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¿Te sientes agobiado? Está bien ir más despacio
Está bien ir más despacio. Dios está al tanto de ti y de tus circunstancias.
En las Escrituras aprendemos que no se requiere que corramos más aprisa de lo que nuestras fuerzas nos permiten (véase Mosíah 4:27). Entonces, ¿por qué a menudo vivimos cada momento corriendo a toda velocidad?
La sensación de correr más rápido de lo que te permiten las fuerzas, de tener que completar un millón de cosas y pensar que tienes que ser perfecto ahora puede hacer que te sientas abrumado y agotado.
Si eres alguien que se siente atrapado en un torbellino de tareas, responsabilidades y compromisos aparentemente interminables, aprender a reducir la velocidad y redefinir tus prioridades podría ser la clave para recuperar el descanso y la paz.
Cinco consejos para ir más despacio
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Cada mañana, ora para que el Espíritu te ayude a estar presente, a estar motivado y a aprovechar al máximo cada día. A lo largo del día, notarás momentos en los que tu oración es contestada.
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Escribe una lista de todo lo que necesitas hacer a diario y luego prioriza qué cosas son las más importantes. Completa primero las cosas más importantes.
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Dedica tiempo al Señor a diario. Al hacerlo, todo lo demás a menudo se resolverá solo. Dondequiera que te encuentres en tu trayecto espiritual, esfuérzate por progresar continuamente cada día.
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Cuida de ti mismo tanto espiritual como mentalmente. Al dar prioridad a tu salud física y mental, tendrás más energía para hacer otras cosas. Escucha a tu cuerpo y tus necesidades.
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Da un paso a la vez. La próxima vez que te sientas abrumado, dite a ti mismo: “Lo único que tengo que hacer en este momento es X”. Después de completar esa tarea, inténtalo de nuevo con la siguiente.
Al practicar estos consejos, es posible que te encuentres estableciendo prioridades claras en tu vida, pasando más tiempo desconectado de la tecnología o permitiéndote descansar y recuperarte.
Elimina la presión, descubre el gozo
Llevar una vida productiva no es malo. ¡Es bueno sentirse realizado y hacer cosas! Sin embargo, no es necesario que te presiones demasiado ni que utilices tu productividad como medida de tu autoestima.
El élder Dieter F. Uchtdorf, del Cuórum de los Doce Apóstoles, lo explicó muy bien: “Resulta un tanto fácil estar ocupados. Todos podemos pensar en una lista de tareas que colmaría nuestras agendas. Algunas personas quizás piensen que su propia valía depende de lo larga que sea su lista de tareas […]. Debido a que se complican la vida sin necesidad, suelen sentir mayor frustración, menos gozo y le hallan muy poco sentido a la vida”.
Por el contrario, el élder Uchtdorf nos anima a “aminorar un poco el ritmo, marchar a la velocidad óptima de nuestras circunstancias, centrarnos en lo relevante, elevar la mirada y ver realmente las cosas que más importan”.
Para mí, una aplicación de esto sería optar por dejar mi teléfono en casa la próxima vez que salga a caminar. ¡Entonces podré disfrutar verdaderamente de mi entorno y reflexionar sobre mi día!
Disminuir nuestro ritmo en la vida puede ayudarnos a eliminar la presión innecesaria y a encontrar más gozo.
El Salvador puede hacer que nuestros mejores esfuerzos sean perfectos
El élder Vern P. Stanfill, de los Setenta, enseñó: “Debemos recordar que sea cual fuere nuestra mejor, aunque imperfecta, ofrenda, el Salvador puede hacerla perfecta. Sin importar cuán insignificantes puedan parecer nuestros esfuerzos, nunca debemos subestimar el poder del Salvador”.
Cuando me siento abrumada con tareas, ansiosa por mi futuro o preocupada de no estar a la altura de mi potencial, confío en el hecho de que el Salvador puede perfeccionar mis pequeños, pero sinceros, esfuerzos.
Pongo mi confianza en el mismo Dios que ha brindado paz y consuelo a Sus hijos durante miles de años. Él me ha ayudado a mí y sé que también te ayudará a ti.
Está bien ir más despacio. Dios está al tanto de ti y de tus circunstancias.
¡Él te ama!