La recuperación de mi hermano y el amor de mi Padre Celestial
Después del accidente de mi hermano, me di cuenta de que tengo un Padre que me ama.
Mi hermano, Yerko, tenía 19 años cuando lo atropelló un conductor borracho. Afortunadamente, el amigo de Yerko había tomado un curso de primeros auxilios dos semanas antes, así que mantuvo a mi hermano con vida hasta que el equipo de emergencia pudo llevarlo al hospital.
La mayoría de los hospitales locales solo disponen de un neurólogo de guardia, pero cuando Yerko llegó, un grupo de neurólogos se hallaba reunido para una conferencia especial, por lo que todos ellos lo atendieron inmediatamente.
Yerko pasó seis meses en el hospital, tres de ellos en coma. Mientras estuvo allí, mi madre permanecía con él desde las 7:00 hasta las 19:00 h todos los días. Los miembros del barrio y de la estaca oraron y ayunaron por Yerko y le dieron bendiciones del sacerdocio. Nuestras oraciones recibieron respuesta el 1.º de enero de 2011, cuando se despertó. Los miembros continuaron visitando a Yerko y nos ayudaron a cuidarlo mientras se recuperaba en el hospital; fueron como ángeles ministrantes durante esos difíciles momentos.
En la actualidad, Yerko todavía tiene algunos problemas físicos, entre ellos la pérdida de memoria a corto plazo. Sin embargo, puede caminar y mantener una conversación normal; los médicos no lo pueden creer.
Yo pertenecía a las Mujeres Jóvenes cuando Yerko sufrió el accidente. Todas las semanas recitaba: “Somos hijas de un Padre Celestial que nos ama”, pero en realidad no comprendía el significado de esas palabras. Después del accidente, me di cuenta de que en verdad tengo un Padre que me ama.
El templo es una manifestación de ese amor. Yerko y yo estábamos sellados a nuestros padres, así que sabía que si perdía a mi hermano, estaría con él otra vez. Eso fue un tremendo consuelo para mi familia y para mí.
Inmediatamente después del accidente, cuando los médicos nos dijeron que a Yerko solo le quedaban unas horas de vida, oré con fervor para que el Padre Celestial lo salvara. Cuando Yerko sobrevivió, quise servir en una misión para compartir con los demás los milagros que habíamos experimentado.
La historia de la recuperación de mi hermano fue una bendición para muchas personas a las que enseñé como misionera en Perú. Mientras compartía nuestras experiencias, sobre todo con personas que se enfrentaban a situaciones difíciles, se les conmovía el corazón.
Con frecuencia, nos preguntamos por qué pasan cosas difíciles, pero cuando confiamos en el amor de nuestro Padre Celestial, sabemos que, con el tiempo, todo obrará juntamente para nuestro bien (véase Romanos 8:28).