Solo para versión digital: Jóvenes adultos
Para misioneros que afrontan problemas de salud mental
Dos jóvenes adultos hablan sobre la forma en que superaron sus problemas de salud mental en la misión.
Una misión de tiempo completo puede ser una maravillosa fuente de bendiciones, tanto para el misionero como para aquellos a quienes presta servicio. Como dijo el élder Richard G. Scott (1928–2015), del Cuórum de los Doce Apóstoles:
“Una misión te proporcionará bendiciones extraordinarias ahora y a lo largo de la vida […].
“Testifico que el devoto servicio misional de tiempo completo es una fuente de gran felicidad y de ricas bendiciones” (“¡Ahora es el momento de servir en una misión!” Liahona, mayo de 2006, pág. 90).
No obstante, una misión también puede ser una experiencia inesperadamente difícil. El presidente Thomas S. Monson (1927–2018) enseñó: “La obra misional es difícil. Agota las energías, excede nuestra capacidad, exige nuestro mejor esfuerzo […]. Ningún otro trabajo requiere horas más largas, mayor dedicación ni más sacrificio y oración ferviente” (véase “…Haced discípulos a todas las naciones”, Liahona, julio de 1995, pág. 55). Como misionero, pasas todo el día con alguien con quien puede que te lleves bien o no, te enfrentas al rechazo y a la oposición en todo momento, y no tienes las comodidades diarias de tu hogar ni a tus seres queridos cerca para ayudarte a seguir adelante. Todos esos factores pueden afectar tu salud mental y emocional como misionero de tiempo completo.
No hay dos mentes que sean iguales, así que si tienes dificultades, consulta con el Padre Celestial, tu presidente de misión o tu compañero para encontrar soluciones que funcionen para ti. A continuación compartimos experiencias de dos jóvenes adultos que superaron sus problemas de ansiedad y depresión mientras servían en misiones de tiempo completo.
Antes de salir en mi misión a Pensilvania, EE. UU., empecé a experimentar ansiedad. Los planes para mi misión se suspendieron mientras intentaba hacer frente a lo que estaba sintiendo. Mi presidente de misión quería que estuviera mentalmente estable porque las misiones pueden provocar mucho estrés y ansiedad.
Me esforcé para hacer frente a mi salud mental y luego me fui a la misión después de contar con la aprobación de un consejero.
Todo iba bien hasta que llegué a mi tercera área. Empezando que no me llevaba bien con mi compañera hasta tener dificultades en encontrar personas a las que enseñar, mi ansiedad aumentó hasta el punto de que apenas podía levantarme por las mañanas. Tuve momentos en los que sentía tal ansiedad que apenas podía respirar, y experimentaba depresión por las circunstancias en las que me encontraba. Finalmente pedí ayuda a mi presidente de misión, quien amorosamente me sugirió que hablara con los consejeros de salud mental de la misión. Fue útil hablar con ellos, pero no solucionó el problema por completo.
Lo que me ayudó a volver a la normalidad fueron las herramientas y prácticas que aprendí durante la terapia; me valí de ellas para mantener mi salud mental. No me quitaron la ansiedad por completo, pero la hicieron suficientemente controlable como para poder continuar con mi servicio misional.
Estos son mis consejos para que controles la ansiedad en la misión:
Físico:
¡Cuida de ti mismo! Leer las Escrituras y orar puede servir para que tu espíritu sane, pero si necesitas tomar tiempo para ti cada día para cuidar de ti mismo (quizás durante las comidas o cuando te prepares para el día o para ir a dormir), haz de esto una prioridad para mantener tu salud mental.
Cuando puedas, haz cosas que disfrutes. Aunque estés sirviendo al Señor, ¡sigues siendo tú mismo! Escribe en tu diario, dibuja, canta, escucha música, habla con tu familia y tus seres queridos el día de preparación, escribe una carta; haz lo que te ayude a sentirte en paz.
Cada día, escribe cinco cosas por las que estés agradecido. Esta práctica realmente puede cambiar tu mente para bien.
Considera tomar medicación aprobada por el médico si es necesario.
Dile a tu compañero si estás teniendo dificultades y cómo te puede ayudar.
Practica yoga, meditación o concentración durante tu entrenamiento matutino o por la noche.
Habla con un consejero profesional de la salud mental si lo necesitas.
Espiritual/Mental:
Mantén un diario en el que escribas solo todos tus pensamientos, sentimientos y ansiedades negativos, pero no te obsesiones con ellos. Se trata de expresar esos sentimientos y luego seguir adelante. A veces es útil estrujar o romper la página después de haber escrito tus sentimientos; es como que simboliza el deshacerte de esos pensamientos y sentimientos negativos.
Pide una bendición del sacerdocio cuando necesites más fortaleza.
Lee tu bendición patriarcal a menudo.
Céntrate en tus fortalezas, no en tus debilidades.
¡Responde a los pensamientos negativos! Lee “Adaptarse a la vida misional” para obtener más ayuda.
Lee y reflexiona sobre discursos de conferencia general, especialmente aquellos que se centran en la salud mental, como el de la hermana Reyna I. Aburto, “En sol y sombra, Señor, acompáñame” (Liahona, noviembre de 2019, págs. 57–59) y el del élder Jeffrey R. Holland,“Como una vasija quebrada”(Liahona, noviembre de 2013, págs. 40–42).
Lee las Escrituras y reflexiona sobre las formas en que los profetas y misioneros encontraron fuerza y fe cuando afrontaron la adversidad.
Estas prácticas pequeñas y sencillas tuvieron un gran impacto en mi capacidad de servir al Señor con todo mi corazón, alma, mente y fuerza. Afrontar problemas de salud mental no es nada de que avergonzarse, y siempre hay esperanza por medio de Jesucristo para encontrar fortaleza, esperanza y sanación. El Padre Celestial nos ha dado muchas herramientas para mantener nuestra mente, cuerpo y espíritu sanos. Simplemente tenemos que estar dispuestos a usarlas.
Faith Ferguson, Idaho, EE. UU.
Me enfrenté a la depresión por primera vez al final de mi misión en Sudáfrica. Me sentía extrañamente desdichado. Estaba decaído, mi perspectiva era menos positiva y mi fe estaba débil. Además de eso, mi madre no se encontraba bien y mi familia tenía otros desafíos. Fingía que todo estaba bien, pero no era así. En un momento, había estado manejando todo tipo de estrés muy bien, y de repente, llegué al límite. Mis pensamientos me estaban destrozando, y todo parecía volverse en mi contra.
Estaba agotado emocional y mentalmente, así que decidí ayunar y orar para obtener guía. Como resultado, recibí tres impresiones específicas:
La primera fue hablar con mi presidente de misión. Al hablar, por fin, sobre mis dificultades, me ayudó a sentirme mejor y a saber que no estaba solo.
En segundo lugar, recibí la impresión de que aprender sobre Jesucristo me ayudaría a superar esto. Mientras estudiaba sobre el Padre Celestial y el Salvador, me quedó claro que Ellos conocían mi dolor y sentían mi tristeza. Confiaba en Ellos para tener fortaleza cuando sentía que no la tenía.
La tercera impresión surgió de una cita del presidente Gordon B. Hinckley: “El servicio es la mejor medicina para la autocompasión, el egoísmo, la desesperación y la soledad” (Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia: Gordon B. Hinckley, 2016, pág. 216). Mientras me centraba en el exterior y en servir a los demás, con el tiempo me sentí más feliz, más seguro y con más confianza en el Padre Celestial.
Terminé la misión, pero la depresión me volvió a atacar durante mis primeros meses en la universidad. Me acababa de mudar de Zambia a Malasia y estaba lejos de casa, sin amigos ni familia cerca. Ni siquiera sabía dónde se llevaban a cabo las reuniones de mi rama.
Me aferré a la esperanza y sentí que debía orar y ayunar para recibir guía otra vez. A partir de ahí, me hice amigo de una chica de mi clase que me ayudó a encontrar la rama más cercana. Cuando entré a la capilla ese primer domingo, sentí que el Espíritu Santo me liberaba de la carga. Sabía que podía seguir los pasos de sanación que tomé en la misión. Nuevamente, pedí ayuda a los líderes de la Iglesia, estudié la vida y las enseñanzas del Salvador, y luego me centré en servir a otras personas. Encontré personas con quienes hablar, tendí la mano y ayudé a los demás en clase y acepté un llamamiento en la Iglesia.
He aprendido mucho sobre la salud mental al experimentar depresión. Podemos estar demasiado ocupados como para ver nuestra propia situación o la de las personas que nos rodean, pero tenemos que ser francos con los demás en cuanto a nuestras dificultades, por nuestro propio bien y por el de ellos. El pecado, la soledad, la aflicción, la desilusión y la angustia pueden afectar a cada uno de nosotros emocional, mental y espiritualmente. Una de las cosas más difíciles de la depresión es que te sientes lejos de Dios.
Sin embargo, nunca estamos solos. Cuando tenemos dificultades, podemos centrarnos en venir a Cristo, porque Él puede hacer que las cosas débiles sean fuertes (véase Éter 12:27).
Sé que Dios nos ama y que somos Sus hijos. Si confiamos en Jesucristo y guardamos Sus mandamientos, seremos bendecidos y fortalecidos. Gracias a Él, recibo fortaleza por medio de Su expiación y sigo disfrutando de las bendiciones de paz y gozo.
Akasiwa Wamunyima, Malasia