“Debí haber escuchado”, Liahona, enero de 2025.
Voces de los Santos de los Últimos Días
Debí haber escuchado
Aprendí la importancia de seguir al Espíritu después de decidir ignorar una impresión recurrente.
Hace algunos años, comencé un nuevo trabajo como gerente de un equipo de ventas; era un puesto difícil, pero tuve éxito.
Después de trabajar en la empresa durante más de un año, sentí una fuerte impresión del Espíritu tres veces en un solo mes: “Deja este trabajo”. Sin embargo, necesitaba el trabajo, así que ignoré la impresión.
Poco después, el dueño de la empresa se me acercó y me dijo: “¡Eres un ladrón! Tienes que devolver todo el dinero que has ganado por comisiones”. Luego se fue sin darme la oportunidad de preguntar por qué me había acusado de deshonestidad.
Esa experiencia me causó serias dudas personales. Siempre había tratado de guardar los mandamientos y defender los valores que mis padres y el Evangelio me habían enseñado, entre ellos, la honradez. Tuve que preguntarme: “¿En verdad hice algo incorrecto? ¿Soy ladrón?”.
Mis dudas me causaron tanto estrés espiritual al punto de que me preguntaba si debía tomar la Santa Cena los domingos. Sin embargo, después de ayunar, sentí la influencia tranquilizadora del Espíritu Santo que me decía que era digno y que todo saldría bien, pero también me recordó que se me había advertido que dejara el trabajo.
La empresa quería que firmara un documento donde confesaba mi culpabilidad y aceptaba devolver una gran suma de dinero. Me negué a hacerlo; sabía que la acusación no era cierta.
Con el tiempo, descubrí que uno de mis superiores había sido el que había robado a la empresa. Aquello alivió mi baja autoestima. Sí, era honrado; sí, era honorable; y sí, fui fiel a lo que se me había enseñado.
Esa experiencia me enseñó a seguir siempre las impresiones del Espíritu, independientemente de lo que esté sucediendo en mi vida. Como ha enseñado el élder Dieter F. Uchtdorf, del Cuórum de los Doce Apóstoles: “Si damos oído y seguimos los susurros del Espíritu, nos servirán como una Liahona que nos guiará a través de los valles y montañas desconocidos y desafiantes que yacen por delante (véase 1 Nefi 16)”.
Sé que el Señor siempre está al tanto de nosotros, incluso en los pequeños detalles de nuestra vida, y que nunca nos llevará por mal camino.