Quincuagésimo cuarto aniversario de la dedicación de España para la predicación del Evangelio
El 20 de mayo de 1969, un grupo de personas, la mayoría estadounidenses, se reunía en la Casa de Campo, un parque situado al oeste de la ciudad de Madrid. A las siete menos cuarto de la mañana, ese grupo de extranjeros subía a uno de los cerros más altos del parque, desde el que se podía ver la ciudad, que despertaba a otro día más en la vida de la capital de España. Pero aquel día de primavera iba a suponer el principio de un gran cambio en la vida de muchos españoles.
A pesar de que un par de años antes los españoles habían estrenado su primera ley de libertad religiosa, en la España de Franco aún no se permitían asambleas de más de veinte personas en lugares públicos. Por esa razón, se intentó que el número de asistentes fuera lo más reducido posible. Pero el acontecimiento era tan extraordinario que no se pudo evitar que la cantidad de personas que asistieran fuera finalmente superior a lo permitido. Los organizadores de la reunión oraban para que lo temprano de la hora los librara de cualquier problema con la policía.
¿Quiénes eran aquellos estadounidenses y qué hacían tan temprano en el Parque de la Casa de Campo de Madrid?
Ese grupo de personas se había reunido para acompañar a un Apóstol de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días: el élder Marion G. Romney, que iba a dedicar o bendecir España para la predicación del Evangelio restaurado.
La dedicación fue el martes 20 de mayo de 1969. En el mes de mayo de 2023 recordamos aquel acontecimiento, que ocurrió hace cincuenta y cuatro años ya.
La reunión empezó a las siete de la mañana cantando el himno “Ya rompe el alba” (en inglés: “The Morning Breaks, The Shadows Flee”). La letra de este himno representa muy bien lo que estaba ocurriendo aquel amanecer en el cielo de España: “Ya rompe el alba de la verdad, y en Sion se deja ver, tras noche de oscuridad, el día glorioso amanecer”. La primera oración la ofreció F. Dean Hunger, presidente del Distrito del Mediterráneo Occidental. José María Oliveira Aldámiz, presidente de la Rama de Madrid, dio un breve discurso. Después cantaron el himno “La oración del Profeta” (en inglés: “Joseph Smith’s First Prayer”) y también “Oh, How Lovely Was the Morning”, que representaba también perfectamente lo hermoso de aquella mañana, en la que una brillante luz llegaba a aquel lugar: “¡Qué hermosa la mañana! ¡Qué brillante era el sol!”.
El élder Marion G. Romney compartió unas palabras y después ofreció la oración dedicatoria. La última oración la ofreció Smith B. Griffin, presidente de la Misión Francesa, a la que pertenecía la Iglesia de España en ese momento. La reunión terminó a las ocho menos veinte; duró, pues, cuarenta minutos.
Hubo una asistencia de treinta y cuatro personas, la mayoría de ellos, estadounidenses. Solo había un español en la reunión: José María Oliveira Aldámiz. José María conoció la Iglesia gracias a la persona con quien posteriormente se casaría: Patricia Graff.
La oración dedicatoria dice en parte lo siguiente: “… Padre, con la autoridad del Santo Sacerdocio y del Apostolado, dedicamos esta tierra de España y al pueblo que mora en ella para la predicación del evangelio de Jesucristo… Oramos para que aquellos que vengan a enseñar el Evangelio… sean sabios y estén guiados por ti en la manera como se dirijan a este pueblo… con el poder del Espíritu, y lleguen al corazón de muchas almas… Que Sion crezca y se desarrolle en esta tierra; que los justos se congreguen, y que en un futuro no muy lejano se establezcan… barrios y estacas para el fortalecimiento de Tu Reino y para la salvación de Tu pueblo sobre esta tierra… Damos aquí y ahora sobre esta tierra y sobre su pueblo una bendición apostólica, para que sus almas se iluminen con el resplandor de la fe y de la paz, y contemplen la luz que lleva a la vida eterna…” (Trad. de Faustino López).
Después de la reunión, todos descendieron del cerro con la solemnidad de la experiencia vivida. La hermana Griffin, al notar que el élder Romney estaba muy pálido y parecía muy cansado, le preguntó si se sentía bien; él le dijo que estaba espiritualmente agotado y que se sentía tan débil como si hubiera estado cavando zanjas todo un día.
Después de esta sagrada ordenanza, España quedó abierta a la predicación del Evangelio restaurado. Y en junio de 1969, llegaron a Madrid los primeros misioneros de la Iglesia: los élderes Robert Hernandez, de Martinez, California; Clark Bryant Hinckley, de Salt Lake City, Utah; Craig Lindsay Ward, de Long Beach, California; y José Luis Barco, de Montevideo, Uruguay. Así empezó el establecimiento del Reino de Dios en España.