Fiyi Los frutos de la fe
Una familia descubre la verdad; otra familia ensancha su círculo de amor; y una joven aprende lo que es la fe.
En un tiempo, Fiyi se consideraba un lugar remoto para el resto del mundo, un sitio al cual retirarse de los problemas de un estilo de vida más agitado y urbano; pero ya no es así. El avión, el satélite y el comercio general llevan ahora a las costas de Fiyi todos los desafíos que se encuentran en otras partes del mundo moderno. Para los miembros de la Iglesia de ese lugar, la manera de enfrentarlos con éxito es la misma que en cualquier otro punto de la tierra: por la obediencia fiel a los principios del Evangelio.
Estos tres ejemplos de miembros de la Iglesia en Fiyi demuestran cómo dan forma esos principios a la vida de las personas.
La familia Kumar
George Kumar estaba buscando una manera de asegurarse de que su hijo mayor, Ryan, tuviera un estilo de vida productivo y moral; pero la familia encontró mucho más que eso: las verdades eternas del Evangelio que les trajo a todos un estilo de vida nuevo y más feliz.
El hermano Kumar dice que el Evangelio dio nueva vitalidad a su familia: “Pasamos más tiempo juntos, un tiempo de más calidad y con una relación más abierta”. Diariamente efectúan la oración familiar, y la noche de hogar “es imprescindible”, según dice Ryan.
El que encaminó a todos hacia la Iglesia fue Ryan.
Cuando él estaba en plena adolescencia, a George Kumar empezó a preocuparle el camino que su hijo pudiera seguir. Inquieto por pensar que Ryan y sus amigos no dedicaban el tiempo a nada productivo, buscó la forma de rodearlo con jóvenes que tuvieran un comportamiento diferente. Hablando con un primo suyo que trabaja en el colegio que la Iglesia tiene en Suva, Fiyi, se enteró que era posible que su hijo pudiera matricularse allí. (El Colegio de la Iglesia es una institución de secundaria equivalente a un liceo o escuela de enseñanza secundaria en otras partes.)
Después de haber entrado en el Colegio de la Iglesia, la conducta de Ryan empezó a mejorar “por el ejemplo de los demás estudiantes”, dice él. Anteriormente, acostumbraba pasar mucho tiempo con sus amigos en actividades improductivas; pero después de notar la vida diferente que llevaban los demás alumnos de la escuela, “perdí el deseo de hacer esas cosas”, explica.
Ryan obtuvo un testimonio del Evangelio y sus padres quedaron tan encantados con los cambios que vieron en él que al pedirles permiso para bautizarse y ser confirmado, inmediatamente le dijeron que sí. A continuación, se apartó de su antiguo grupo de amigos, pues había conseguido otros nuevos.
Sin embargo, cuando pidió a sus padres que escucharan a los misioneros, “vacilamos en hacerlo”, comenta George. Con todo, habían visto los cambios que el Evangelio había efectuado en la vida de su hijo, así que sabían que la Iglesia tenía que ser algo bueno. La transformación en la conducta de Ryan era tan marcada que, en el tercer y último año que cursó en el Colegio de la Iglesia, lo nombraron “estudiante del año”, un honor que por lo general estaba reservado para un alumno que hubiera cursado toda la secundaria en esa escuela.
A los padres les extrañaron algunos de esos cambios de conducta. Por ejemplo, ¿por qué no podían convencerlo de comer el primer domingo del mes? Pero cuando él les explicó el propósito del ayuno, entendieron que esas transformaciones eran más profundas de lo que ellos habían pensado.
Michael, el hermano menor de Ryan, también había observado la forma en que su hermano había cambiado y, por lo tanto, quiso escuchar el Evangelio. “Ryan empezó a asistir a las actividades de la Iglesia y lo que me llamó la atención es que cada vez que volvía de una, estaba contento”, comenta. “En realidad, yo mismo me presenté a los misioneros; quería escuchar las charlas. Quería bautizarme y ser confirmado”.
Cuando los misioneros empezaron a darle a Michael las lecciones para miembros nuevos después de su bautismo, la madre, Alitiana, comenzó a prestar atención; eso influyó en su marido y al poco tiempo, ella y George obtuvieron su propio testimonio.
En 2006, Ryan tuvo el privilegio de bautizar a sus padres en la Iglesia, poco antes de salir como misionero para la Misión Nueva Zelanda Wellington. Más tarde, antes de que Michael se fuera a la misión, tuvo otro privilegio: el de acompañar a sus padres cuando entraron en el templo. El élder Michael Kumar ingresó en la Misión Utah Salt Lake City Sur en agosto de 2008, poco después de que su hermano regresó de Nueva Zelanda.
El pago del diezmo y el costo de mantener a un hijo en la misión resultó muy difícil para los Kumar. Los ingresos del hermano Kumar se dedicaban íntegramente a pagar la hipoteca de la casa y otros gastos; pero hicieron los sacrificios que se requerían y toda la familia entendía el porqué. Por ejemplo, cuando el hermano Kumar decía alegremente que esa noche disfrutarían de la dieta “usual”, ya todos sabían que no iban a comer carne en la cena. “Había días en que sólo comíamos pan y cacao”, comenta Michael.
Ryan dice que está agradecido por el sacrificio de sus padres. “Eso me hizo comprender que están verdaderamente dedicados a los convenios que hicieron”.
Su hermano menor explica que desde que se convirtieron “pasamos mejor las pruebas como familia. El Padre Celestial nos ha ayudado”.
Además, la conversión de ellos cambió al poco tiempo la vida de otras personas: dos primos de Ryan y Michael que habían ido a vivir con los Kumar también quisieron escuchar las charlas misionales y se unieron a la Iglesia.
Las bendiciones que recibieron por sus sacrificios han sido tanto temporales como espirituales, afirma el hermano Kumar; han logrado hacer rendir el dinero a fin de que les alcance para todo lo que necesitan. Y después que Michael salió para la misión, el padre pudo conseguir un trabajo nuevo con el que espera terminar de pagar su hipoteca más pronto.
Pero las bendiciones espirituales que han recibido son más importantes para ellos. George y Alitiana ven que progresan en sus llamamientos, él como presidente del quórum de élderes del Barrio Lami Dos, Estaca Suva Norte; y ella como segunda consejera en la Primaria del barrio.
Ryan explica que su perspectiva de la vida es ahora muy diferente de la de muchos de sus amigos: “Siempre tengo algo para hacer, algo que edifique el reino”. Al planificar para el futuro, señala, el Evangelio hace que los creyentes “lo vean todo en una perspectiva eterna”.
Tanto a George como a Alitiana Kumar se les había enseñado doctrina cristiana antes de escuchar el Evangelio; pero no encontraban gozo en lo que aprendían. “En otras religiones”, dice él, “se enseña a temer la ira de Dios, a tener miedo, pero sabemos que la expiación de Jesucristo le da a uno otra oportunidad”.
Y ellos tienen la determinación de lograr el máximo de esa segunda oportunidad.
La familia Naivaluvou
El número de integrantes de la familia de Peni y Jieni Naivaluvou se duplicó cuando alojaron a cuatro jovencitas de Vanuatu que asistían al Colegio de la Iglesia en Fiyi; pero ellos no lo consideran un sacrificio, sino que piensan que han sido grandemente bendecidos por hacerlo. Una de esas bendiciones es el nacimiento de su bebé, Hagoth, en enero de 2009.
A principios de 2008, el obispo Naivaluvou y su esposa, del Barrio Tamavua, Estaca Suva Norte, se enteraron de que había dos alumnas procedentes de Vanuatu que necesitaban alojamiento para asistir al colegio; ambos evaluaron su situación: sus dos hijos, Soane de dieciocho años y Ross de dieciséis estaban lejos asistiendo a otro colegio de la Iglesia en Tonga, el lugar de sus antepasados paternos. Las dos jovencitas de Vanuatu se encontraban alojadas en Suva con una familia que no era Santo de los Últimos Días, y a un costo elevado para sus padres. Ellos pensaron que serían una buena compañía para su hija, Andrea, de trece años, quien también asiste al colegio de la Iglesia y llega a casa por la tarde antes que los padres vuelvan de su trabajo. Por consiguiente, los hermanos Naivaluvou decidieron invitar a las dos adolescentes a vivir en su hogar sin costo alguno.
Las chicas insistieron en ayudar con los gastos, pero aun así, éstos ascendían a menos de la mitad de lo que habían estado pagando, o sea, que era una bendición para sus respectivas familias.
En abril, otras dos jovencitas de Vanuatu fueron de visita y disfrutaron tanto del ambiente en el hogar de los Naivaluvou que poco después preguntaron si ellas también podían ir a vivir allí. La familia las recibió con mucho gusto.
Y ¿cómo se las arreglaron teniendo cuatro personas más en la casa? “Hemos llegado a establecer un vínculo tan estrecho que ellas son como hijas para nosotros”, dice el obispo Naivaluvou. Desde el principio, establecieron que las muchachas se iban a considerar parte de la familia; las cuatro están emparentadas entre sí, pero ellos las tratan como si fueran hermanas, nacidas de los mismos padres. Andrea también las ha aceptado “como hermanas mías”, dice, y las mayores la cuidan y la han ayudado en sus tareas escolares cuando lo ha necesitado. Las cuatro chicas empezaron a llamar Ta y Na al obispo y a la hermana Naivaluvou, respectivamente, que en fiyiano significan “papá” y “mamá”.
La hermana Naivaluvou comenta que ésta tal vez sea la primera vez que hay jóvenes de Vanuatu que asisten al Colegio de la Iglesia y han podido alojarse con familias de miembros. En una ocasión en que el padre de una de las chicas fue de visita, les expresó profundo agradecimiento por el amor que han demostrado a su hija.
La hermana Naivaluvou también afirma que una de las jovencitas, hija de un presidente de distrito de Vanuatu, ha sido un gran ejemplo de fe para su familia; y el obispo Naivaluvou concuerda con que ha influido con su ejemplo para que ellos sean más constantes en el estudio de las Escrituras y en la oración familiar.
Ambos cónyuges consideran que han recibido bendiciones temporales por haber estado dispuestos a compartir lo que tienen con otras personas; sus recursos les han rendido mejor. Y la hermana Naivaluvou cree que la bendición de volver a quedar embarazada después de trece años está relacionada con la disposición que han tenido de compartir su amor con otras personas.
Cuando sus dos hijos regresaron a casa al finalizar el año de estudios en Tonga, ellos también aceptaron a las jovencitas como parte de la familia. Quizás se pueda disculpar a Soane por no verlas exactamente como sus hermanas: un día se encontró con que lo habían elegido para acompañar a una de las chicas a un baile del colegio, en el que se comportó como todo un caballero.
El obispo Naivaluvou cuenta que hacia fines de 2008, una vez que las cuatro terminaron su año escolar y les llegó el momento de regresar a Vanuatu, las despedidas fueron muy emotivas; para él y su esposa fue como decir adiós a cuatro hijas. Cuando comenzó el siguiente año de estudios en 2009, se sintieron muy felices de recibir otra vez a sus cuatro “hijas”… más otras dos.
Por lo reducido de su casa, tuvieron que hacer algunos ajustes con el fin de tener lugar para las seis jovencitas, además de su propia hija y del bebé. Pero la familia solucionó el problema rápidamente y sin dificultad.
Después de todo, no era asunto de espacio, sino simplemente de expandir su círculo de amor.
Asenaca Ramasima
Durante el año 2008, Asenaca Ramasima obtuvo lo que probablemente sean los dos honores más prestigiosos para los alumnos del Colegio de la Iglesia en Fiyi: Primero, la seleccionaron como la estudiante sobresaliente del año en toda la escuela, lo cual lleva consigo una beca de estudios; y también recibió el premio “León del Señor”, que se da a un alumno ejemplar de seminario. Ella estima este último más que el primero porque es un recordatorio de la forma en que ha tratado de aplicar, día tras día, la fe en su Padre Celestial.
A pesar de tener sólo diecinueve años, la vida ya le ha presentado una amplia gama de dificultades; y sin embargo, Asenaca parece irradiar gozo: gozo porque sabe que tiene una familia eterna por haberse sellado ellos en 2001, en el Templo de Suva, Fiyi, y gozo por la certeza de que su Padre Celestial la conoce y la ama.
Ella es la menor de cinco hijos y tiene cuatro hermanos. Cuando su padre murió, según recuerda, el hermano mayor, que se hallaba cumpliendo una misión, exhortó a todos a recordar que no habían perdido a su padre y que él siempre iba a estar cerca.
Sus hermanos se habían convertido en el sostén de la familia, mientras que la madre era el elemento que los mantenía unidos. Todos los hijos habían recibido el beneficio de seguir el ejemplo de sus padres.
”Mi padre fue una inspiración para mí. Siempre nos enseñaba: ‘Trabajen arduamente, trabajen arduamente”, dice Asenaca con su voz suave. Y el trabajo arduo en los estudios ha sido para ella la manera de honrar a su padre y ayudar a su madre. La beca que recibió con el premio a la mejor alumna es una considerable contribución que ella ha hecho al costo de sus estudios.
El ejemplo de los padres también le proporcionó un fundamento para su educación espiritual. “Por medio de la lectura y las enseñanzas de las Escrituras en la familia, aprendimos todos los días en nuestro hogar y de nuestros padres”, afirma. Y agrega que su madre continúa mejorando a la familia sobre esa base.
Su propio estudio regular de las Escrituras contribuye a que mantenga y fortalezca la fe que tiene en Jesucristo. Sea cual sea su horario, siempre hace tiempo para leerlas.
La fe en el Señor Jesucristo la ha ayudado a su vez a mantenerse cerca del Padre Celestial para tener derecho a pedirle Su guía. “Sé que Él siempre está disponible”, dice. “Si hago lo que Él desea que haga, estará cerca de mí y su Espíritu me confirmará lo que sea correcto”.
Esa guía es algo muy importante cuando hay jóvenes de su edad que tratan de convencerla de “divertirse” en la forma en que ellas lo hacen, o sea, bebiendo, fumando y dejando de lado la castidad. Pero “todo eso va contra mi conciencia”, afirma Asenaca, y debido a su fe y a la seguridad que le transmite la guía del Padre Celestial, “puedo decir que no”.
Y comenta que el prestar servicio en la Iglesia ha contribuido a aumentar una confianza que de otra manera no sentiría. Eso va a ser muy importante cuando termine los cursos en el Colegio de la Iglesia, puesto que espera poder asistir a la Universidad Brigham Young en Provo, Utah, o en Hawai, a fin de estudiar contabilidad.
Ambos lugares están a gran distancia de su hogar paterno, localizado en una zona rural de las afueras de Suva. ¿Le causa un poco de aprensión irse tan lejos de su casa? Asenaca piensa un momento sobre la pregunta y luego deja ver una de sus amplias sonrisas: Sí, contesta, pero lo hará para alcanzar sus metas.
Resulta fácil creer que hará lo que dice; hasta ahora, ha tenido éxito en lograrlas. Y, lo mismo que otros miembros fieles de Fiyi, ha encontrado progreso tanto espiritual como temporal por medio del ejercicio de la fe y la obediencia a los mandamientos.