“Alegres nuevas de amor y gozo”, Liahona, enero de 2025.
Alegres nuevas de amor y gozo
Las bendiciones de la Restauración deben alegrarnos el corazón y llenarnos de gratitud por el gran amor de Dios.
Nuestro mensaje de esperanza y paz para todos es que Jesucristo vive y ha restaurado Su Evangelio y Su Iglesia en estos últimos días.
“¡Qué indescriptiblemente glorioso es todo esto para la humanidad!”, declaró el profeta José Smith. “Ciertamente, deben considerarse nuevas de gran gozo para todo pueblo, y también nuevas que deben llenar toda la tierra y alegrar el corazón de todo el que las oiga”.
Durante siglos, después del ministerio terrenal del Salvador, los hijos de Dios lo buscaron y anhelaron más luz y verdad. Ahora las gozosas nuevas del Evangelio de Jesucristo y de la Restauración continua se extienden a fin de bendecir a todo pueblo y preparar al mundo para el día en que Jesucristo regrese para “regi[r] como Rey de reyes y reina[r] como Señor de señores”. Esta es una profunda manifestación del amor sin fin de nuestro Padre Celestial y de nuestro Salvador. Me regocijo por poder dedicar mi vida a proclamar estas verdades a todo el mundo.
Lo improbable y lo extraordinario
Para la familia humana un nuevo día comenzó en una arboleda donde Dios el Padre y Su Hijo, Jesucristo, se aparecieron a José Smith y le hablaron en respuesta a la oración del joven José en cuanto a qué iglesia debía unirse (véase José Smith—Historia 1:14–20). Jesucristo mandó a José que no se uniera a ninguna iglesia; prometió que la plenitud de Su Evangelio le sería revelada a José en el futuro.
Para muchos, José parecía ser el más improbable a ser llamado a una obra tan importante, y tenían razón. Era un muchacho inculto e insignificante de una pequeña granja en un pueblo desconocido. Tal como algunos dijeron del Salvador en Sus días: “¿De Nazaret puede salir algo bueno?” (Juan 1:46), muchos se preguntaban qué cosa buena podría venir de un joven de catorce años sin instrucción de Palmyra, Nueva York. Pero por medio de José —por improbable que él pudiera parecer— el Padre Celestial y el Señor Jesucristo llevarían a cabo lo verdaderamente extraordinario. Eso debe darnos la esperanza de que, a nuestra pequeña y humilde manera, nosotros también podemos contribuir de formas significativas a la obra del Señor.
Con el tiempo, el Señor llamó a José “y le habl[ó] desde los cielos y le di[o] mandamientos” (Doctrina y Convenios 1:17). José recibió preciadas revelaciones y doctrina vital que dieron nueva luz a nuestra comprensión del amoroso plan del Padre Celestial y del amor redentor de Jesucristo y del poder de Su sacrificio expiatorio. De manera notable, esas alegres nuevas llegaron en el preciso momento en que significativos avances en los medios de transporte, de comunicación y en otras áreas permitirían que la luz de Dios resplandeciera para bendecir a cada vez más de Sus hijos.
Un poderoso testimonio del amor de Dios
La aparición del ángel Moroni a José Smith fue esencial para la Restauración y una poderosa evidencia del amor de Dios. Moroni le habló a José de unos anales, escritos sobre planchas de oro, que estaban sepultados cerca (véase José Smith—Historia 1:33–34). Con el tiempo, a José se le daría “poder de lo alto” (Doctrina y Convenios 20:8) para traducir esos anales en lo que llegaría a ser el Libro de Mormón, el cual se halla a la par de la Biblia y es otro testamento de Jesucristo.
En todo el Libro de Mormón, leemos de personas que, cientos de años antes de Cristo, sabían de Su venida, la predijeron y la anhelaban. También encontramos el extraordinario relato de la aparición personal del Salvador resucitado y de Su ministerio entre los nefitas, durante el cual invitó a todos a venir a Él y palpar la marca en Su costado y las marcas de los clavos en Sus manos y pies (véase 3 Nefi 11:14–15). Sanó al enfermo, al cojo, al ciego —a “todos los que padecían cualquier aflicción”— y luego bendijo a los niños pequeños y rogó por ellos (véase 3 Nefi 17:7–9, 21). De ese sagrado relato aprendemos muchísimo sobre el amor y la compasión del Salvador.
El Libro de Mormón testifica que “Jesús es el Cristo”. Las afirmaciones del Libro de Mormón nos recuerdan repetidamente que nuestro Padre Celestial y nuestro Salvador nos aman más de lo que podamos imaginar.
Las bendiciones del sacerdocio y la Iglesia
La Restauración continuó con la aparición de otros mensajeros celestiales a José Smith. “Juan el Bautista, como ser resucitado, restauró la autoridad para bautizar por inmersión para la remisión de pecados. Tres de los doce apóstoles originales —Pedro, Santiago y Juan— restauraron el apostolado y las llaves de la autoridad del sacerdocio. También vinieron otros, entre ellos Elías el Profeta, quien restauró la autoridad para unir a las familias por siempre en relaciones eternas que trascienden la muerte”.
El 6 de abril de 1830, Jesucristo estableció, por medio del profeta José, una Iglesia que seguía el modelo de la Iglesia que Él organizó en la época del Nuevo Testamento (véase Artículos de Fe 1:6), completa, con “el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo” (Efesios 2:20). La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días pone las bendiciones del poder del sacerdocio restaurado a disposición de todos los hijos de Dios que se preparen para recibirlo.
Como nos ha enseñado el presidente Russell M. Nelson, podemos hallar gozo en el arrepentimiento diario al acudir al Padre Celestial y a nuestro Salvador. A cualquiera que se sienta desanimado o sienta que no está a la altura o que no encaja: todos están invitados a venir a Cristo y a Su Iglesia. La Iglesia no es un monasterio para perfectos, sino un hospital para enfermos. El élder Dieter F. Uchtdorf, del Cuórum de los Doce Apóstoles, nos recuerda que “no vamos a la Iglesia a esconder nuestros problemas sino a sanarlos”.
En la Iglesia encontramos gozo en las oportunidades de ver las necesidades de los demás, servir a otras personas con amor y compartir nuestras experiencias personales con la abundancia de la bondad de Cristo. Podemos ser “contados entre los del pueblo de la iglesia de Cristo” y “que se h[aga] memoria de [nosotros] y [seamos] nutridos por la buena palabra de Dios” (Moroni 6:4). ¡Qué formidable bendición!
Un motivo de gran gozo
El profeta José Smith declaró cierta vez: “Ahora, ¿qué oímos en el evangelio que hemos recibido? ¡Una voz de alegría! Una voz de misericordia del cielo, y una voz de verdad que brota de la tierra; gozosas nuevas para los muertos; una voz de alegría para los vivos y los muertos; buenas nuevas de gran gozo” (Doctrina y Convenios 128:19).
Esas alegres nuevas han llegado porque el Padre Celestial y Su Hijo Amado, Jesucristo, nos aman y desean, más que cualquier otra cosa, recibirnos de nuevo en Su presencia, para que podamos tener para siempre la clase de vida que Ellos viven. La Restauración revela que Ellos han hecho todo lo necesario a fin de que aquello sea una gloriosa posibilidad para todos nosotros. En nuestra travesía eterna, experimentaremos pruebas y dificultades, pero “exist[imos] […] para que tenga[mos] gozo” (2 Nefi 2:25) en esta vida y en la venidera. El profeta José sabía eso mejor que la mayoría de la gente.
José afrontó frecuente oposición y persecución, pero mantuvo su “jovial temperamento natural” (José Smith—Historia 1:28). Se mantuvo alegre, fuerte y resiliente, y llevó a cabo la extraordinaria obra que se le había encomendado hacer. Rindo tributo a todos los primeros santos que creyeron, apoyaron y siguieron al profeta José Smith y se consagraron a sí mismos a la edificación de la Iglesia. Tenemos con ellos una gran deuda de gratitud y honra.
Fue dificultoso en los primeros tiempos de la Iglesia y puede ser dificultoso hoy, pero la Restauración es continua y sigue en marcha. Con Jesucristo a la cabeza de esta Iglesia, los profetas vivientes continuarán guiándonos. Seguirán construyéndose Casas del Señor, para que las bendiciones de los convenios eternos con Dios nos liguen a Él y a nuestros seres queridos en ambos lados del velo (véase Mateo 16:19). El amor de Dios y de Jesucristo se extenderá a todo el mundo a medida que sigamos el mandato del Salvador de apacentar Sus ovejas y compartir Su Evangelio. Veremos cómo las verdades de la Restauración avanzarán de maneras y hasta lugares que difícilmente habrían sido imaginables en los días de José.
Podemos hallar fortaleza y gran gozo, como lo hizo el profeta José, al adoptar y vivir estas preciosas verdades. El llamado que José hizo a los santos en sus días continúa con nosotros hoy: “¿No hemos de seguir adelante en una causa tan grande? Avanzad, en vez de retroceder. ¡Valor […]; e id adelante, adelante a la victoria! ¡Regocíjense vuestros corazones y llenaos de alegría!” (Doctrina y Convenios 128:22).
Que las alegres nuevas de amor y gozo que trae la Restauración bendigan y guíen nuestra vida, ahora y siempre.