“Mi recordatorio del campanario”, Liahona, marzo de 2023.
Voces de los Santos de los Últimos Días
Mi recordatorio del campanario
Si hubiera obedecido la impresión, habríamos tenido más tiempo para enseñar el Evangelio a Giuseppe.
Un día de preparación, mi compañero de misión y yo visitamos una catedral en Parma, Italia. Mientras observaba maravillado las hermosas pinturas del lugar, noté que un monje leía cerca. Recibí la impresión de hablar con él sobre el Libro de Mormón, pero tuve miedo.
¿Cómo reaccionaría un monje católico ante un misionero que hacía proselitismo dentro de una catedral? La impresión vino otra vez, pero la volví a ignorar.
Unas semanas después, los otros dos élderes de nuestro apartamento nos dijeron que habían conversado con un monje llamado Giuseppe mientras hacían contactos en la calle. Después de que le enseñaron una lección, aceptó un ejemplar del Libro de Mormón.
Cuando los misioneros se reunieron con Giuseppe una semana después, ya había leído gran parte del libro y estaba muy entusiasmado al respecto.
Antes de que los misioneros se reunieran de nuevo con Giuseppe, mi compañero fue trasladado, así que me integré a su compañerismo. Cuando fuimos a enseñar a Giuseppe en la catedral, no me sorprendió ver que era el mismo monje a quien me había sentido inspirado a hablar antes.
Giuseppe nos dijo que estaba leyendo el libro de Alma, a quien comparó con el apóstol Pablo. Decidimos enseñarle la segunda lección, la cual terminaba con la invitación a bautizarse. Al final de la lección, justo antes de poder invitar a Giuseppe a seguir el ejemplo de Jesucristo al bautizarse, las campanas de la catedral comenzaron a sonar y nos sobresaltaron.
Giuseppe había perdido noción de la hora que era, y dijo que debía unirse a los otros monjes para las oraciones del mediodía. Luego se disculpó, diciendo que no estaría disponible en el futuro, porque iría a un retiro monástico. Después, seguiría su ordenación como sacerdote.
Nos sorprendió la forma en que ese importante momento se había evaporado. Si hubiera respondido a mi impresión anterior, habríamos tenido más tiempo para enseñar a Giuseppe y él habría tenido tiempo para terminar de leer el Libro de Mormón. Hasta donde sé, los misioneros nunca más le enseñaron.
Después de esa experiencia, el sonido del reloj del campanario me recordaba cuán valioso y corto es nuestro tiempo. Durante el resto de la misión, cada vez que escuchaba sonar algún campanario, me sentía motivado a hablar con cualquier persona que pudiera sobre el Evangelio. En la actualidad, sigo esforzándome por seguir las impresiones del Espíritu.