Voces de los Santos de los Últimos Días
Entrevista a la hermana Isis Cárdenas, Asesora de Organizaciones del Área Sudamérica Sur
E.: Hermana Cárdenas ¿Cómo se sintió al ser llamada como asesora de organizaciones de área?
H. C.: Sorprendida, privilegiada, muy humilde y tremendamente amada… Sé que son muchas cosas a la vez, pero así fue, bueno, así sigue siendo. Me siento muy agradecida de poder ser pionera en este llamamiento tan especial. Sé que no soy perfecta, pero también sé que, si soy obediente y confío en el Padre, Él podrá hacer de mí una herramienta en sus manos.
E.: ¿Cuáles son las expectativas que tiene en este nuevo llamamiento?
H. C.: ¡Tengo tantas expectativas! Una de ellas es que las asesoras ayudemos a que las hermanas que sirven en presidencias de organizaciones de estaca puedan sentirse guiadas y capacitadas de cerca. Mi deseo es que les ayudemos a sentirse fortalecidas, habilitadas, y a que puedan saber que son llamadas por Dios. Espero también que a través de este llamamiento, hermanas y hermanos de manera mancomunada podamos responder a la invitación del profeta de caminar codo a codo al trabajar en esta maravillosa obra de salvación. Además, espero que todas las mujeres podamos sentir cuánto el Padre nos ama, que sepamos que Él cuenta con nuestras manos y voces para servir en Su Obra.
E.: ¿Podría relatarnos cómo conoció la Iglesia?
H. C.: La conocí desde muy pequeña, mis padres conocieron la Iglesia cuando yo tenía un año de edad. Ellos se bautizaron y por algunos años participamos todos juntos; gracias a eso tuve la oportunidad de participar de la Primaria y bautizarme a los ocho años. Pero aproximadamente a mis nueve años, mis padres se separaron y toda la familia se apartó de la Iglesia. Asistí a la Iglesia en algunas ocasiones cuando tenía once o doce años, pero fue a mis dieciséis cuando un par de misioneros llegaron a mi casa. Una hermana les había comentado que en mi casa éramos miembros menos activos y los misioneros decidieron ir, me invitaron a asistir y yo acepté. Asistí a las reuniones dominicales y de jóvenes. Me sentí bienvenida pese a que asistía sola y a veces eso resultaba difícil y desalentador, pero continué haciéndolo. Fue en esa época de mi vida que comencé mi proceso de conversión y decidí que quería vivir el Evangelio, con fe en que un día podría tener mi propia familia acompañándome en esta senda.
E.: En su opinión ¿cuáles son los obstáculos y desafíos que enfrentan las mujeres Santos de los Últimos Días?
H. C.: Siento que son muchos y variados, estamos sujetas a todos los desafíos que se experimentan en esta vida terrenal como la enfermedad, las desilusiones familiares, los desafíos económicos y, a veces, estos desafíos parecieran tener un peso adicional para quienes somos miembros de la Iglesia, como por ejemplo: el proceso y el trámite legal del divorcio podrán ser igual de difíciles y tristes para una mujer santo de los últimos días como para una que no lo es, pero es probable que la primera experimente un sentimiento mucho más grande de fracaso y soledad, el que a veces no se ve aliviado por parte de sus propios hermanos y hermanas de congregación.
Es muy importante que, primero, entre nosotras mismas podamos ser un bálsamo y apoyo para quienes están viviendo dificultades, en vez de ser una carga adicional, y segundo, para quienes están viviendo pruebas difíciles, es tremendamente importante que recuerden que sus desafíos no los definen.
Además de estos desafíos, las mujeres santo de los últimos días también tenemos que sortear algunos obstáculos adicionales por escoger vivir el Evangelio. Sé que algunas hermanas serán discriminadas y segregadas en sus empleos, casas de estudio y grupos sociales, únicamente por ser miembros de la Iglesia. A veces encontraremos algunas personas que al parecer disfrutan burlarse de nuestras creencias y nuestras vidas, y puede que se nos menosprecie o se nos subestime por ser quienes somos. Todo esto será desalentador, pero podemos hallar fortaleza al analizar nuestras vidas y estas situaciones desde una perspectiva eterna.
E.: Con la aparición del Covid-19, guerras, desastres naturales, etc. ¿De qué manera podemos mantener la esperanza en un mundo mejor?
H. C.: No puedo no hablar de “tener esperanza en un mundo mejor” y no pensar en Éter 12:4. El Padre amorosamente nos ha compartido los planes que tiene para nosotros, Él nos ha preparado un lugar para morar en Su presencia, y nos ha compartido este plan para que podamos saber que los desafíos de la vida son momentáneos. Sé que podemos pedir al Padre que nos ayude a tener la perspectiva eterna suficiente para poder sortear las dificultades de la vida terrenal.
Además, sé que como miembros de la Iglesia y como discípulos de Jesucristo ¡podemos hacer hoy que este mundo sea mejor! Esto lo hacemos cuando ministramos a los demás, cuando ayudamos a quienes sufren producto de estas situaciones u otras. Entonces, aunque el Padre nos ha preparado un lugar en Su morada, un lugar libre de dolor y lleno de gozo, sé que Él espera que nosotros podamos hacer de esta vida terrenal una experiencia mucho más celestial para los demás al cuidar y bendecir sus vidas, amándoles y cuidándoles como el Salvador lo haría.