración, someten los corazones al influjo del Espíritu y los prepara para recibir la palabra de Dios.

Entre los muchos significados que podemos hallar de la “ministración”, dar servicio tal vez está en el centro. Servir a los demás ha sido, es y será, una característica de los seguidores de Cristo. Servir es tal vez la forma más eficaz de mostrar aquello en lo que se cree. Servir es esencial para la vida.

La poetisa chilena Gabriela Mistral, premio Novel de Literatura, escribió:

“Toda la Naturaleza es un anhelo de servicio.

Sirve la nube, sirve el viento, sirve el surco.

Donde haya un árbol que plantar, plántalo tú;

Donde haya un esfuerzo que todos esquivan, acéptalo tú;

Donde haya un error que enmendar, enmiéndalo tú.

Sé el que apartó la piedra del camino,

el odio de los corazones y las dificultades del problema.

Hay la alegría de ser sano y la de ser justo;

pero hay la hermosa, la inmensa alegría de servir.

Qué triste sería el mundo si todo en él estuviera hecho,

si no hubiera en él un rosal que plantar, una empresa que emprender.

El servir no sólo es tarea de seres inferiores. Dios, que da el fruto y la luz, sirve.

Pudiera llamársele así: El que sirve.

Y tiene sus ojos puestos en nuestras manos y nos pregunta cada día:

¿Serviste hoy? ¿A quién? ¿Al árbol, a tu amigo, a tu madre?”

(“El Placer de Servir”, Gabriela Mistral)

Nuestras más altas aspiraciones en esta vida y la eternidad serán posibles de alcanzar gracias a una ministración suprema, el mayor servicio de todos: La Expiación infinita de nuestro Salvador y Redentor Jesucristo”.

Los días de incertidumbre que ha estado enfrentando la humanidad han generado mayor sensibilidad hacia las cosas del Espíritu y muchos se han vuelto a Dios en busca de protección. Como dijo el presidente Nelson: “La oscuridad creciente hace que la luz de Cristo brille con mayor fulgor”.

Que el Señor nos bendiga con un mejor entendimiento sobre la importancia de seguir al profeta y ministrar a nuestro prójimo. Que las bendiciones de salud que el mundo necesita contemplen principalmente la salud del Espíritu mediante la predicación de la “Restauración de la plenitud del evangelio de Jesucristo”.