Liahona
Las bendiciones de la Restauración
Enero de 2025


“Las bendiciones de la Restauración”, Liahona, enero de 2025.

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Doctrina y Convenios 1; José Smith—Historia 1:1–26

Las bendiciones de la Restauración

El Evangelio restaurado de Jesucristo nos ha bendecido a mí y a mi familia, y seguirá avanzando para bendecir a todo el mundo.

sala de sellamiento

Fotografía de una sala de sellamiento del Templo de Suva, Fiyi

En la primavera de 1820, un muchacho de catorce años que necesitaba respuestas entró en una arboleda. Deseaba saber a cuál de las muchas iglesias que lo rodeaban debía unirse. Al haber aprendido en las Escrituras que “si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios” (Santiago 1:5), el muchacho fue a la arboleda y abrió el corazón a Dios. Mientras oraba, los cielos se abrieron.

Dios el Padre y Su Hijo, Jesucristo, se aparecieron a José Smith y contestaron su oración (véase José Smith—Historia 1:16–20). Así comenzó la restauración de la plenitud del Evangelio sempiterno de Jesucristo. Ese conocimiento ha bendecido grandemente mi vida, pero me llevó un tiempo obtener un testimonio por mí mismo.

Jesucristo restauró Su Iglesia

Hace años, me sentía de un modo muy parecido al modo en que se sentía el joven José. Estaba confundido por la “guerra de palabras y tumulto de opiniones” (José Smith—Historia 1:10) que provenían de muchas iglesias diferentes de Fiyi. Cuando conocí a los misioneros, tenía muchísimas preguntas. Algunos han indicado en broma que aprendo con lentitud, pues pasé ocho años investigando la Iglesia. Mi conversión comenzó gracias a entender el nombre de la Iglesia.

Durante Su ministerio terrenal, Jesucristo estableció Su Iglesia. Con el tiempo, la doctrina y la autoridad del sacerdocio de Su Iglesia se perdieron. En nuestros días, Jesucristo restauró por medio del profeta José Smith la misma Iglesia que había establecido cuando vivió en la tierra (véase Artículos de Fe 1:6). Además, Él mandó a través de la revelación: “Porque así se llamará mi iglesia en los postreros días, a saber, La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días” (Doctrina y Convenios 115:4).

¡La Iglesia lleva el nombre de Jesucristo porque es Su Iglesia! Después de ocho años, esa verdad me resonó en la mente y en el corazón. Fui bautizado a los veintisiete años y pronto se me llamó como consejero de la presidencia de los Hombres Jóvenes de barrio y maestro de Seminario matutino. Mientras tanto, mi testimonio siguió creciendo.

La Restauración continúa

Mi vida se transformó al enseñar Seminario, asistir a la reunión sacramental y escuchar la conferencia general. También sentí la influencia tranquilizadora, consoladora e inspiradora del Espíritu al leer el Libro de Mormón, el cual es evidencia y manifestación tangibles de la Restauración y del llamado profético de José Smith.

Cuando el Señor llamó a José “y le habl[ó] desde los cielos y le d[io] mandamientos” (Doctrina y Convenios 1:17), mostró que Él “inspira a los hombres y los llama a su santa obra en esta edad y generación, así como en las antiguas” y que “él es el mismo Dios ayer, hoy y para siempre” (Doctrina y Convenios 20:11–12).

La Restauración que comenzó con José continúa en la actualidad. Como Santos de los Últimos Días, somos llamados a hablar en el nombre del Salvador para que “la fe […] aumente en la tierra”, “para que se establezca [Su] convenio sempiterno” y “para que la plenitud de [Su] evangelio sea proclamada por los débiles y sencillos hasta los cabos de la tierra” (Doctrina y Convenios 1:21–23). Somos bendecidos al poder ayudar a edificar la Iglesia y preparar al mundo para ese día en que Jesucristo regrese.

Taniela Wakolo y otras personas afuera de un templo

El élder y la hermana Wakolo (extremo derecho) recibieron la investidura y se sellaron en el Templo de Nuku’alofa, Tonga, en agosto de 1995, un año después de que el élder Wakolo se uniera a la Iglesia. Aquí se los puede ver con la presidencia del templo.

Gratitud por el profeta José

Un año después de mi bautismo, mi esposa, Anita, y yo viajamos al Templo de Nuku’alofa, Tonga, para sellarnos por el tiempo y por toda la eternidad. Mi testimonio de la Restauración hizo que ir al templo fuera muy significativo. ¡El Evangelio restaurado de Jesucristo en verdad significa todo! Mi corazón rebosa de gratitud por las bendiciones que nos ha brindado a mí y a mi familia.

Estas preciadas bendiciones han llegado al mundo a través de “José Smith, el Profeta y Vidente del Señor, [quien] ha hecho más por la salvación del hombre en este mundo, que cualquier otro que ha vivido en él, exceptuando solo a Jesús” (Doctrina y Convenios 135:3). Debemos estar agradecidos siempre y nunca dejar de tener presente lo que se nos ha dado por medio del profeta de esta última dispensación.

Mediante José, entendemos nuestra relación por convenio con el Padre Celestial y Jesucristo. Tenemos el sacerdocio y las ordenanzas y los convenios restaurados. Gracias a la experiencia de José en la Arboleda Sagrada, aprendemos que incluso antes de que el Padre presentara a Su Hijo, Jesucristo, Él llamó a José por su nombre (véase José Smith—Historia 1:17); Él también nos conoce a nosotros por nombre. Y así como Él abrió los cielos y contestó la sencilla y sincera oración de un joven de catorce años, también contestará nuestras oraciones según Su voluntad, a Su manera y en Su tiempo, sin importar nuestra edad. Estas verdades resuenan en lo profundo de mi alma; testifico que son verdaderas.

Espero ser alguien que esté haciendo el bien en el mundo. Si lo soy, entonces José Smith ha hecho mucho para contribuir a ello. Mi vida no sería lo que es hoy, yo no sería el esposo ni el padre que soy y no sería tan feliz como lo soy sin el Evangelio restaurado por el cual el profeta José sacrificó la vida a fin de llevarlo al mundo. El Evangelio me hace brillar y me da esperanza. Por ello, siempre estaré agradecido por el profeta José.

En todo momento y en todo lugar

Llevo un ejemplar del Libro de Mormón dondequiera que voy, con la esperanza de poder dárselo a alguien y hablarle del Evangelio restaurado de Jesucristo. He entregado cientos de ejemplares por todo el mundo. Me encanta compartir el mensaje de la Restauración, en todo momento y en todo lugar.

Esto es así especialmente al enseñar a mis hijos y testificarles con Anita dentro de las paredes de nuestro hogar. Nuestra hija actualmente está sirviendo en una misión en la Ciudad de Nueva York, EE. UU. Le hemos dicho: “Ve y testifica del Salvador en esa parte del mundo. Tu mamá y tu papá harán lo mismo en esta parte del mundo”. Nos encanta ponernos al día unos a otros sobre nuestro servicio. Y ahora tenemos una nieta de cuatro años. La esperanza y el deseo de mi corazón es que ella escuche a menudo y recuerde constantemente a su abuelo testificar del Salvador y Su Evangelio.

Todos podemos testificar de las bendiciones del Evangelio restaurado, en todo momento y en todo lugar, conforme llevemos la vida ejemplar de un discípulo de Jesucristo. Podemos compartir el Libro de Mormón: Otro Testamento de Jesucristo. Y podemos testificar que Jesucristo ha restaurado la plenitud de Su Evangelio y dirige la Iglesia en la actualidad. El presidente Russell M. Nelson enseñó que “en el transcurso de este proceso continuo de la Restauración, la revelación continúa fluyendo desde el Señor”. Testifico que ello continúa a través de una línea ininterrumpida de llaves del sacerdocio que poseen los profetas, videntes y reveladores, quienes nos inspiran, guían y ayudan a ligarnos en unión al Salvador Jesucristo.

Tal es mi testimonio. Con gusto lo compartiré siempre y nunca dudaré de él.

Nota

  1. Russell M. Nelson, “Escúchalo”, Liahona, mayo de 2020, pág. 88.