2023
El milagro que más importa
Marzo de 2023


Solo para versión digital: Papás de los últimos días

El milagro que más importa

El autor vive en EE. UU.

Oré para que el Salvador tuviera compasión de nosotros y sanara a nuestra hija. El milagro que recibimos no fue lo que yo esperaba.

Un hombre con una máscara quirúrgica inclinando la cabeza

Fotografía con un modelo

En el Nuevo Testamento hay muchos ejemplos de la compasión del Salvador. Después de que el Salvador sanó al hombre que había sido poseído por demonios, le dijo: “Vete a tu casa, a los tuyos, y cuéntales cuán grandes cosas el Señor ha hecho contigo y cómo ha tenido misericordia de ti” (Marcos 5:19). Durante una ocasión en que la gente necesitaba alimento, Cristo tuvo “compasión de la multitud” (Marcos 8:2) e hizo que unos cuantos panes y peces sirvieran para alimentar a unas cuatro mil personas (véanse los versículos 1–9).

Mi esposa y yo también queríamos que la milagrosa compasión de Jesucristo sanara a nuestra hija recién nacida. Los médicos habían descubierto una masa de gran tamaño en su cavidad abdominal. Le diagnosticaron neuroblastoma infantil. Debido a que tenía solo dos semanas de vida y la masa maligna (cancerosa) era grande, su pronóstico no era esperanzador.

Lleno de fe en el poder de Cristo para sanarla, le di una bendición del sacerdocio antes de ir al hospital de niños. Durante esa experiencia, no acudieron palabras a mi mente. Estaba en blanco. Mientras trataba de hallar cualquier palabra posible, la única frase que pude pronunciar fue: “Estás en las manos de Dios”.

Descorazonados por esa experiencia, nos dirigimos al hospital de niños donde el equipo médico realizaría una cirugía para hacer una biopsia de la masa, ver hasta dónde se había extendido y determinar qué podían hacer por nuestra hija, si era que se podía hacer algo. Antes de la operación, otra vez le di a mi hija una bendición del sacerdocio y tuve exactamente la misma experiencia que antes; solo pude pronunciar las palabras: “Estás en las manos de Dios”.

Después de entregar a nuestra hija al cirujano, mi esposa y yo lloramos amargamente. Cuando nuestros cuerpos ya no pudieron producir más lágrimas, me senté, frustrado. Empecé a preguntarme si el milagro compasivo que habíamos buscado no se nos había concedido porque mi fe o mi dignidad no eran suficientes. ¿Por qué Cristo había realizado tantos actos asombrosos de compasión por los demás, pero no lo haría por nosotros?

Me sentí inspirado a leer el relato de Lázaro que se encuentra en Juan 11. La interacción entre Cristo y Marta me llamó la atención. Parecía que Marta esperaba lo mismo que yo esperaba, que no fuera demasiado tarde para que mi hija aún fuera sanada milagrosamente. En respuesta al pedido de Marta, Jesucristo dijo: “Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá.

“Y todo aquel que vive y cree en mí no morirá jamás. ¿Crees esto?” (Juan 11:25–26).

En ese momento, sentí que Jesucristo me hablaba a mí. Sentí que, si hubiera tenido ojos para ver, Cristo habría estado sentado a mi lado esperando mi respuesta a Su pregunta. Al meditar en mi respuesta, mi alma se llenó de convicción y respondí: “Sí, sí creo en el Hijo de Dios y en todo lo que Él ofrece”.

Otra pregunta me vino a la mente: “¿Qué ha hecho posible Jesucristo para los niños que mueren antes de la edad de responsabilidad?”.

Nuevamente, en mi mente, respondí: “… [Q]ue todos los niños que mueren antes de llegar a la edad de responsabilidad se salvan en el reino celestial de los cielos” (Doctrina y Convenios 137:10).

“¿Crees esto?”, fue la respuesta. Una vez más, mi alma se llenó de convicción y respondí: “Sí”.

Luego, me vino el siguiente pensamiento a la mente: “Entonces comprendes que ella estará con Dios y que todavía puede llegar a ser como Dios. ¿Qué más quieres para ella? Puedes disfrutar de esa vida con ella también si te mantienes fiel a los convenios del templo que Jesucristo ha revelado”.

Llegué a la conclusión de que el milagro más grande de mi vida siempre sería la expiación de Jesucristo. No había nada que yo quisiera más para mi hija que el que ella recibiera todas las bendiciones que Jesucristo ha hecho posibles mediante Su sacrificio expiatorio y las sagradas ordenanzas del templo. Se nos concedió un milagro compasivo, el milagro que más importa.