2023
El poder de elevar
Marzo de 2023


“El poder de elevar”, Liahona, marzo de 2023.

Los milagros de Jesús

Marcos 5:22–24, 35–42

El poder de elevar

Podemos ayudar a elevarse a quienes aguardan la liberación del Salvador.

personas tocándose las manos

Derrotadas de nuevo. Me desplomé sobre la silla con la cabeza gacha. Yo solo era del público, pero aun así no tenía energías para ponerme de pie. Nuestro equipo se había esforzado mucho; algunas estaban lastimadas y otras salían del campo cojeando. Después de las derrotas consecutivas de nuestro equipo de fútbol de la escuela secundaria, no solo nos habían derrotado; estábamos descorazonadas.

Justo cuando mi decepción parecía superarme, una de las niñas más jóvenes del equipo pasó por delante. La determinación que le vi en el rostro atrajo mi atención al instante.

Observé mientras, cada pocos pasos, tendía la mano a cada una de las jóvenes, pero no en reconocimiento de la derrota; más bien, elogiaba, consolaba y mostraba compasión a cada una de ellas. “Nunca te he visto correr tanto y llegar a todos los pases. Ha sido tu mejor partido”. Y a otra: “Ha sido un partido increíble. En serio, ¡has estado muy bien hoy!”.

Al “chocar los cinco”, dejaba una de las manos junto a las de ellas, mientras les apoyaba la otra en el hombro o acariciaba suavemente alguna pierna magullada y manchada de hierba. Pude sentir que llevaba algo en el interior, un poder que de alguna manera pasaba de ella al corazón de cada miembro del equipo. Las sonrisas empezaron a abrirse paso entre las dolorosas muecas de dolor y la decepción. Poco a poco, una por una, cada jugadora se puso de pie con el renovado sentimiento que invadía el aire.

¿A quién le importaban los moretones y el dolor? ¿A quién le importaban la ira y la frustración? A nadie. Pero, ¿cómo podía una simple mano elevar a alguien de circunstancias de sufrimiento a circunstancias de propósito y fortaleza?

Permítanme compartir algunas cosas que he aprendido sobre el poder de elevar del Salvador y sobre cómo podemos ayudar, como mi amiga del equipo de fútbol.

En el Nuevo Testamento, leemos el siguiente relato acerca de la hija de Jairo.

“Y vino uno de los principales de la sinagoga, llamado Jairo; y cuando le vio, se postró a sus pies

“y le rogaba mucho, diciendo: Mi hija está al borde de la muerte; ven y pon las manos sobre ella para que sea salva, y viva.

“Y fue con él” (Marcos 5:22–24).

“Y fue con él”

Me encantan las palabras “Y fue con él” (Marcos 5:24). El milagro aún no había ocurrido. De hecho, habría algunas demoras trágicas antes de que la familia recibiera la liberación que suplicaban; pero Cristo ya estaba en la senda con ellos.

Cuando necesitamos aquello que nosotros no podemos hacer por nuestra cuenta, podemos confiar en que Jesús vendrá. Y podemos confiar en que, mientras esperamos con fe Sus milagros en nuestra vida o en la de nuestros seres queridos, Él andará con nosotros. Andará con nosotros todo el tiempo, a través de la ansiedad, el temor y la tristeza que puedan esperarnos en la senda que conduce a la liberación.

“… ven y pon las manos sobre ella”

No nos corresponde ofrecer la sanación, pero, como Jairo, podemos llevar a Jesucristo, el Maestro Sanador, a los que amamos. Jairo sabía que las manos del Salvador podían elevar a alguien de circunstancias de sufrimiento a circunstancias de propósito y fortaleza.

Yo lo vi en la jugadora de fútbol que compartió luz. Compartió la luz de Cristo en un campo de fútbol, permitiéndole a Él llevar a cabo Su sanación. Al sostener en alto Su luz, ayudó a recoger a Israel.

Cada uno de nosotros necesitará que alguien lo salve, al no poder salvarnos por nuestra cuenta. Aunque aquello parezca dejarnos vulnerables, podemos confiar en que el Padre Celestial nos proporcionó un Salvador que nos puede ayudar a levantarnos de la desesperación, y nosotros podemos participar con Él, tal como lo hizo mi heroína del fútbol.

Pero, ¿y si las cosas empeoran mientras esperamos que vengan Sus bendiciones?

“¿para qué molestas más al Maestro?”

Mientras Cristo se dirigía a la casa de Jairo, lo retrasaron. Las calles estaban abarrotadas y, mientras trataba de abrirse paso, una mujer de gran fe, que también había esperado Su mano sanadora, tocó Sus vestidos.

“Porque decía: Si tocare tan solo su manto, quedaré sana.

“Y al instante la fuente de sangre se secó, y sintió en el cuerpo que estaba sana de aquel padecimiento” (Marcos 5:28–29).

¿Cuán desesperado se hallaba Jairo? ¿Cuán frustrado por el retraso? Cuando salió de casa, su hija estaba a punto de morir. Luego, mientras el Salvador buscaba a la mujer que había sido sanada y hablaba con ella, alguien de la casa de Jairo llegó con malas noticias: “Tu hija ha muerto; ¿para qué molestas más al Maestro?” (Marcos 5:35).

¡Qué bendición para la mujer que había esperado tanto tiempo! ¡Pero qué tragedia para Jairo y su familia, que ya no tenía nada de tiempo para esperar! A veces, cuando estamos a la espera, puede ser difícil mantener la esperanza de que Él está viniendo. Para Jairo y su familia, ahora parecía demasiado tarde para esperar el milagro que habían necesitado. Su hija estaba muerta. ¿Por qué molestar más al Maestro?

¿Por qué? Porque los límites que a veces ponemos en los milagros del Salvador no significan nada. A Él no lo limitan nuestras fechas límite, ni Su poder está restringido por nuestra comprensión de lo que es posible.

Si miramos con el ojo de la fe mientras esperamos, veremos la certeza de que se acerca Su liberación (véase Alma 58:11). Tales certezas pueden cambiarnos el corazón y confirmar nuestra fe en Él. Aunque parezca que la oportunidad ha pasado, Él sigue viniendo; el momento de ustedes llegará.

Jesús levanta de los muertos a la hija de Jairo

The Raising of Jairus’ Daughter [Se levanta de los muertos a la hija de Jairo], por Gabriel Max / Peter Horree / Alamy Stock Photo

“No temas, cree solamente”

Tan pronto como el Salvador escuchó las malas noticias, dijo a Jairo: “No temas, cree solamente” (Marcos 5:36). Las palabras del Salvador a Jairo muestran lo deseoso que está por darnos seguridad mientras esperamos. Su ministerio no se detiene, aun cuando nosotros lo hagamos. Él inmediatamente instó a Jairo a seguir adelante con fe.

“Y entrando, les dijo: ¿Por qué alborotáis y lloráis? La muchacha no está muerta, sino duerme […].

“Y tomando la mano de la muchacha, le dijo: Talita cumi; que interpretado es: Muchacha, a ti te digo, levántate” (Marcos 5:39, 41).

¿Se han dado cuenta? “…tom[ó] la mano de la muchacha”. En Sus manos hay poder. El presidente Howard W. Hunter (1907–1995) declaró que “todo lo que la mano de Jesús toque vivirá”1. ¿Qué podemos hacer para recibir mejor Su mano sanadora? ¿Y cómo podemos ser Sus manos para ayudar a elevar a los demás en sus momentos de angustia y desesperación?

“Y al instante la muchacha se levantó y andaba”.

De inmediato, la vida volvió a la hija de Jairo: “Y al instante la muchacha se levantó y andaba” (Marcos 5:42). La vida terrenal traerá lechos de los que debemos levantarnos. Para cada uno de nosotros, esos lechos serán un poco diferentes, desde el desánimo después de una derrota en el campo de juego hasta la pérdida de un ser querido. Inevitablemente, el sufrimiento llegará, pero Él nunca nos abandonará, no importa lo difíciles o definitivas que parezcan las circunstancias. A veces, nos permite caminar por lugares muertos o desolados para que Él pueda extender Sus manos y llenarlos de vida.

Con la señal de Su expiación —la impresión de un clavo en cada mano— Él nos muestra que nosotros somos Su ministerio: “Pues he aquí, te tengo grabada en las palmas de mis manos” (1 Nefi 21:16). El ministerio de Cristo fue, es y siempre será para levantarnos de una muerte de la que no podemos escapar ni física ni espiritualmente, y todo ello es posible mediante Su sacrificio expiatorio.

Cuando ocurren tales aflicciones y desafíos, podemos imaginar las manos que tienen una marca en cada palma y que ofrecen no solo bondad y amor, sino poder para vencer. Al ejercer fe en Él, la restauración completa del Redentor del mundo prevalecerá sobre cualquier cosa que afrontemos.

Nosotros podemos ser la extensión de Sus manos hacia otras personas que necesiten Su toque.

Testifico que cada uno de nosotros será levantado de nuestras propias debilidades y, finalmente, de la tumba. Recuerden, aun cuando todo parezca perdido, Él está presente y tiende Sus manos de poder salvador. Imaginen el gozo que vendrá cuando Él extienda Su mano hasta la de ustedes y declare: “a ti te digo, levántate”. Y de seguro nos levantaremos.