“El dinero no puede comprar la felicidad, pero Cristo ofrece gozo sin precio”, Liahona, enero de 2025.
Jóvenes adultos
El dinero no puede comprar la felicidad, pero Cristo ofrece gozo sin precio
A medida que mi obsesión por el dinero se apoderaba de mis prioridades, me di cuenta de que estaba escogiendo las cosas del mundo antes que al Padre Celestial.
Mientras crecía, tenía muchas aspiraciones. Veía a personas de mi edad que ya ganaban dinero y tenían éxito en las redes sociales y deseaba ser como ellas.
Al asistir a la universidad y aprender a ser independiente, el dinero se convirtió en mi principal prioridad. Lo único que me importaba era reunir los requisitos para recibir becas, ahorrar y prepararme para mi futura carrera en el campo de la ilustración.
Incluso la sección de noticias de mis redes sociales rebosaba de mensajes sobre productividad, inversiones y trabajos secundarios para ayudarme a ganar algo de dinero adicional. Me preocupaba que, si no aprovechaba cada oportunidad que tuviera de administrar el dinero de manera inteligente, no lograría estabilidad económica.
Adopté esa forma de pensar creyendo que me haría feliz y que tendría éxito. Siempre justificaba el estar centrada en el dinero diciéndome a mí misma que, algún día, cuando tuviera más dinero, podría donar más a organizaciones benéficas y así ser una mejor persona de esa manera.
Aunque no lo notaba en ese momento, a medida que mi obsesión por el dinero se tornaba mi prioridad, comencé a perder la alegría en mi vida. Me volví cada vez más envidiosa, especialmente de aquellos que parecían tener más dinero del suficiente.
Empecé a desear tener más éxito en las redes sociales, en mi profesión e incluso en la forma en que otras personas me veían. Sin embargo, parecía que cuanto más perseguía el éxito, menos éxito sentía que tenía y más distante del Padre Celestial estaba.
Reconocer el materialismo
Después de un año de sentirme así, escuché un discurso del presidente Dallin H. Oaks, Primer Consejero de la Primera Presidencia. Sentí desfallecer mi corazón al oírlo describir exactamente el tipo de persona en que me estaba convirtiendo:
“Incluso hoy, algunas personas que profesan el cristianismo se encuentran más atraídas por las cosas del mundo, las cosas que mantienen la vida en la tierra pero que no alimentan para vida eterna”.
Había pensado que podía priorizar tanto a Dios como al dinero al mismo tiempo, pero las palabras del presidente Oaks y las que se expresan en Mateo 6:24 demostraron ser ciertas: “Ninguno puede servir a dos señores, porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o se apegará al uno y menospreciará al otro; no podéis servir a Dios y a las riquezas”.
Cuando tenía la mente centrada en las cosas materiales, me resultaba más difícil ver lo atractivo del Evangelio. No entendía cómo la asistencia a la iglesia y la lectura de las Escrituras podrían ayudarme con mis aspiraciones.
Si bien ampliar mi formación y lograr ingresos estables eran aspiraciones dignas, les estaba dando demasiada prioridad. Estaba obsesionada. Me di cuenta de que sería desdichada a menos que aprendiera a cambiar la forma de pensar.
Centrarse en lo que más importa
Oré al Padre Celestial y le pedí que me ayudara a empezar a centrarme en lo que más importa. Comencé por leer las Escrituras. Mientras estudiaba algunos versículos que creía haber leído antes innumerables veces, aquellos familiares relatos empezaron a captar mi atención. ¡Sentía que el Espíritu Santo se comunicaba conmigo!
Un relato que me impactó fue el del joven rico. Jesús le dijo: “Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes y da a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme” (Mateo 19:21).
Cuando leí ese relato de las Escrituras, sentí la impresión de detenerme y pensar en cómo se aplicaba a mí. Al principio, en apariencia, yo no tenía nada en común con el joven rico: él ya tenía riquezas y no estaba dispuesto a desprenderse de ellas. Yo, por otro lado, aún no era rica y pensaba que mis esfuerzos por conseguir más dinero eran rectos.
No obstante, pronto me di cuenta de que me sería difícil dar de mi dinero, tal como al joven rico. Sobre todo, teniendo en cuenta que ya tenía dificultades al intentar dejar de lado mi búsqueda de más dinero.
Quería volver a poner al Padre Celestial en primer lugar en mi vida. Decidí abrir mi diario, escribir cómo me sentía y repasar mis anotaciones anteriores para comprender mejor lo que había iniciado aquella obsesión.
Al hacerlo, me di cuenta de lo mal orientadas que habían estado mis prioridades. Leí en mi diario: “Sigo pensando en cómo obtener ganancias de todo en lugar de pensar en cómo puedo llegar a ser mejor o cómo ayudar a los demás”.
Con el tiempo, conforme estudiaba las Escrituras, escuchaba al Espíritu y escribía en mi diario, comencé a cambiar.
Confiar en Dios en vez de en el dinero
Ha sido maravilloso sentir que la promesa de Proverbios 3:5–6 se ha hecho realidad en mi vida:
“Confía en Jehová con todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia.
“Reconócelo en todos tus caminos, y él enderezará tus veredas”.
Todavía me esfuerzo por desarrollar mis talentos y trabajo arduamente en mi formación y mi carrera artística. Procurar la estabilidad económica a fin de proveer para nosotros mismos y nuestra familia es un deseo recto. Sin embargo, debemos tener cuidado de no dejar que nuestra búsqueda del éxito y el dinero se vuelva más importante que todo lo demás.
En estos días, no me importa si alcanzo la fama o gano mucho dinero a través de mi profesión. Me he dado cuenta de que llevar una vida en la que tengo la oportunidad de amar y sentir el amor del Padre Celestial y Jesucristo, mi familia y el arte es suficiente para mí. Ya no me molesto fácilmente por los gastos inesperados ni por el éxito de otras personas. En cambio, estoy más dedicada al Evangelio de Jesucristo, pues me sigue salvando de una vida de codicia, de comparaciones y de insatisfacción constante. Cuando empiezo a olvidarlo, las Escrituras y los profetas siempre me recuerdan lo que más importa en la vida.
El presidente Russell M. Nelson enseñó:
“Aunque el mundo insista en que el poder, las posesiones, la popularidad y los placeres de la carne brindan felicidad, ¡no es así! ¡No pueden hacerlo!
“¡La verdad es que es mucho más agotador buscar la felicidad donde nunca podrán hallarla! Sin embargo, cuando llevan el yugo con Jesucristo y hacen el trabajo espiritual que se requiere para vencer al mundo, Él, y solo Él, tiene el poder de elevarlos por encima de la influencia de este mundo”.
Vencer al mundo
Los cambios que el Salvador me ha ayudado a hacer en mi alma han sido milagrosos. Ahora sé que el éxito no consiste en demostrar lo magnífica que soy ni en basar mi valor en la cantidad de dinero que gano; se trata de sentir gratitud por la oportunidad de experimentar la vida terrenal y ver las increíbles bendiciones que el Padre Celestial siempre me ha proporcionado. Sé que si lo pongo a Él en primer lugar, todo lo demás se acomodará en su lugar correspondiente.
Los aliento a considerar sus prioridades en la vida. ¿Se centran en el materialismo y en lo que no tienen? ¿O están centrados en lo que más importa? Sean sinceros con ustedes mismos. Vean si necesitan modificar el curso de regreso al Salvador.
Cuando tomen esa decisión, hallarán más gozo del que jamás hayan creído posible.