Mensaje del Área
Compartir el Evangelio mediante el servicio
La pandemia en Chile comenzó tímidamente en marzo del 2020; entrado el otoño; y para cuando estábamos en invierno los casos habían aumentado exponencialmente. En respuesta a esta situación se activaron cuarentenas obligatorias para que las personas no salieran de casa y así intentar controlar el alza de casos de COVID-19.
Esa situación provocó que muchas personas perdieran sus trabajos o tuvieran una reducción considerable de sus ingresos familiares. Muy pronto fue evidente la urgencia de muchas familias por poder asegurar sus necesidades básicas de alimentación e higiene. Fue así que los diferentes almacenes del obispo en todo el país se vieron tremendamente demandados. En una situación normal, sin pandemia, el tener un aumento de demanda en los almacenes se habría resuelto con sumar más voluntarios para prestar servicio en los almacenes, pero al estar en medio de una pandemia, solo podían ir a servir personas que fueran sanas, que estuvieran fuera del grupo de riesgo de contagio y que adicionalmente dispusieran de permisos de movilidad para desplazarse en cuarentena. Esta dificultad hizo que en los almacenes hubiera mucha demanda y pocas manos.
Se hizo un llamado a servir a los miembros, cuya situación de salud se los permitiera, a que pudieran colaborar algunas horas en los almacenes. ¡Qué gran oportunidad de servicio!, y que gran oportunidad de compartir el Evangelio también. ¿Compartir el Evangelio?, sí, tal cual; al menos así lo tomó Jeffrey, mi esposo.
Jeff sirve como obispo en nuestro barrio, y cuando recibió el llamado de poder invitar a todos los miembros a prestar servicio en el almacén, no solo invitó a la congregación, sino que recordó a nuestro vecino, a quién llamaremos Juan.
Juan vive en la casa de al lado, tiene una hermosa familia y son personas muy amables. Él y su esposa son cristianos, ambos de diferentes denominaciones religiosas y él en particular era un miembro muy activo en su iglesia. Siempre ha sabido que nosotros somos miembros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, pero nunca ha estado muy interesado en saber más al respecto, sin embargo, tenemos una excelente relación y nos apoyamos mutuamente como vecinos.
Cuando Jeff invitó a Juan para servir en el almacén, le explicó que era un lugar similar a un supermercado, pero que permitía abastecer de manera ordenada y gratuita a las personas que necesitaban. Juan estaba con tiempo libre porque debido a la pandemia en su trabajo estaban con receso de actividades. Él tiene un gran corazón y sus valores cristianos conectaron muy bien con el objetivo del almacén. Por ello aceptó la invitación.
Llegó el día acordado para ir al almacén; Jeff pensó que Juan no llegaría, pero se sorprendió gratamente cuando Juan apareció con ropa cómoda y una sonrisa, listo para servir.
Al llegar al almacén, comenzaron las preguntas de Juan: “¿Estos edificios son todos de ustedes?, ¿Quién es la persona a cargo?, ¿Tienen a alguien como los curas o pastores?”. Luego, al ver las pinturas colgadas en las paredes, nacieron más preguntas: “¿Creen en Jesucristo?, ¿Creen que Jesucristo y Dios son personas diferentes?, ¿Creen que Jesucristo estuvo en América?”.
Y cuando vio un diario mural (cartelera) en donde había imágenes del templo y del profeta con los doce apóstoles, surgieron más preguntas: “¿Creen que aún hay profetas?, ¿Qué se hace en los templos y por qué son tan lindos?, ¿Cómo es eso del matrimonio eterno?”.
Mi esposo hizo todo cuanto pudo para poder abrir su boca y explicar la doctrina de la trinidad, la restauración, los profetas y la revelación; y del matrimonio eterno en el templo. Confiando en que el Espíritu Santo podría llevar estas verdades hasta el corazón de Juan y testificar de ellas. Todo esto ocurría mientras armaban y entregaban pedidos, hacían inventario y limpiaban el lugar.
Jeff no sabía si quizás Juan iba a querer tomar distancia luego de haber tenido tanta información de la Iglesia, pero ocurrió todo lo contrario. Una tarde en que ambos se encontraron al llegar a casa, Juan le preguntó: “Jeff, ¿Cuándo vamos nuevamente al almacén a servir?”, ¿Pueden imaginar cómo se sintió Jeffrey al escuchar esta pregunta de Juan?
Y volvieron a ir juntos. Yo también pude ir con ellos en aquella ocasión, y pude ver cómo Juan se desenvolvía con naturalidad en el almacén, sabiendo a la perfección dónde estaba cada cosa y lo que tenía que hacer para armar los pedidos. Fue una experiencia muy poderosa verlo servir en nuestra Iglesia y a nuestros miembros.
En el trabajo de Juan volvieron a funcionar en jornada normal, así que él no pudo volver a asistir al almacén a servir, pero con mi esposo sabemos que las cosas que él aprendió sobre el Evangelio al poder estar sirviendo en aquel edificio han sido sembradas en un terreno privilegiado. Él aún no ha aceptado compartir lecciones con los misioneros, pero hoy es una persona que conoce más del evangelio de Jesucristo, es alguien que simpatiza con nuestra cultura; y que de seguro podrá aclarar conceptos errados de nuestra Iglesia a otras personas que él conozca.
Con todo esto solo quiero agregar lo siguiente: compartir el Evangelio es sencillo, ¡solo debes encontrar la manera de hacerlo de forma natural para ti!; y usar las oportunidades que el Padre Celestial otorga para hacerlo. ¿Eres el tipo de persona que habla con desconocidos en la calle?, ¿eres el tipo de persona que comparte con sus compañeros de trabajo o escuela lo que hizo el fin de semana?, ¿eres el tipo de persona que es muy activa en sus redes sociales?, ¿eres de los que no se pierden ninguna actividad en la Iglesia?, ¿eres alguien que siempre está disponible para servir? Independientemente del tipo de persona que seas, e independientemente de qué te resulte más natural hacer, siempre, siempre puedes aprovechar para compartir con otros el Evangelio. Invítalos a que “vengan y vean” (Juan 1:46) y nuestro Padre Celestial hará el resto.
En el nombre de Jesucristo. Amen.