Liahona
Todas son necesarias en el cuerpo de Cristo
Enero de 2025


“Todas son necesarias en el cuerpo de Cristo”, Liahona, enero de 2025.

Mujeres del convenio

Todas son necesarias en el cuerpo de Cristo

Podemos ayudar a edificar una hermandad mundial de mujeres que sea más sana, más resiliente y esté más conectada debido a nuestra relación por convenio con Dios.

varias manos una encima de la otra

Todas nosotras queremos sentir que tenemos un lugar y que pertenecemos a la Iglesia restaurada de Jesucristo y se nos necesita en ella. Podemos ayudar a cada uno de nuestros hermanos y hermanas, sin importar su edad o circunstancias, a sentir que ellos tienen un lugar, que pertenecen y que también se les necesita. Todos somos hijos de padres celestiales y, por lo tanto, hermanas y hermanos en espíritu. Esas conexiones mutuas son de vital importancia.

Cuando entramos en una relación por convenio con Dios, esta no solo profundiza y mejora nuestra relación con Él, sino que también influye en nuestra relación con Sus otros hijos, que son nuestros hermanos en espíritu. Nuestra responsabilidad de amarnos y cuidarnos los unos a los otros es inherente a los convenios que hacemos con Dios, comenzando por el bautismo.

El problema de la soledad

El director general de Salud Pública de EE. UU. compartió esta declaración sobre la importancia de las relaciones: “Nuestra epidemia de soledad y aislamiento ha sido una crisis de salud pública subestimada que ha sido nociva para la salud individual y social. Nuestras relaciones interpersonales son una fuente de sanación y bienestar que pasamos por alto […]. Dadas las importantes consecuencias para la salud causadas por la soledad y el aislamiento, debemos dar prioridad a entablar conexiones sociales de la misma manera que hemos dado prioridad a otros problemas críticos de salud pública […]. Juntos podemos construir una [sociedad] que sea más saludable, más resiliente, menos solitaria y más conectada”.

Juntas nosotras podemos ayudar a edificar una hermandad mundial de mujeres de todas las edades que sea más saludable, más resiliente, menos solitaria y más conectada debido a nuestra relación por convenio con Dios y nuestra responsabilidad de la una para con la otra como discípulas de Jesucristo.

Tal como dijo nuestro Salvador: “En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tenéis amor los unos por los otros” (Juan 13:35).

Las conexiones de las unas con las otras

Podemos ayudar a aminorar la epidemia de soledad al crear espacios acogedores y seguros dentro de nuestras congregaciones y, especialmente, dentro de nuestras Sociedades de Socorro, donde todas puedan sentir el amor del Señor por estar rodeadas de nuestro amor.

Lo que vivimos en la iglesia tiene el propósito de proporcionar esas conexiones vitales con el Señor y entre nosotras que son tan necesarias para nuestro bienestar físico, emocional y espiritual. Hay gran fortaleza en la unidad y hay belleza en la diversidad; todas son necesarias en el cuerpo de Cristo (véase 1 Corintios 12:12–27). Así como las gigantes secuoyas entrelazan sus raíces y son capaces de resistir las fuerzas de la naturaleza porque se mantienen juntas, nosotras necesitamos entrelazar los brazos, mantenernos juntas y fortalecernos mutuamente a través de las tormentas de la vida.

Cuando en verdad llegamos a conocer a quienes pensamos que son diferentes a nosotros, nos damos cuenta de que tenemos más en común de lo que pensábamos. Cada persona tiene mucho que aportar, muchas experiencias de vida hermosas y diversas que pueden bendecir nuestra vida. Escuchar la historia de otras personas y procurar entenderla nos cambiará el corazón, y los prejuicios y el temor que quizás hayamos tenido hacia algunas pueden reemplazarse por sentimientos de gratitud por tenerlas en nuestra vida.

El Señor puede ayudarnos a ver a otras personas como Él las ve y puede llenarnos el corazón de amor, permitiéndonos elevarlas, consolarlas, reírnos con ellas, llorar con ellas y fomentar el sentido de pertenencia en quienes nos rodean. Él nos ayudará a saber lo que es necesario y cómo ser una bendición para otras personas durante su travesía.

Por supuesto, solo hay Uno que puede comprender plenamente y sentir empatía de manera perfecta. Como parte de Su sacrificio expiatorio, Él sufrió “dolores, aflicciones y tentaciones de todas clases […], toma[ndo] sobre sí los dolores y las enfermedades de su pueblo” (Alma 7:11) para que pudiéramos tener la certeza de que nunca estamos totalmente solas.

Cada una de nosotras es llamada a amar y a ministrar a los hijos de nuestro Padre Celestial como lo haría el Salvador. Obramos junto con Él para bendecir a otras personas a fin de que tanto ellas como nosotras podamos sentir más plenamente el amor de nuestro Salvador. Entrelacemos los brazos y llevémonos a casa unas a otras con gozo. Testifico que esta es una obra sagrada que todas somos llamadas a realizar.

Notas

  1. Véase “La Familia: Una Proclamación para el Mundo”, Biblioteca del Evangelio.

  2. Vivek Murthy, en “New Surgeon General Advisory Raises Alarm about the Devastador Impact of the Epidemic of Loneliness and Isolation in the United States”, 3 de mayo de 2023, hhs.gov.