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Elegí seguir aquí. Cómo puedes ayudar a que otra persona también siga aquí
He luchado contra la depresión y los pensamientos suicidas, y estas son las maneras en las que la gente de verdad me ayudó a seguir aquí.
Catorce veces.
Fueron catorce el número de veces en las que algo falló en mi cerebro, haciéndome pensar que no podía seguir adelante. Cada una de esas veces ha sido dolorosa, y al mismo tiempo llena de milagros que me salvaron la vida.
Una de las preguntas más comunes que la gente hace cuando se entera de mi lucha es: “¿Qué puedo hacer para ayudar?”. Para responder esa pregunta y ayudar a otros en sus labores de ministración, me gustaría compartir esta lista de las 14 cosas más útiles que la gente ha hecho por mí y que me han dado la fuerza para seguir aquí.
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Verifica de inmediato que se encuentran bien. Cuando he pedido ayuda, la gente ha respondido rápidamente haciendo preguntas como: “¿Estás sola ahora mismo?”, “¿estás pensando en hacer algo?”, “¿puedo ir a hablar contigo?”. Esas preguntas les permiten evaluar la situación y decidir si tienen que intervenir.
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Asegúrate de que no están solos. La soledad únicamente causa que los pensamientos y los sentimientos empeoren hasta que parecen insoportables. En mis momentos débiles, mi familia y amigos han ofrecido su ayuda, ya sea al venir a mi casa y sentarse conmigo o recogerme para ir con ellos.
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Expresa amor. Dos simples palabras como “te quiero”, significan: “Te necesito y quiero que sigas aquí. Si te fueras, me dolería, así que, por favor, sé fuerte”. Esas palabras me dan fuerza y aumentan mi capacidad para perseverar.
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Promételes que todo mejorará. En mis momentos más oscuros, la depresión me ciega totalmente. El tener a alguien recordándome que hay esperanza, que lo que siento en este momento no es lo que sentiré siempre, me da algo a lo que debo aferrarme de nuevo. No puedo comprender que eso vaya a mejorar de alguna manera, pero puedo confiar en la esperanza de alguien más.
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Da abrazos cálidos. Ese tipo de contacto físico brinda consuelo inmediato a mi dolorido corazón. Me siento segura envuelta en los brazos de otra persona, y el dolor y el miedo abrumadores disminuyen por un pequeño momento.
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Ayúdales a satisfacer sus necesidades físicas. Cuando todo mi mundo parece que se está viniendo abajo, es difícil satisfacer mis necesidades básicas. Mi esposo me hace la comida, me recuerda que beba agua y me ayuda a hacer lo necesario para dormir bien. Esas necesidades básicas están directamente relacionadas con el cuidado de su salud mental.
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Repite: “No dejaré de quererte. No eres una carga para mí”. En los momentos más difíciles, no escucho suficientes veces que no voy a perder a todos los que me rodean por pedir ayuda.
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Está disponible para escuchar y hablar. Cuando me rodea la oscuridad, hay un millón de pensamientos dando vueltas en mi mente. A veces, el hablar me permite reconocer que esos pensamientos no son racionales. Otras veces, las respuestas de otras personas son las que me ayudan a encontrar claridad y paz.
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Recuérdales que solo necesitan llevar las cosas día a día o minuto a minuto. Cuando estoy severamente deprimida, por más que lo intente, no puedo permanecer en el presente. Todo lo que tengo que hacer en el futuro llena mi mente de golpe, y el hecho de que alguien me recuerde que deje de lado todas esas cosas alivia algo de ese estrés.
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Haz que te prometan que seguirán aquí y que continuarán acudiendo a ti. Las promesas son poderosas. Decir en voz alta,“te prometo que no haré nada”, brinda una fortaleza increíble. Francamente , es muy difícil decir esas palabras en los momentos más difíciles, pero una vez que las digo, sé que tengo que aguantar. Sé que no puedo romper mi promesa.
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Ayúdalos a obtener la ayuda física, emocional, profesional y espiritual que necesitan, incluyendo bendiciones del sacerdocio, reunirse con su obispo, ver a un doctor o a un psicólogo o ir al hospital si fuese necesario.
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Comparte tu confianza en ellos. Alguien me dijo una vez: “Has estado muchas veces en el punto más bajo y te has levantado cada vez. Puedes hacerlo de nuevo”. Otro amigo me aseguró: “No harás nada. Lo puedes superar”. La confianza que tiene en mí me da fortaleza. Me ayuda a reconocer que soy más fuerte que la depresión.
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Recuérdales que estarías muy triste si ya no estuvieran entre nosotros. Eso me ayuda a dejar de pensar en mí misma, recordar a los que más quiero y pensar en lo herido que estarían si me fuera.
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Ayúdales a reconocer que la sanación es posible siempre. Una de las cosas más reconfortantes que alguien me ha dicho fue: “No es demasiado tarde; no es demasiado tarde si todavía estás aquí”. Ahora pienso en eso a menudo, especialmente cuando las mentiras en mi mente me dicen que estoy demasiado quebrantada para ser sanada.
Aunque los últimos años han puesto a prueba mi fe y mi alma, también he visto milagros. Mi vida ha cambiado gracias a los innumerables ejemplos poderosos que he visto de “llorar con los que lloran […] y […] consolar a los que necesitan de consuelo” (Mosíah 18:9). He ganado compasión y comprensión al estar atenta a los desafíos de los demás y al conectarme con sus corazones destrozados de maneras hermosas. Tengo esperanza en las palabras de la hermana Reyna I. Aburto: “Testifico que ‘en sol y sombra’ el Señor nos acompañará, que nuestras ‘aflicciones [pueden ser] consumidas en el gozo de Cristo’ y que ‘es por la gracia por la que nos salvamos, después de hacer cuanto podamos’” (“En sol y sombra, Señor, acompáñame” Liahona, noviembre de 2019, pág. 59).
He sido testigo del poder sanador de Jesucristo obrando en mi vida, dándome la fuerza para soportar y la habilidad de encontrar sanación. Tú puedes ser quien ayude a otra persona a encontrar esa fuerza para seguir aquí.