Una carta que no se envió fue contestada
Vi la carta en el bolso de mis Escrituras y la abrí. ¡Estoy tan contenta de no haberla enviado!
Mis maravillosos padres recibieron en su hogar con los brazos abiertos a cuatro hijos varones y a mí, su única hija, en rápida sucesión. Siempre nos hemos sentido cerca el uno del otro, incluso más de lo cercanos que somos en edades. Nos hemos apoyado mutuamente y tenemos muchos recuerdos preciados del tiempo que pasamos juntos. ¡Siempre hemos sido tan buenos amigos!
Por eso me sentí tan destrozada cuando uno de mis hermanos decidió terminar con su vida. Me preocupaba que mi corazón no fuera capaz de aguantar el dolor, aunque dolor no es realmente la palabra adecuada. No hay palabra lo suficientemente fuerte que pueda transmitir la horrible experiencia de perder a un ser querido que se ha suicidado; pone tu mundo al revés.
Me apoyé en el Señor para que me ayudara a cuidar de mi familia y a cumplir con mis demás obligaciones, a la vez que lidiaba con las preguntas angustiosas del alma sobre mi hermano y su muerte.
Cuando le pedí ayuda al Señor, tuve la impresión de escribir mis preguntas en una carta al profeta. Pensaba realmente que mis preguntas eran tan grandes y profundas que solo un profeta podría darles respuesta, pero sabía que tal vez no hacía falta enviarle una carta al profeta. Dudaba, pero luego recordé el éxito que había tenido en el pasado al actuar en cuanto a las impresiones recibidas.
Seguí adelanté y escribí una emotiva carta al presidente Russell M. Nelson. Escribí cómo me sentía y cómo podría seguir adelante si tan solo tuviera respuesta a las preguntas que me daban vueltas en la cabeza. Terminé la carta, la puse en un sobre dirigido al presidente Nelson y la metí en el bolso de mis Escrituras.
Me olvidé de la carta; la vi en el bolso algún tiempo después y la abrí. Mientras la leía, me di cuenta de que mediante la fe y mi propio estudio de las Escrituras, la oración, la asistencia al templo y la paciencia, ¡el Espíritu Santo me había guiado a las respuestas de cada una de las preguntas que había escrito! Me sentí cerca del Salvador y de Su amor.
¡Estoy tan contenta de no haber enviado la carta! En lugar de ello, obtuve importantes experiencias que me enseñaron otra vez que el Señor me valora a mí y a todos Sus hijos individualmente, y que Él nos guiará y dirigirá.
Una vez pensé que mis preguntas eran tan complejas que solo un profeta podría darles respuesta, pero he llegado a conocer por mí misma la verdad de estas palabras del Salvador: “No os dejaré huérfanos; vendré a vosotros” (Juan 14:18).